Capítulo 14: vudú

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Se podía hacer mucho con el dolor.

Infringiéndolo de manera correcta, podías tener mucho poder en tus manos. Para eso había sido creado alguien como Salvatore: el beneficio de otros; o eso entendió al leer más sobre un hechizo que lo describía.

Sin embargo, el sacrificio de otra vida, sangre, un recién nacido, raíces venenosas y años de espera eran algunos de los complicados ingredientes que necesitaba el hechizo para ser llevado a cabo. ¿Cómo había caído él en todo eso?

Un don extraordinario, que bien podría haber sido un regalo de un Dios supremo: con capacidades similares a las de seres meramente irreales. Bestias invencibles.

Mencionaba que podía tener consecuencias impredecibles, y que ningún resultado era el mismo: en ocasiones cabía la posibilidad de resultar en un ser que absorbiera el dolor, lo curara o similaridades como disminuirlo o pausarlo. Advertía que no había forma de saberlo, pero hablaba sobre múltiples efectos secundarios.

Paranoia, pero no precisamente como un defecto del hechizo: si era realizado la perfección, habría personas tras el "nocet" (duele) en latín, por lo que se asocian a la paranoia. La muerte prematura, ansiedad, jaquecas, dolor muscular y mal humor también serían efectos secundarios de los nocet.

Sintió su corazón golpear fuerte contra su pecho. ¿En serio quería respuestas? Se encontró preguntándose. No sabía de la veracidad de aquello, pero la ráfaga de viento que lo había llevado a ese capítulo no fue parte de su imaginación. Si era el caso, irían por él, si no estaban ya en la tarea. Varias dudas circularon por su cabeza: ¿por qué él? ¿Quién había sido?

De pocos conjuros que solo pueden permitirse realizar auténticas reinas del vudú.

Miró sus manos temblorosas con temor. No podía dejar de crear teorías en su cabeza: lo utilizarían como una esponja, o un torturador. Lo harían utilizar su don hasta morir agotado. De repente sintió un nudo en la garganta.

—Pero, qué mierda... —musitaron desde la puerta de entrada, y el joven se sobresaltó—. Salvatore, ¿y este montón de basura? Increíble, ¿has utilizado un trapeador en semanas, niño?

—Déjame en paz —le contestó a Marcel cerrando el libro de golpe.

—¡Maldita sea, qué acabo de pisar! Salvatore, diablos —le dijo apenas verlo—. ¡¿Qué diablos te pasa por esa cabeza?!

—Vete, Marcel.

—¿Hace cuánto no sacas la basura, eh?

—¡Maldita sea! —gritó lanzando el libro al suelo—. ¿Por qué no me dices? ¿Por qué no me dices de una jodida vez qué diablos soy? ¿Por qué puedo absorber el dolor y escupirlo como veneno, eh? ¿Qué es eso de un maldito embrujo de reinas vudú, qué diablos hicieron conmigo?

—¿Quién te dijo todo eso? —musitó el hombre.

—Puedo escucharlos, Marcel. A los fantasmas. Los veo pasearse por las paredes y me susurran al oído. Me vuelven loco, Dios. No, no me mires como si no supieras de lo que te hablo, maldita sea. Lo sabes. Sabes más de lo que quieres decirme.

El hombre no dijo nada por unos instantes, mirándolo con duda en los ojos, hasta que soltó con pena:

—Quizás... es hora de que hables con Marcie sobre un par de cosas.

—¿Qué sabe mi madre de esto?

Pero él no contestó.

—Marcel.

—Ella cometió un error —musitó.


N/A: Espero les haya gustado el que creo será el último capítulo del 2019. Que tengan lindas fiestas. 

HASTA LOS HUESOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora