Transcurrían las primeras horas del primer día, del primer mes, del primer año, que mi vida daría un giro de 180º.
Ya era tarde, los paramédicos alistaron todo para comenzar el viaje a México, me subieron a la ambulancia con preocupación, los doctores hicieron firmar a mamá un documento donde explicaban qué tal vez yo moriría en el camino.
A un estaba consciente de lo que sucedía, mamá tenía el teléfono en sus manos; estaba sentada a un lado mío, podía notar su mirada perdida entre pensamientos, su celular empezó a sonar, rápidamente contestó, creo que eran familiares preguntando lo que estaba sucediendo.
Mamá duró hablando por teléfono mucho rato, entre llamada y llamada pero ella no despegaba su vista de mis ojos, me decía con voz tranquila que por favor no me durmiera, yo estaba exhausto de aguantar el dolor que sentía en mi cuerpo y poco a poco iba cerrando mis ojos hasta que mamá me dijo que papá estaba al teléfono y quería hablar conmigo, ella puso el celular en mi oído y la voz de papá se escuchó.
—Hijo ¿cómo estás? —preguntó papá.
—¡Bien, papá! —contesté con voz tranquila para no asustarlo.
—¡Mañana llegó hijo! tomare el vuelo a primera hora —dijo con entusiasmo.
—¡No! papá, no hace falta que vengas, estoy bien —le dije con desacuerdo.Mamá siguió hablando, la camilla donde iba acostado empezó a moverse de su lugar, estaba lloviendo y los paramédicos detuvieron la ambulancia a la orilla de la autopista, para acomodar de nuevo la camilla en su lugar.
Cuando llegamos a nuestro destino ya era de madrugada.
ESTÁS LEYENDO
El arte de vivir en una silla de ruedas
Teen FictionTodo esto duele; el pobre y brutal sentimiento de no poder servir, el simple hecho de no poder alcanzar un estante, no poder abrazarla, te va destruyendo poco a poco y mierda duele mucho. Hoy al estar escribiendo de repente mi cabeza simplemente per...