Capítulo 23.

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—¿Papá, quienes  son? —pregunté, sin importarme lo desesperada que sonó mi voz.

—Vas a irte a un reformatorio, esto se nos ha ido de las manos y prefiero saber que estás encerrada ahí, a tener que estar viviendo como estos últimos meses —me explicó—. Iremos a verte los fines de semana —añadió con una calma que me desesperaba.

—Papá, no por favor voy a portarme bien lo juro. Volveré al instituto, quiero estar con ustedes, los echaré de menos, no me quiero ir —supliqué.

Me abracé a mi padre con toda la fuerza que pude reunir, si tenía que rogar y arrodillarme para que cambiara de opinión lo iba hacer. Mis lágrimas no tardaron en acompañar mis súplicas, mientras mis palabras se entre cortaban con sollozos. Los  militares que tenía frente a mi, observaban la escena sin inmutarse, como si ya estuvieran acostumbrados a esto.  Miré a mi padre con la cara más suplicante que pude tener en un intento por razonar con él. Entonces sentí como una mano se ciñó a mi muñeca, como si solo esperara una orden para tirar de mi.

—Llévenla —dictaminó mi padre tan serio como siempre.

—Papá hablemos por favor… —gemí desesperada.

Mi padre giró la cara mirando a la pared, en negación a mi petición, así que me aferré  a su brazo  con tanta fuerza que lo escuché quejarse. Él hombre que sujetaba mi muñeca ejerció más fuerza y halo mi brazo.  Yo estaba aferrada a mi padre pero consiguió  separarme, así que opté por tirarme al suelo, me retorcí en todas direcciones buscando  que él hombre me soltara. Entre aruñones, manotazos y quejidos,  conseguí escabullirme de él, también empleé uno de los movimientos que aprendí con Brad.

Estando libre de sus manos, corrí dispuesta a suplicar,  pero esta vez me dirigí  hacia mi madre, me lancé a ella en un abrazo. Ella correspondió a mi abrazo y eso me invitó a sujetar la con más fuerza, sentí su mano acariciar mi pelo en un gesto tranquilizador, por un momento me volví a sentir como lo que era, una niña. Mis ojos se volvieron a empapar de lágrimas y en un sollozo balbuceé.

—Mami, quiero volver al instituto, estar contigo, te quiero mucho  soy tu princesita, por favor… —mascullé afligida.

Mi madre miró a mi padre para buscar una mirada de aprobación, yo seguí su vista pero mi padre frunció el ceño, en una mirada acusadora, desaprobadora, casi mortal.

—¿No ves que solo te está manipulando? —dijo serio.

—Marcos, démosle una oportunidad, mírala, está asustada —comentó mi madre mirándome de soslayo—, ella lo ha entendido, se alejará de esos tipos y volverá al instituto, ¿verdad cariño?

—Si mamá —respondí en un tono tan dulce que hasta yo me sorprendí, pero mi padre me miró poco convencido.

Marcos, no se tragaba mi arrepentimiento, pero terminó subiendo las escaleras sin disimular su desacuerdo. Solté el aire que tenía retenido, y volví a abrazar a mi madre, en el transcurso del abrazo, estiré mis labios en una sonrisita, asegurándome de que ella no lo notara. Nos separamos y ella se acercó al militar que teníamos a nuestro lado  y yo me dejé caer en el sofá.

Mientras mi madre se encargaba de disculparse con los hombres del reformatorio, yo jugaba con mis dedos. Un carraspeo me hiso mirar hacia el otro extremo del sofá donde se encontraba Owen, mirándome con insistencia, como si tratara de sondear mi mente y adivinar lo que yo estaba pensando, seguro quería saber si realmente estaba arrepentida, le regalé una sonrisita crispada, haciéndole saber que me había salido con la mía, él miró de reojo a nuestra madre y me lanzó una mirada  desilusionada casi acusadora. Me encogí de hombros al tiempo que mi madre caminaba a la cocina y yo la seguí.

—¿Mamá puedo ayudarte?

—Claro que si cariño, no sabes lo feliz que estoy —confesó.

—Yo también.


[…]

Ya había pasado más de medio día y se acercaba la hora en la que mi madre se sentaba en el jardín con sus amigas: bebían té y hablaban de sus cosas. Yo por mi parte llamé a Carla, la echaba de menos y tenía tanto tiempo sin verla, en todos estos meses no hemos perdido comunicación pero no era lo mismo que antes.

Escuché el timbre sonar y pegué un salto para abrir, pero mi madre me hizo volver a sentar con un gesto.

—Yo abro —dijo.

Asentí, soltando un suspiro, me sentía una prisionera en mi propia casa.

—¡Leah! —gritó Carla, apenas se paró en la puerta.

Corrí hacia ella, y me lancé a su cuello en un abrazo cargado de sentimientos, ambas estábamos al borde del llanto, la eché de  menos, y mucho. Me separé de ella con urgencia y tiré de su mano para llevarla a mi habitación. Por suerte después de comer mi madre me había encargado organizar la habitación, y lo hice, no quedó igual pero todo estaba recogido. Carla y yo nos sentamos en el borde de la cama, yo tomé sus dos manos, casi emocionada de tenerla conmigo.

—Tengo muchas cosas que contarte y no se por donde empezar —comenté.

—Estoy deseando escucharte —respondió casi emocionada.

—¿Recuerdas a Brad, mi entrenador? —Ella asintió—. Es mi novio.

Carla entre abrió los labios sorprendida, y no era para menos, yo le había hablado de él, al comienzo de los entrenamientos se lo mencioné, pero en todas las ocasiones eran quejas.

—Empieza por el principio, pero cuéntamelo todo —reclamó mi amiga, dispuesta a escucharlo todo.

Y así lo hice, le conté parte de como había pasado todo, aunque sabía que unas horas no bastaban para resumirle todo lo que había pasado en estos últimos meses…

Más fuerte que mi Enemigo 1. ||Terminada|| ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora