Koru adoraba las historias. Permanecía sentado durante horas con los elfos alrededor de las fogatas escuchando historias de sus cacerías y sus viajes a tierras lejanas, y escuchaba las leyendas que contaban los ancianos. Nunca imaginó que él sería partícipe de una. Solo quedaba por responder: ¿sería la leyenda de la salvación de los Gayans o de su destrucción?
Koru iba al frente de la marcha, junto con Hakobu, Noam y Jeriko. El par de humanos ataviados con las armaduras de cuero de los elfos parecían salidos de los relatos de grandes héroes. Aimer y el equipo de sanadores iban en la retaguardia de la formación, debían quedarse lejos de la lucha a toda costa para atender a los heridos.
—Atentos —dijo Hakobu—, nos adentramos en los dominios de los Kakians. A partir de aquí, arriesgaremos nuestras vidas con cada paso que demos.
La advertencia no tardó en ser sustentada con hechos. Uno de los elfos pisó una trampa de los Kakians: un agujero en el suelo, repleto de estacas de madera envenenadas. Tardó diez minutos en morir entre escalofríos y gruñidos de dolor. Los sanadores no pudieron hacer nada para salvarlo.
«Aún no comienza la batalla y ya perdimos a uno de los nuestros», pensó Jeriko.
—Cuiden donde pisen —advirtió Hakobu—. Puede haber más trampas.
Un grupo de cazadores hábiles se adelantaron para ubicar las trampas. En media hora de marcha localizaron poco menos de cincuenta trampas. Comprendieron que los enemigos querían diezmarlos antes de la batalla. Pero no funcionaría.
Cuando la entrada a las cuevas de los elfos oscuros estuvo a la vista, se detuvieron. La entrada y el bosque estaban separados por un gran claro en el que no crecían las plantas, solo era tierra y rocas.
—No están afuera —señaló Koru.
—¿Rodearon? —preguntó Noam, desenvainando su espada.
—No. —Hakobu caminó hacia la entrada—. Creo que siguen adentro. Permanezcan detrás de mí.
Se acercó a la entrada con cautela, mirando a los alrededores por si había elfos oscuros esperando para emboscarlo; pero mientras se acercaba a la entrada alcanzó a ver el brillo de dos ojos rojos en la oscuridad. Y Rakko salió de las sombras, ataviado con una armadura de cuero negro, con el cabello blanco recogido en una cola salvaje y blandiendo una espada con una hoja negra de obsidiana y filo dentado.
—Entonces se armaron de valor —dijo Rakko, esbozando una sonrisa—. ¿O acaso vienen a suplicar misericordia?
Por encima del hombro de Rakko, Hakobu alcanzó a ver el ejército de elfos oscuros cubierto por las sombras en las profundidades de la cueva.
—Rakko —dijo Hakobu con voz imperiosa—, no tiene por qué haber más muertes. Terminemos con esta locura, por respeto a nuestros ancestros. Si lo desean, pueden tener las tierras del Norte y el Este. Podrán cazar criaturas en esa región y cultivar la tierra...
—No lo entienden. —Rakko apoyó la punta de su espada en el suelo—. Esto no es sobre tierras. Se trata de supremacía. Conquistadores y conquistados. Este claro será el campo de batalla y nosotros seremos los conquistadores. —Apuntó a Hakobu—. Vuelve con tu ejército, nuestra paciencia se agota y nuestras armas piden sangre a gritos.
Tras haber fracasado en su último intento por conseguir la paz, Hakobu llevó las malas noticias al ejército Gayan: habría que pelear.
—Contaba con eso —replicó Noam, sonriente—. De lo contrario, estaría muy decepcionado.
—No lo entiendes. —Hakobu frunció el entrecejo—. Hablamos de Rakko, el Kakian más despiadado que ha existido.
—Ya se lo dije antes. —Noam se acercó al claro—: No le tengo miedo.
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Cuentos de Princesas y Mercenarios [IronSword / 1]
FantasyLas antiguas leyendas olvidadas están resucitando. Aimer III Cerphys, princesa de Gerakia, tendrá que hacer frente a todos los problemas que se avecinan en su reino, producto de un conflicto con el reino de Jaxia; pero tendrá el apoyo de Noam y Jeri...