Esa mañana desperté, tenso, nervioso, con un sudor por todo mi cuerpo, frío muy frío, con lágrimas en los ojos y con un nudo en la garganta y el hueco en el pecho. Con la decepción a flor de piel y la tristeza alimentando mi mañana.
En la habitación estaban parados a un lado mío un enfermeros y una joven.
Me llamo la atención la joven por que tenía una piel blanca, casi transparente, cabello largo y lacio de color negro como la noche, un cuerpo fino que cubría con un bata blanca y larga, y en su cara de facciones finas, se encontraban unos ojos tan hermosos, con mirada serena y tranquila, de pupila negra, perecía que podrías perderte en ellos, como si fueran un agujero negro, pertenecientes a otra dimensión.
Ella se acercó poco a poco, no supe qué hacer, me sentía nervioso, aún no sé si fue por miedo, o por su belleza; después, como si viniera de otro mundo, con una voz suave y encantadora, y prediciendo mis pensamientos, desviando su mirada de la mía para observar mi brazo y con expresión triste dijo:
—Tenemos que sacar sangre de tu brazo para poder estudiarla.
Después de pronunciar esas palabras con lágrimas en mis los ojos, ella se quedó en silencio que me pareció eterno; yo no pronunciaba palabra alguna, no podía, ya que su cara tenía una expresión de un dolor profundo, esa mirada melancólica me dejó helado, creí estar muerto, ya que no sentía ni siquiera respirar, quede en shock, no entendía sus palabras, trataba, pero no podía comprenderla, y rompiendo el silencio, tomándome de los brazos, mirándome fijamente y con la jeringa en sus manos me inyectó.
Pensé que me dolería pero no sentía nada, no sentía mis brazos.
Enseguida de sacarme sangre se retiró de la habitación junto con los enfermeros y me quedé sólo con mis pensamientos.
—Estoy en la oscuridad de mi cuarto solo, con los ojos cerrados y la playlist de Spotify a tope.—Me decía a mi mismo tratando de mentirle a mi cuerpo, haciéndole creer que todo estaba bien, cuando en realidad era todo lo contrario.
Creo que el vacío de todas las personas se manifiesta de diferentes maneras, creo que hay quienes lo sienten cómo un miedo profundo, otros tantos lo sentirán cómo un coraje bien enraizado, para mi es esta sensación de soledad, cómo si el mundo entero me hubiese abandonado.
llegó el momento en que entendí que lo único que podía hacer era estar acostado simplemente existiendo, dejando que toda esa soledad recorriera toda mi memoria, se paseara por mis entrañas y saliera por la punta de mis pies.
Ya había asimilado que estaba en el área de terapia intensiva y que tenía que esperar unos días más para que mi pulmón se recuperara.
En el área de terapia intensiva ya no podían entrar y salir familiares en cualquier momento, había un horario establecido. Solo veía a mis papás una hora al día, por las mañanas entraba Mamá y por las noches entraba papá.
Era duro por qué ya no tenía el apoyo de ellos. Esto ya se había convertido en una guerra; donde pelearía sólo.
ESTÁS LEYENDO
El arte de vivir en una silla de ruedas
Teen FictionTodo esto duele; el pobre y brutal sentimiento de no poder servir, el simple hecho de no poder alcanzar un estante, no poder abrazarla, te va destruyendo poco a poco y mierda duele mucho. Hoy al estar escribiendo de repente mi cabeza simplemente per...