꧁༒☬22☬༒꧂

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—Nos vemos luego —gritó Fred, agitando con euforia su mano

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—Nos vemos luego —gritó Fred, agitando con euforia su mano.

—A ver cuándo nos reunimos otra vez —dijo HoneyLemon, finalmente subiendo al auto.

Tadashi le abrió la puerta del copiloto a Elsa, que cargaba entre sus brazos a Hipo y dos cajas de pizza, todo al mismo tiempo.

—Espero que le gusten —susurró impaciente, acomodando las cajas en los asientos de atrás.

—Claro que sí, todos aman la pizza —dijo Tadashi, sacando de su bolsillo las llaves del coche.

La rubia se colocó el cinturón y puso al muñeco entre sus brazos, con un cuidado que, cualquiera que la viera, creería que en serio se trataba de un bebé real, y no un muñeco.

—¿Y qué tal? ¿La pasaste bien? —le preguntó el muchacho, otorgándole una cálida sonrisa.

—Sí, son muy graciosos tus amigos. Y tu hermano es tremendamente inteligente –rió ante la opinión de su compañera–. Además de algo... —buscó la palabra adecuada para describirlo sin sonar grosera.

—¿Confiado? Sí, me lo dicen mucho —negó, riendo por lo bajo.

—Jamás la había pasado tan bien desde que era una adolescente —susurró, viendo al frente con tranquilidad.

—Me alegra mucho, es lo menos que te mereces —y con su mano, acarició la rodilla cubierta por la tela del pantalón de la ojiazul, ésta rió, tornándosele rojas las mejillas.

Luego de un buen rato de camino (ya que la mansión estaba relativamente alejada de la ciudad), llegaron a casa.

Elsa abrió la puerta y se bajó del coche, Tadashi la imitó, encargándose de la comida.

Por una extraña razón, sentía el ambiente algo intenso, fuerte y pesado. Inclusive, dando unos cuantos pasos para adentrarse más, sintió un escalofrío bajar por su espalda, sacudiéndose con incomodidad.

—¿Pasa algo? —susurró el muchacho, apoyando su mano en el hombro de la chica.

—Eh, no, nada —tardó en reaccionar, y siguió con su camino hasta la cocina.

Encendió las luces, quitó la manta que cubría a Hipo, y lo sentó con cuidado en una de las sillas del pequeño comedor.

—¿Cuántas rebanadas quieres, cielo? —preguntó Elsa, sacando un plato de plástico de las repisas.

—Yo digo que con tres está bien —bromeó Tadashi, abriendo la caja y sacando un pedazo, para luego saboreárselo sentado alado de él.

—Pero es mucho para él, ¿no? —tomó uno, y lo puso en el plato, para después tenderlo frente al niño.

Tadashi se encogió de hombros, no pudiendo responder porque tenía la boca retacada de comida.

—Bueno, si quieres más sólo avisa —susurró ella, agarrando una pieza también.

Habían comido una numerosa cantidad de pizza, pero había algo en ella que te incitaba a seguir comiendo hasta reventar.

Elsa dirigió una mirada fugaz al muchacho sentado frente a ella, y se dio cuenta que se había manchado un poco el rostro, sobre todo alrededor de la boca.

—Comes de forma muy sucia —bromeó la ojiazul, dándole una mordida a su rebanada.

—¿No quieres venir a limpiarme? —preguntó Tadashi después de tragar su bocado, con un tono pícaro en su voz.

La rubia se sonrojó, atragantándose.

—¡Escúpelo! —gritó el joven, levantándose de la silla y corriendo a ella.

Con potentes palmadas en su espalda, pudo hacer que controlara su respiración y se liberara de aquel nudo de masa atorado en su garganta.

—¡Ya, ya! —dijo la chica, alzando las manos.

—Que esto no se te haga costumbre, casi me da algo —regañó Tadashi.

—Pues tú no me hagas propuestas indecorosas —se tapó la cara cuando dijo eso, avergonzada.

El joven sólo se carcajeó de la reacción tan graciosa y tierna de la niñera.

—Ven para acá —y la agarró de las mejillas con suavidad, para luego besarla en los labios con dulzura.

—Ya, porque Hipo se enoja —susurró, cortando el contacto.

—No creo que a Hipo le afecte tener otro papá —comentó Tadashi, dándole de piquito.

Fue turno de Elsa de carcajearse.

—Sí, claro. Ah, mira qué hora es, y que yo recuerde, te citaste con tu hermano a las nueve —se levantó del asiento, fingiendo demencia.

—No recuerdo haber dicho a las nueve —fue sujetado de los hombros, y empujado suavemente a la salida.

—Yo sí, hasta mañana señor Hamada —abrió la puerta, y atravesaron el marco.

—Hasta mañana, señorita Elsa —le siguió el juego.

Ya dispuesto a bajar los escalones, es detenido por alguien que jalaba de su muñeca. Se giró sobre sus talones y fue sorprendido por un beso apasionado y algo violento. Éste respondió, tomando las caderas de la rubia y acercándolas a su pelvis.

Ahora era él quien se separó, corriendo en su frente unas gotas de sudor gracias a esa aura caliente que habían creado entre ellos. Elsa le sonrió, con un toque coqueto en sus ojos.

Odiaba admitirlo, pero el apodo que su hermana le había puesto, le quedaba como anillo al dedo.

—Te veo mañana —le susurró, cerca de su frente por la diferencia de estatura.

—No olvides la despensa —rió ella. Ya que la verdadera razón por la que venía era por ella y nada más que ella.

—No creo que eso sea posible —respondió.

Le dio otro pequeño y corto beso en su frente.

Se quedó afuera hasta que las luces del coche se perdieron en la espesa negrura de la noche. Suspiró, acariciando con las yemas de los dedos sus labios carnosos y rosados.

Se regresó por donde había venido, y cerró con pestillo la puerta principal.

El muñeco de porcelana la esperaba en el mismo lugar, sólo que ya no estaba la rebanada.

—Te daré más mañana, ¿okay? —lo cargó y subieron las escaleras.

Destendió la cama, la sacudió para quitar el polvo y ya con el niño en pijama, lo arropó.

—Dios bendiga a papi, Dios bendiga a mami, Dios bendiga a Tadashi y Dios bendiga a Hipo. Dulces sueños, pequeño —se acercó, apoyándose en la cama con sus brazos, a la cabeza del muñeco. Y le dio su beso de buenas noches.

Dejó una pequeña lámpara encendida y la puerta abierta, fue a su habitación y buscó ropa limpia.

Ya estando en la tina, llenándose con agua fría, empezó a recordar todos los sucesos que vivió alado de Tadashi.

Desde que ese chico de ojos rasgados y boca pequeña había llegado a su vida se sentía plena, se sentía feliz, ya no más dolor ni pesadillas.

Sonrió, cerrando sus ojos con fuerza. Deseaba que ese hermoso sueño (si es que lo era) no acabara jamás.




Pero nada dura para siempre, ¿verdad?

Eʅ Nιñσ IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora