El ambiente era festivo.
La lluvia de pétalos y las canciones de victoria parecían no tener fin. Los exianos y el trío de mercenarios habían sido recibidos como los mayores héroes de la historia del reino.
En el castillo RockSword se realizó la celebración. Se sirvió más comida y más vino que nunca antes en el castillo. Asaron más de cincuenta cerdos para satisfacer a los soldados y vaciaron una y otra vez los barriles de vino. Aunque hubo muchas sillas vacías, como la de Sieg, las epopeyas no tardarían en escribirse y los bardos cantarían las canciones de victoria desde Blaze hasta Castle Reed.
—¡Cocinen ese cerdo! —gritó un ebrio Kyalo a los cocineros que tenían al animal empalado y dándole vueltas sobre el fuego—. ¡Que quede crujiente por fuera y tierno por dentro!
—¡Traigan más vino! —pedían los soldados en las mesas—. ¡Más cerveza y más comida!
Noam, Jeriko y Koru también disfrutaban. Cuando se dieron cuenta, estaban rodeados de hermosas doncellas que escuchaban sus historias de la batalla. Ellos tres no eran los más mujeriegos, pero les gustó ser reconocidos.
—Mis padres te aceptarían sin duda —le dijo una de las chicas a Jeriko.
—No tienen más dinero y tierras que los míos —decía otra—. Serás rico si te casas conmigo.
Llamaban «Cabello de Plata» a Jeriko, y «Cabello de Carbón» a Noam, aunque les resultaba interesante el mechón blanco que sobresalía en su flequillo. Juntos eran los invencibles «Hermanos de Negro y Plateado». Noam y Jeriko se reían a carcajadas; les divertía ver a las doncellas peleándose por ellos. Pero no estaban interesados en ese momento. Las chicas eran muy lindas, pero tenían prioridades. Pronto se irían de Exis y no las volverían a ver.
Koru era solo «el elfo», a él no le molestaba; no estaba interesado en las humanas. Su corazón le pertenecía a una elfina.
Después de unos platos de carne, estofados, panes, pasteles y muchas copas de vino, Noam se levantó de la mesa y se dirigió a la mazmorra, debajo del castillo.
Era un espacio húmedo y lóbrego, la única iluminación que tenía eran las antorchas en las paredes que le daban una luz rojiza y oscura al lugar. Solo había guardias en la entrada, así que Noam bajó solo, con una copa de vino en la mano. La mazmorra tenía dos niveles subterráneos, y en ese momento solo había dos prisioneros: Raven en el primer nivel, y Tekai en el segundo.
Pasó por el primer nivel, volvió la vista a un lado y vio a Raven. Se había hecho un ovillo, abrazando sus rodillas. No se percató de que Noam pasaba por ahí. Este bajó por las escaleras al segundo nivel, donde estaba Tekai.
El autoproclamado Salvador Jamzai estaba en la celda de tamaño mediano, con las manos y los pies encadenados, tan ajustados que apenas podía moverse. Estaba tendido en el suelo con los ojos abiertos; parecía estar muerto. La celda era de paredes oscuras, con una puerta de barrotes de acero grueso.
—¿Te gusta tu habitación? —le preguntó Noam mientras se paraba frente a la celda. Tekai no respondió—. Debió ser muy difícil para ti: ser derrotado. Perdiste la guerra. Y ahora estás encerrado.
Por más que Noam quisiera que no pareciese una burla, al estar uno fuera y otro dentro de la celda era imposible que no se tomara como burla.
—Algún día saldré —respondió Tekai, luego de una siniestra pausa—. Iré detrás de ti, y tomaré tu cabeza como trofeo.
Noam solo sonrió. Colocó la copa de vino que traía en el suelo, entre los barrotes. Y se sentó en la pared frente a la celda del Jamzai.
—Te traje algo de beber, para que veas que no soy un maldito desalmado y cruel, como tú. Bébelo cuando puedas. Tal vez no te den algo de beber en un tiempo. Disfrútalo. ¿Los Jamzais beben vino?
ESTÁS LEYENDO
Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]
FantasyLas antiguas leyendas olvidadas están resucitando. Aimer III Cerphys, princesa de Gerakia, tendrá que hacer frente a todos los problemas que se avecinan en su reino, producto de un conflicto con el reino de Jaxia; pero tendrá el apoyo de Noam y Jeri...