Chapter VIII

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Los ojos de un demonio nunca son del todo crueles, claro que en ellos se ve la apatía, el odio y la soberbia, pero siempre hay una chispa, una brizna de sentimiento que en un inicio uno no sabe identificar. Simpatía, empatía o quizás algo incluso más básico como puede ser el simple sentimiento de comprensión de una especie hacia otra, el reconocimiento de la vida ajena y del valor de esta. Había visto esa clase de mirada en los ojos de Corvo en repetidas ocasiones de mi infancia, de la misma manera que un perro entiende el dolor que siente su dueño al verle llorar, aun que sea incapaz de comprender porqué llora. Oh, pero en los ojos del demonio llamado Sebástian no había compasión ni empatía, solamente se podía ver en aquel brillo escarlata en odio y el desprecio, quizás porque aborrecía a los humanos o a lo mejor detestaba el haber sido descubierto. El conde seguía hablando, el té había sido servido y el ambiente se había relajado con el suave olor del té negro. El pequeño contratista hablaba intentando hacer que su voz pareciera más grave de lo que era.

—¿Lo que está intentado decir, Señorita Graves, es que usted conoce al asesino de Gertrudis Linnefield?—

Mi declaración sobre la naturaleza demoníaca del individuo que portaba entonces en sus manos una tetera no pasó desapercibida, solo quedó reducida a un segundo plano. Undertaker río como si yo hubiera dicho un chiste que solamente él era capaz de entender en su totalidad, el conde endureció su gesto y su mirada quedó marcada por el recelo y por una amenaza silenciosa. Acaricié inconscientemente la cicatriz horrible y arrugada que adornaba toda mi mano. Era incapaz de describir con detalle la naturaleza de mi relación con Corvo porque la desconocía. Sabía que le odiaba, sabía que le apreciaba, sabía que lo aborrecía y despreciaba; pero todo aquello era imposible de explicar sin remitir a hechos ya pasados y mi cabeza ya dolía lo suficiente como para forzar los recuerdos.

—Somos.... Viejos amigos.—

Puedo jurar que vi al demonio sonreír, casi reírse de mí ante mi declaración. Entendía sus razones para reírse, Corvo era un demonio y el principal destinatario de todo mi odio, pero también era lo único que quedaba de mi pasado, la única confirmación de que todos aquellos hechos que inundaban mi mente habían ocurrido realmente y no eran causa de un terrible y enfermizo delirio. Él era lo único que aportaba veracidad a mis recuerdos. Los ojos de mi madre eran castaños, no azules como los de la señora a quien llamaba "madre", mi hermano se llamaba Álvaro, no Charles, mi padre me había abandonado entre las llamas de un incendio, no en una fábrica. Aquella contradicción de hechos, aquella superposición de una vida sobre otra hacía que tuviera una dualidad de recuerdos. Una infancia junto a una familia bien asentada en los campos de España, otra en la podredumbre de los barrios bajos de Londres. Ambas veraces.

—¿Sería tan amable de facilitarnos una descripción de tal individuo?—

—Por supuesto.—

Respondí cortamente a Undertaker al salir de mis pensamientos, sonreí brevemente y me incliné ligeramente hacia delante para asegurarme que todos los presentes me escuchaban con atención.

—Su nombre actual es Corvo Blackwood, un nombre verdaderamente irónico. De tez pálida y cabello azabache, estatura por encima de la media pero sin destacar demasiado, huele a azufre, sus ojos son castaños.... Prácticamente rojos.—

Cuando las últimas palabras de aquella oración se estaban aún formando en mi mente no pude evitar mirar al demonio vestido de mayordomo como si se tratase de él a quién estaba yo describiendo. Fruncí los labios y le miré con apatía. Entonces lo vi, fue un segundo solamente lo que duró pero ahí estaba, aquella emoció que ya he descrito, aquella que hace que los demonios sean algo más que pura crueldad. Y en el caso de Sebástian, aquella emoción tomo la forma de algo demasiado humano para un demonio. Curiosidad.

—Es tarde. Sebastián, prepara dos habitaciones; reanudaremos esta reunión mañana. —

—Como diga, joven amo.—

El enterrador silbaba una suave pero tétrica melodía al recorrer los pasillos de aquella mansión, se paró súbitamente cuando estuvimos lo suficientemente alejados del conde y sus sirvientes. Sus ojos volvieron a brillar de aquel tono verdoso, tan bello y horrendo a la vez. Que tragedia que algo tan hermoso solo me haga pensar en la muerte.

