꧁༒☬28☬༒꧂

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Ella no paraba de temblar, se sentía tan pequeña, tan vulnerable ante ese hombre grande y aterrador

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Ella no paraba de temblar, se sentía tan pequeña, tan vulnerable ante ese hombre grande y aterrador.

Hacía muchas horas que el auto se había ido, que Tadashi había podido escapar con vida. Y también que Hans había muerto. La última vez que había visto su cadáver, fue antes de que Hiccup la encerrara en su habitación.

Estaba en la cama sentada, apoyando su espalda en el respaldo de ésta. Con las rodillas pegadas a su pecho y la mirada perdida. Aún no podía asimilar todo lo que había ocurrido, quería creerse que todo era una fea pesadilla, que pronto despertaría en su casa, con su hermana y con su linda sobrina.

Pero esto era real, y quisiera o no, tendría que acostumbrarse.

El picaporte empezó a moverse con brusquedad, alarmando a la joven. Finalmente la puerta se abrió, mostrando lo que había detrás.

Su corazón se aceleró, las palpitaciones podía escucharlas retumbar atrás de sus orejas, y el pie le temblaba mucho.

Ahí estaba el hombre al que respondía el nombre de Hipo. El hombre que creyó había muerto hace años, cuando era un niño. Pero no, ahí estaba vivito y coleando.

Se acercó a paso lento a la cama. Elsa sólo se limitaba a observar sus movimientos, y cuidar de la distancia que tenía que haber entre ellos dos.

Él le tendió una hoja. La ojiazul lo miró con desconfianza, luego al papel.
Lo pensó por varios minutos, y finalmente la agarró. No le tomó mucho tiempo para darse cuenta de lo que se trataba.

—¿L-las reglas? –preguntó, un poco dudosa. Él asintió con la cabeza–... Pero el muñeco se rompió... —le cayó el veinte.

Quería que lo cuidara, que cuidara al Hipo real, al de carne y hueso.

—¿Qué pasará con...? –buscó una forma sutil de mencionar el cuerpo de su ex novio. Aunque él le haya hecho mucho daño, ella no lo quería como trofeo –... Tú sabes...

—Todo quedó como antes —contestó, el timbre era grave, como el de un hombre maduro.

Ya no habló. No tenía muchas ganas.

El sujeto se salió sin avisar, pero dejó la puerta abierta. Ella no pudo evitar pensar que ésta era su oportunidad para escapar, que si lograba llegar a la puerta principal se libraría de todo ese asunto. Y que podría volver con su hermana. Sin un ex novio psicópata y conflictivo buscándola al fin podría vivir en paz.

Te destrozará si haces alguna estupidez, oyó que le dijo la vocecita inteligente en su cabeza.

Y no lo dudaba, le había quedado muy en claro su fuerza, le ganó a Hans, a alguien que consideraba fuerte. Ni mencionar a Tadashi, que poquito más y lo partía en dos.

Hiciste una promesa. No puedes romperla. Después de todo, él sólo te tiene a ti.

Se hallaba tan concentrada pensando en cómo sería su vida, que no se dio cuenta cuando el castaño entró.

Se sentó frente a ella, observándola con detenimiento. Sus ojos entrecerrados, queriendo meterse en la mente de la rubia.

Sin previo aviso, tomó cercanía. Y para cuando reparó en lo que sucedía, ya estaba su cuerpo frente a ella. Él hundió la cabeza en el hueco del cuello de Elsa, y olfateó ligeramente. La ojiazul abrió la boca por reflejo, estaba asustada. E incrementó su miedo, cuando sintió el roce de su nariz bajando lentamente hasta sus clavículas.

¡Haz algo!

—¡Hipo! –gritó. Provocando que el susodicho diera un respingo–. Es hora de dormir —se sacó de la manga esa excusa.

Funcionó.

Se levantó de la cama, con la mirada gacha. Elsa sintió que ya volvía a respirar.

—Vayamos a tu cuarto —dijo, un poco más calmada.

Cuidó a un muñeco por más de un mes, la mayor parte del tiempo estuvo sola (los fines de semana eran la excepción. Pues Tadashi la acompañaba cuando tenía tiempo), en espera de alguna noticia de los Haddock. Soportó tormentas, sustos de muerte, que Hipo cambiara de lugar y que sus cosas desaparecieran. Esto, aunque fuera nuevo y diera miedo, ya no le importaba y no le afectaba.

¿Será que comenzó a aceptar su destino?

Entraron a la habitación de Hiccup, ella levantó la cobija, sacudió la cama y acomodó la almohada. Satisfecha con su trabajo.

—No dormirás con eso, está sucio –susurró Elsa, cruzándose de brazos, señalando con la mirada la enorme mancha de sangre que tenía en sus prendas. Hipo se encogió de hombros–. ¿No tienes ropa? Bueno, tú sabes, que te quede. Lo que hay aquí es para niños de ocho años —y señaló al armario.

El ojiverde asintió. Salió de ahí y no tardó más de cinco minutos en regresar con una muda de ropa limpia.

—¿O sabes qué? Te irás a bañar –cuando Hiccup escuchó eso, lanzó todo a todas partes, se enrolló en las cobijas y se cubrió la cabeza–. Es que no te estoy preguntando, tomarás un baño, punto final —ordenó, levantando lo que aquel sujeto berrinchudo aventó. 

Gruñó muy molesto.

Sabiendo lo que le deparaba el futuro, no hizo más que agachar la cabeza y cumplir por lo que se le había contratado: ser la niñera de Hipo.

Eʅ Nιñσ IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora