Albus Potter está cansado. Cualquiera que mirara desde afuera, fácilmente puede decir que lo tiene todo: dinero, padres famosos, buenos hermanos, las mejores notas de la clase y la capitanía del equipo de Quidditch. Pero las cosas no eran tan sencil...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
--Estás demente--Albus pensó, en voz alta, mirando a Scorpius sonreír.
--Me lo han dicho mucho--se encogió de hombros, complacido de que Albus, a pesar de que repetía que se iba a ganar una buena reprimenda, aún no había dicho que no--, pero, vamos, es una buena idea...
--Y mi padre va a matarme--murmuró, bajando la voz cuando un grupo de chillonas niñas de Hufflepuff pasó junto a ellos--. Además, ya dije que me quedaría para Navidad.
--Pues diles que vendrás a casa--Scorpius le guiñó un ojo--, o yo iré a la tuya.
--Uh, claro, para que presencies como mi madre me corta la cabeza.
En realidad, Albus no quería decir lo mucho que le asustaba la idea que Scorpius, quien parecía ser el responsable de todos sus nuevos cambios (es decir, Albus ya no hacía tarea de semanas entrantes, sorprendentemente), considerando lo que esta podría llegar a significar en su vida; hablando de sus padres, ellos estarían completamente de acuerdo o, simplemente, lo dejarían a su merced, sabiendo que Albus era capaz de cuidarse y tomar decisiones por sí mismo. James enloquecería de la risa y Lily, amable, felicitaría su nueva apariencia. Y Albus quería, lo quería mucho. Desde hace más de dos años, cuando tomó revistas de moda muggle y contempló las distintas formas de vestirse, su pecho estaba lleno de la ansiedad que su guardarropas le producía, por muy superficial que eso pareciera: Albus quería vestirse como él realmente se sentía, no con cardigans y sweters que su madre o abuela le regalaron, pero estaba lo suficientemente inseguro de su pensamiento como para pensar que su gusto en ropa no era bueno. Scorpius, cuando le contó aquello, en un día aburrido de extremo calor, enloqueció por completo y comenzó a armar distintos tipos de planes para hacer en aquellas pequeñas vacaciones de Navidad.
--Hay que traer al verdadero Albus Potter la próxima vez que vengamos a Hogwarts--le había dicho, muy serio--, y no voy a aceptar un No como respuesta.
El problema era que, en realidad, Albus dijo que no. Scorpius era valiente, lo suficiente acostumbrado o descarado como para que no le interesara lo que los demás pensaran de él, pero Albus no lo era, y se sentía terrible cada vez que se imaginaba las expresiones de sus familiares o profesores. No quería enfrentar aquel momento de incomodidad en el que tienes que explicar por qué hiciste lo que hiciste. Scorpius creía que eso era una porquería;
--Tú no tienes que explicar nada a nadie--le dijo--, sino que tienes que hacer lo que quieras. Entonces, ¿Estás dentro?
Albus hubiera repetido la palabra "No", si no fuera por que realmente quería pasar más tiempo con Scorpius, fuera de las horas de clase y recreos. Nunca habían experimentado el no tener a otras personas rodeandolos constantemente, y, por alguna razón, estaba emocionado por conocer su lado mundano, una de las principales razones por las que dijo que sí.
La otra razón, era que Albus, quizá, estaba comenzando a darse cuenta de que, para hacer aquello de lo que más tiene miedo, debía pensar lo más mínimo posible.