—Le pregunté, el primer día que vino a trabajar para mí, si había presenciado alguna muerte horrible. Usted me dijo que no lo sabía, ¿Lo sabe ahora?—

—Sí.—

Apenas fue un suspiro mal vocalizado, había tantas cosas que aún no sabía de mí misma... Él se giró completamente hacia mí, tan alto que me ocultaba de la luz de las lámparas y en su silencio oía la demanda de una explicación.

—Ha muerto tanta gente.... Y cada día mueren más, cada segundo, cada suspiro que expiramos alguien muere en algún lugar. He visto a mucha gente morir, en mis recuerdos no se ven sus rostros ni se oyen sus nombres, solo hay gritos. —

—Pero yo- Hay algo que me inquieta en usted señor Undertaker... Cada noche sueño con un palacio cercano al mar de lámparas de araña y cuadros en cada recoveco de las paredes, creo que allí morí.... Y cada vez que le miro lo único que veo es lo mismo que vi ese día. Muerte.—

Él sonrió con una latente curiosidad. Mi voz nunca tembló, firme y altiva, tal como mi madre me recomendó al tratar con hombres cuyas intenciones era aún para mí desconocidas. Undertaker apartó el cabello de su rostro dejando completamente al descubierto sus ojos mientras estaba expectante por alguna reacción en mí.

—¿Y bien Señorita Graves? ¿Qué piensa al saber que está mirando a los ojos de la muerte?—

—Pienso que le sentaría bien llevar gafas.—

Él rió con profundidad, se dobló sobre su cuerpo y soltó una sonora y aparentemente incesante carcajada. Para él mi comentario había sido bastante irónico, para mí había sido una mera observación. Era una criatura extraña pero le apreciaba por todo lo que había hecho por mí y por sus semejanzas con un viejo amigo de ojos igual de verdes.

Cuando el mayordomo nos encontró en el pasillo la carcajada de Undertaker aún resonaba, se secaba dramáticamente lágrimas de los ojos mientras se doblaba y retorcía como una auténtico lunático. El demonio decidió sabiamente no hacer comentario alguno. Él fue llevado a una habitación cercana y yo a otra un poco más alejada. Sebástian iluminó el camino sin hacer comentario alguno y entró en la habitación conmigo para asegurarse de que la estancia era de mi agrado. Una vez la puerta se hubo cerrado tras mi espalda sus ojos recuperaron aquella sangrienta tonalidad. Su voz adquirió un deje cargado de violencia y odio, yo incliné la cabeza como quién mira a un animal exótico. Con sus colmillos asomados lanzó una pregunta al viento que me hizo sonreír antes de contestarle.

—¿Quién eres?—

—Nadie importante, solamente alguien que no murió cuando debería haberlo hecho.—

•••

¡Hey! He vuelto con esta historia, quería aprovechar las vacaciones para actualizar al menos la mayor parte de las historias que tengo comenzadas pero entre las comidas familiares y el trabajo de investigación que he de entregar en enero no sé si voy a tener tiempo.

Antes de empezar con el romance entre Sebástian y Evangelinne quería que ella acabase de resolver todos sus dramas con Corvo y su pasado, y mientras esto pasa Sebástian intentará comprender porqué ella es tan interesante. Así que tened paciencia please.

Por otra parte quería aclarar que no hay contradicciones en la historia de Evangelinne. Sé que en otro capítulo dije que su madre le dijo que adoptara una actitud sumisa ante los hombre y en este ella recuerda que su madre le dijo que nunca fuese sumisa ante hombres. Esto no es una contradicción. El primer consejo se lo da la madre que tiene actualmente (la que no le deja tener cuchillos y todo eso), y el otro consejo es el que le dió la madre que tuvo en su anterior vida. Poco a poco, cuando Evangelinne vaya recuperando recuerdos irá habiendo más contradicciones ya que hablará de su anterior familia y no de la que tiene ahora. Solo quería aclarar esto.

𝐄𝐓𝐇𝐄𝐑𝐄𝐀𝐋; sebastian michaelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora