Cuando llegamos a México al hospital de lomas verdes fue un poco más tranquilo, estaba un poco despreocupado mi mente ya había asimilado lo que estaba ocurriendo.Los paramédicos me llevaron a urgencias para registrar mi entrada. Mamá estaba muy preocupada por qué no traíamos ningún documento para poder registrarme, los paramédicos le explicaron a mamá que para poder recibirme tenía que firmar un pagaré y a si fue.
Me dejaron a un lado de la ventanilla para poder examinar qué tipo de lecion tenía, un doctor se acercó y me tocó mis piernas preguntando qué si las sentía, le contesté que no y en ese momento frunció el ceño de preocupación. Se marchó apuntando en un documento mis síntomas.
Yo en ese momento pensaba que mis pies habían tenido algún tipo de bloqueo de dolor y que era momentáneo, pronto volveré a sentir mis pies pensaba en mi mente.
Se acercó un camillero y preguntó qué si yo era Ulises, le contesté rápidamente que si; el tomo la camilla y me llevo a una habitación obscura, no podía ver cómo era el lugar porque el collarín que me habían puesto los rescatistas que me recogieron del asfalto de la autopista me impedía mover el cuello, lo único que observaba en ese momento era el techo de aquel inhóspito lugar.
Me acomodo a lado de otra camilla, al entrar por aquella puerta se escuchaba mucho un aparato médico con un terrible bip, bip, bip. Después de que llegue pasó unos treinta minutos y se acercó una enfermera para conectar mi cuerpo con ese aparato ruidoso, también me checo la presión y mis signos vitales para después retirarse con otro paciente.
Me quede solo y al fondo se escuchaban llantos de personas llorando y quejidos de pacientes desesperados, trate de que no me alteraran los ruidos y me concentré en mis manos trataba de moverlas por qué las sentía un poco adormecidas.
Transcurría la madrugada de aquel día y mis manos se adormecieron y poco a poco deje de sentir uno por uno mis dedos de las manos, pensaba que era normal por el impacto. Si hubiera sabido que era la última vez que sentiría mis manos y mis dedos en ese momento hubiera pedido a los enfermeros que dejaran pasar a mamá para abrazarla y sentir entre mis brazos su calidez de su cuerpo por una última vez, pero no fue a si y en vez de eso me quede poco a poco dormido por la anestesia que me habían puesto en el suero.
Comenzaban las primeras horas del segundo día de la tragedia, En la habitación donde estaba siempre se veía obscuro, toda ese día y toda esa tarde me quedé dormido hasta la hora de visita de la noche.
Yo esperaba que entrara mamá para verla, pero no entro ella; cuándo abrieron las puertas para que entraran las visitas, vi a un señor con un aspecto familiar, medio-alto, moreno, con barba y con una gorra que sostenía en una mano, se acercó a hacia mi, no lograba distinguir bien quien era el señor; porque tenía la vista un poco nublada.
—¡Hijo! ¿cómo estás? —preguntó el señor.
—¡Si viniste! —respondí reconociendo la voz de mi padre que hace décadas no escuchaba.Había llegado papá.
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El arte de vivir en una silla de ruedas
Teen FictionTodo esto duele; el pobre y brutal sentimiento de no poder servir, el simple hecho de no poder alcanzar un estante, no poder abrazarla, te va destruyendo poco a poco y mierda duele mucho. Hoy al estar escribiendo de repente mi cabeza simplemente per...