8.- Carretera

41 6 0
                                    

Después de un día de trabajo muy agotador en la oficina, Franco preparaba sus cosas para irse a casa. Como acostumbraba a hacer, se llevó el tazón sucio con café a la cocina y lo limpió mientras miraba por la ventana la oscura noche del viernes.

Era un día tranquilo, sin más planes que manejar hasta la casa y dormir sin el miedo a que suene la alarma tan temprano. Franco guardó el computador y se despidió de los compañeros que aún quedaban ahí, bajó por el ascensor desde el piso octavo y pasó por el vestíbulo de entrada donde estaba el conserje.

- ¡Hasta el lunes Don Franco! - le saludó el conserje
- ¡Qué pesado eres Iván! Ya te he dicho que no me pongas tantos años encima con eso de Señor, no ves que tengo tan solo treinta y dos años - replicó el muchacho en tono de broma.
- Que descanses muchacho, tendrás suerte si logras desaparecer esas ojeras con dos días libres- dijo Iván en tono burlón.
-¡Ni hablar! - contestó Franco haciendo un gesto de despedida por la espalda.
- Maneje con cuidado Franco, está por empezar a llover - agregó el conserje sin saber si el muchacho lo había oído. 

Afuera había bastante movimiento, muchas personas ya había salido de sus oficinas y puestos de trabajo, los estudiantes probablemente estaban en sus casas. Las gente caminaba apurada por las calles para evitar mojarse con la lluvia, pues las primeras gotitas empezaban a caer.

Sin perder más tiempo el muchacho se puso en marcha al estacionamiento, a la vuelta de la oficina. En ese lugar techado tenía estacionado su Hyundai negro. En el breve camino, Franco pensaba cual sería el mejor panorama para el fin de semana: quizá ver una película, terminar esa serie en Netflix, jugar videojuegos o salir a caminar por la playa con alguna amiga; aunque le llamaba más la atención pasar tirado en su cama durmiendo.

Franco le pasó un par de billetes al cuidador sin hablarle mucho, no le gustaba conversar con él porque siempre terminaba contándole millones de problemas, y la verdad es que ya tenía suficiente con la oficina. El muchacho fue a su auto, lo abrió y una vez adentro y con la llave puesta en el contacto se puso a buscar una buena emisora con música para viajar a casa. 

Una le gustó, un programa radial donde la gente pedía canciones de rock antiguo y algo de metal. El muchacho hechó a andar el vehículo y salió del estacionamiento.

- Hasta el lunes inmunda ciudad de mierda - dijo para sí mismo mientras abandonaba la cuadra donde estaba el edificio en el que trabajaba.

En el segundo semáforo camino a la carretera, la lluvia empezó a caer con mayor intensidad, Franco le bajó el volumen a "It's my life" de BonJovi para escuchar como las gotitas explotaban en su parabrisas. Si había algo que a este chico amaba más que la música, era el sonido del agua cayendo.

Estaba tan abstraído que apenas se dio cuenta que el semáforo había cambiado a verde, los conductores de atrás le tocaban la bocina, pero sin preocuparse demasiado avanzó con toda calma. Por su lado pasaban los más estresados gritándole improperios, pero Franco les contestó volviendo a subir el volumen a Bon Jovi y subiendo las ventanas.

Luego del impás, el camino fue bastante lento hasta entrar en la carretera, había mucho flujo vehicular y se avanzaba a la vuelta de la rueda. La buena música y la esperanza de pasar un fin de semana sin preocupaciones era la única aspirina que calmaba la ira contenida de un oficinista en día viernes.

Pasaron varios grupos durante el lento avance: Metálica, los Guns, incluso Freddy Mercury y Queen se dedicaron a animar un poco la cosa. Franco coreaba "Bohemian Rhapsody". En este punto la noche era absoluta y la lluvia caía torrencialmente. El muchacho entró a la carretera y ahí logró por fin tomar mayor velocidad. Los paisajes pasaban rápido, a 120 kilómetros por hora, a pesar de que el pavimento estaba resfaladizo. Franco confiaba mucho en sus habilidades al volante, por lo que la velocidad y el terreno no fueron realmente un obstáculo para él.

Infierno psíquicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora