꧁༒☬19☬༒꧂

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Con un brazo y sus rodillas sostenía el peso de su cuerpo, mientras que con la mano libre acariciaba con dulzura la pierna de Elsa

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Con un brazo y sus rodillas sostenía el peso de su cuerpo, mientras que con la mano libre acariciaba con dulzura la pierna de Elsa.

Entre jadeos, la rubia estaba a punto de arrancarle la camiseta a Tadashi. Si no fue porque fueron sorprendidos por la música tan alta que se había encendido.

El muchacho rió, y con las mejillas coloradas se incorporó de la cama. La rubia gruñó en bajito, ya imaginándose el nombre de la razón por la cual el tocadiscos estaba activado.

—En serio que eres un niño desobediente y latoso —dijo Elsa, entrando al cuarto de Hipo, que es de donde provenía el sonido.

Desconectó el aparato, y tomó al muñeco que casualmente estaba sentado cerca del enchufe.

—Es hora de dormir dije —gritó, acomodando al niño otra vez en su lugar.

—Creo que ya es tiempo de que me vaya —susurró él, sumamente incómodo por la ¿discusión? Que la niñera tenía con Hipo.

—Mañana no habrá beso de buenas noches —sentenció, antes de azotar la puerta al salir.

—Se enojó —rió Tadashi, algo temeroso.

—Es un berrinche, nada mas. Es lo que los niños siempre hacen cuando uno no cae en sus juegos—susurró, caminando a la cocina.

—¿No crees que vaya a hacerte algo mientras estás dormida?

—No lo haría, es... No, sé que él no me lastimaría —titubeó por unos momentos, pero cambió por un tono valiente y determinante.

No lo conocía lo suficiente como para decir eso. Pero tenía fe en que no se atrevería a dañarla.

Después de todo, sólo la tenía a ella.

[...]

—Buenos días —dijo el joven, tomando un té alado de Hipo.

—Buenos días —respondió igual la rubia.

Se hizo un café con mucha crema y azúcar, y se fue a la segunda planta. Notablemente molesta.

—Alguien está enojada contigo —canturreó Tadashi, mirando con atención al muñeco.

Él no contestó, obviamente.

—Necesitas hacer algo si quieres que te dé hoy tu beso de buenas noches. Algo increíble –le dio un sorbo a su bebida humeante, y mientras lo hacía, una idea se le vino a la cabeza–. Y creo tener una especial.

—Tadashi, ¿dónde está Hipo? Tengo que cambiarlo—exclamó, bajando de las escaleras.

—Lo puse en la sala —respondió de vuelta.

Caminó con lentitud, pues no tenía tantas ganas de hacer algo, hasta que paró en seco.

—¡Anna! —gritó Elsa, corriendo a la mesa de té.

—¡Hey! –contestó la pelianaranjada a través de la pantalla, y de manera chistosa, el muñeco alado de la laptop.

—¿Cómo es que lograron la llamada? ¡No hay internet!

—Magia —se metió Tadashi, entrando a la sala.

—¡Tía! –chilló Bianca, lo único que se podía ver era su ojo borroso–. ¿Estás adentro de esto? —preguntó inocentemente. La rubia no pudo evitar llorar de la emoción.

—Las extraño mucho —sollozó, secándose las lágrimas y abanicándose aire con las manos.

La niña se movió, revelando a su madre, quien también se había puesto sensible: —Y nosotros a ti, me parece que han sido años desde que te fuiste —exageró un poco la menor.

—Lo sé... –bajó la mirada, algo melancólica, hasta que recordó a Hipo, lo sostuvo entre sus manos y lo agitó con suavidad–. ¡Te presento a Hiccup! Di hola —agarró la manga del traje de Hipo, y simuló saludar.

Anna se echó a reír.

—¡No creí que fuera en serio! ¡Se ve tan real! Bianca va a enfadarse mucho cuando lo vea cerca de ti.

—¿Ver a quién, mami? —apenas se oyó la voz de la pequeña, y las dos entraron en pánico.

—¡Va a explotar! —Anna desapareció de la vista de Elsa, ésta sólo cerró los ojos, esperando el bum.

—¿Qué es eso? —la mini réplica de Kristoff (pero con nariz pequeña) frunció el ceño, cruzándose de brazos muy indignada.

—Es al niño que cuido. Se llama Hipo —lo acercó más a la cámara, pero no pareció estar satisfecha con eso.

—Aleja esa cosa de mí –exigió–. Y eso no es un niño. Es un juguete. Yo soy tu única bebé, no puedes cuidar a otros bebés que no sean yo —Tadashi rió con ganas. Tenía tanto que no presenciaba las ocurrencias de niños pequeños desde que su hermano había cumplido siete años.

—Y él es Tada, nos trae la despensa. Ven aquí –lo pescó de la mano, y lo atrajo hacia ella–. Anna y Bianca, mi familia.

—Un gusto —sonrió el muchacho.

—Igualmente. Te tengo una sorpresa que sé que vas a adorar —pareció levantarse del sillón.

—No seas mala y dime qué sorpresa es —le susurró Elsa.

—Nop, porque es una sorpresa. Aquí viene, shhh —se llevó a los labios el dedo índice.

La menor regresó, con dos regalos envueltos en papel periódico con un moño rojo. Uno en cada mano.

—¿Cuál te gusta más?

La rubia entrecerró los ojos, intentando descifrar qué era lo que Anna tenía entre manos (y no literalmente), ya que ¡los dos eran iguales!

—Ahm... —se tomó su tiempo para elegir.

Hipo tenía la mano de porcelana justo encima del regalo izquierdo, como si fuera una señal.

Se dejó guiar por su instinto.

—Ése —eligió el de la izquierda.

—¿100% segura?

—¡Ya dime qué es! —chilló.

Anna bajó el otro, y se centró en el elegido. Con demasiada lentitud (sabiendo la desesperación que su hermana sentiría) desenvolvió lo que parecía ser una cajita.

La pelianaranjada sonrió, y mostró lo que había adentro. A Elsa se le cayó la quijada de la impresión.

Era una esfera de nieve, con un niño envuelto en mantas azules. Y abajo, decía "Es niño".

—¡Oh por Dios! ¡Estás embarazada! –exclamó, poniéndose de pie altamente emocionada–. ¡Y será un niño! —dio saltitos llenos de euforia.

—¡Felicidades! —dijo Tadashi, cargando al muñeco para que su niñera no lo rompiera por accidente.

—¿Lo sabías? —se giró a ver al chico.

—Un poquito, sí —antes de que pudiera verlo venir, Elsa ya estaba entre sus brazos.

—¡Gracias! A los dos —rió, acariciando las mejillas de sus dos niños favoritos.

¡Feliz navidad a todos!
Ojalá la hayan pasado muy bien

—Hannya.

Eʅ Nιñσ IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora