El jardin de mamá

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Conocí la verdadera soledad una noche de noviembre, cuando lloré viendo el techó de mi habitación inmóvil, bajo el peso de todo aquello que nunca nadie se interesó por saber; por las personas que no se interesaron por saber si seguía viviendo, esas personas que yo creía que me buscarían y al final no lo hicieron.

Sé lo que es el sentir que no le importás a nadie. Sé cómo es que la tristeza te coma desde adentro hacia afuera, que te deje cada vez un poquito más vacío, que pierdes el brillo en tus ojos, el color en tus mejillas y las ganas de vivir.

La vida me dio sorpresas que me hicieron llorar, que me hicieron sufrir, que partió mi corazón en pedacitos.

Desde que regrese a casa había días en los que sentía, que mi vida entera era un desastre. Nada me hacía feliz y en las noches lo único que hacía era llorar, sin saber cuáles eran los motivos. Mi familia estaba conmigo pero me sentía solo y extrañaba la escuela, mis"amigos", mi futuro y los errores que cometía, extrañaba el desastre que era yo.

Cuando pasas por una situación similar ya nada te sorprende, ya no quieres salir ni hacer vida social, todo a tu alrededor te da igual, el tiempo pasa pero tu vida no, ya no importa nada y lo único que quieres es acabar con esto, acabar contigo mismo.

Por qué simplemente te cansas de levantarte tantas veces, de sentirte solo, te cansas de que nada cambie día a día y todo siga igual, te cansas de esperar algo que muy probablemente no llegará, te cansas de llorar a solas, te cansas del mismo pensamiento de mi*rda de siempre, te cansas de no encajar, te cansas de fingir, que llega ese punto limite en el que te cansas de "vivir", simplemente sientes que no puedes seguir de pie; Tienes una guerra en la cabeza y te está destrozando por dentro y ya no puedes seguí luchando.

Créeme uno lo intenta, no una sino mil veces y deseas con todas tus fuerzas cambiar, uno lucha contra uno mismo; luchas contra aquello que lo hunde, que lo deja en un mar de desesperación y tristeza, uno lucha en serio; pero no siempre se gana.

El dolor que sentía en el hospital no se comparaba con el dolor que sentía en mi casa, mi habitación fue testigo de la más destructiva guerra que peleé conmigo mismo.

Yo solo en mi habitación trataba de apaciguar mi frustración y dolor, trataba de calmarme, mientras mamá estaba en el jardín regando sus flores. Al principio no lo entendía el por qué pasaba horas y horas en su jardín.

Y entonces lo entendí. Cuando haces sufrir mucho a mamá, ese dolor no se va nunca, esa cicatriz permanece en el corazón, colgando como una ligera hoja de un gran árbol, se queda allí para siempre. Y tanto si lo quieres como si no, Pero mamá había encontrado una singular forma de purgar su tristeza en el jardín, plantando flores muchas flores y cuidándolas como una madre cuida a sus hijos.

Había días en los que mamá no hallaba razón para estar en el jardín y se ponía tristes, había días buenos en los que mamá estaba en el jardín y sonreía como si no hubiera pasado nada. pero mamá, seguía con ese vacío en el interior que siempre estaba ahí, había días que no se alejaba de mi lado, tardes que siempre estaba conmigo que me hacían sonreír y me trasmitía una paz con tan solo verla a los ojos.

Desde que entendí la importancia del jardín de Mamá lo observo; como una pintura, como una obra de arte, tratando de averiguar lo que el escultor, el pintor trato de transmitir al crear su obra.

Entonces veo a mamá cómo un artista de la vida a través de su jardín.

El arte de vivir en una silla de ruedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora