⁰⁶.⁵. Windmills near Zaandam

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𝓲𝓽𝓪𝓵𝓲𝓪𝓷 𝓰𝓪𝓵𝓵𝓮𝓻𝓲𝓮𝓼

¿Lo que Luca más odiaba al viajar?

Los aeropuertos



No los soportaba. En ellos encontraba un aroma a historias abandonadas y vidas incompletas que se cargaba en sus hombros, aunque él no fuera el personaje de esas pinturas, ni el testigo, o el artista. Él sólo era un espectador que sentía demasiada empatía con respecto a ese olor.

Sentía que cada persona dejaba una historia en cada ciudad, una que no iba a volver nunca. Y eso le llenaba el corazón de impotencia, porque detestaba saber que lo que estaba viviendo en ese momento no lo iba a poder recuperar, y también aborrecía el hecho de que el tiempo no se pudiera volver atrás. Lo hacía sentir ansioso por el futuro, pero nostálgico por el pasado irrecuperable.

Además, ver tanta gente en un único espacio le hacía recordar los millones de habitantes que tiene el mundo, y, desde que Caroline había aparecido en su vida, recordar eso no era más que un triste desconsuelo que su alma sentía al saber que, si ella era real, podría estar en cualquier parte de la tierra.

Se encontraba sentado en las incómodas sillas de plástico, mientras su madre preguntaba en inglés acerca de la puerta de embarque. Cuando le hubieron explicado a dónde se encontraba, Luca se levantó del asiento, sintiendo el cuerpo un poco adormecido, y comenzó a encaminarse hacia allá junto a su madre.

Estuvieron esperando alrededor de una hora para que los llamaran a embarcar, una que el joven aprovechó para dibujar.

Luca subió al avión junto a su madre y se sentó junto a la ventana. Era la costumbre que se había establecido naturalmente con ella cuando comenzaron a viajar. Alma en el medio, porque de todas formas se dormiría, y desperdiciaría la vista si ocupara otro lugar, y Luca junto a la ventana, ya que no solía dormir en los aviones, le gustaba ver la forma en la que la turbina tragaba las nubes para luego dejarlas atrás.

Apenas despegó el avión, como era de esperar, su madre cayó dormida al instante. Él, por su lado, tomó sus auriculares y su cuaderno y comenzó a escuchar música mientras miraba el cielo. Deseando que pronto hubieran nubes para entretenerse viendo cómo pasaban por la turbina. Al ver que estaba despejado, se resignó a dibujar, aunque fuera por un rato. En esa ocasión no era Caroline la representada, sino el rostro de hombre mayor, al cual nunca antes había visto, pero chispeaba alegría por los ojos. Sus arrugas eran pronunciadas al igual que su sonrisa, y un escaso –casi nulo- pelo blanquecino caía por su cabeza. Decidió dejar el dibujo en blanco y negro.

Cuando el avión estaba a punto de aterrizar, Luca giró a ver a su madre, tocando su hombro izquierdo las veces suficientes hasta que despertó.

—¿Ya llegamos? —preguntó Alma, abriendo sus ojos en medio de un bostezo y Luca asintió sonriendo.

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