⁰⁸. The Way of Silence

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𝓲𝓽𝓪𝓵𝓲𝓪𝓷 𝓰𝓪𝓵𝓵𝓮𝓻𝓲𝓮𝓼

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(⁰⁸) Sin embargo, las dudas siempre se disipan.

Entiendo que realmente, no es que a mí me pierdo...

que si el tiempo se para y tus ojos me miran

es entonces cuando más me encuentro


Waterford, Irlanda, Europa

Cuando su madre lo propuso, recorrer Irlanda le había parecido la cosa más aburrida que podía hacer. Quería quedarse a dibujar la forma en la que había visto a Caroline la noche anterior, y solamente había dicho que sí porque moría de hambre, y ya era muy tarde como para desayunar en el hotel.

De todas formas, en ese momento no se arrepentía de haber aceptado la invitación de Alma.

Ese lugar de Irlanda era bastante hermoso. Recorrieron una buena parte del centro buscando un restaurante que les convenciera, y finalmente se decidieron por uno con construcción de madera, el cual irradiaba un delicioso aroma a pastas, y un envolvente calor.

—Entonces —dijo su madre, dándole un trago a su gaseosa. Luca rodó los ojos, conocía bien ese tono de voz en el que su madre estiraba las "o".

—Sí, mamá, soñé con ella —respondió con desgano, esperando que el interrogatorio terminara pronto. Involuntariamente llevó su mano a su nariz, ésta le seguía ardiendo, ¿seguiría estando roja?

—Sigue estando roja —le dijo su madre, agradeciendo el humeante plato de ñoquis que el camarero le ofrecía.

¿Esta mujer lee mentes? ¿será solamente a mí? Como un producto de la relación madre e hijo, Luca frunció el ceño casi imperceptiblemente, recibiendo su plato de ravioles.

—Ahora decime, Luca —le dijo a su hijo, mientras éste comenzaba a comer— ¿Cómo te hiciste eso? —señaló su nariz.

Masticó un poco más lento sus ravioles. No estaba seguro de que decirle a su madre que un beso había provocado eso fuera la mejor idea. Sinceramente, ni siquiera pensaba que esa idea fuera considerada "buena", o una aceptada idea.

—Ya te dije, mamá, no sé —mintió.

Alma permaneció en silencio, y comenzó a comer de sus ñoquis, pero Luca sabía que aunque intentara fingir, su madre no estaba conforme con su respuesta. Lo estuviera o no, no pensaba contarle más.

Cuando terminaron de comer, alrededor de las dos y media, se decidieron por seguir conociendo el lugar, topándose con la Galería de Arte de Waterford. Alma no pudo negarse a entrar.

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