Capítulo 2

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Una bruja

     10 años más tarde (1991)

     El largo cabello y la barba de Albus Dumbledore se alborotaban por la brisa veraniega que apaciguaba el ahogante calor en una de las calles más pobres de Londres.

     Echó a andar por la acera a paso largo, y su llamativo traje de terciopelo azulado atraía las miradas. No eran muy amigables, los pocos que estaban fuera de una casa sería seguramente porque no tenían, e intentaban esconderse tras las prendas raídas, sucias y rasgadas que portaban. No parecían querer nada que ver con aquel extraño personaje.

     El director de la prestigiosa escuela atravesó por una de las tantas verjas de hierro y entró en un patio absolutamente vacío. Hierba, parecía que había muerto hacía demasiado tiempo, y solamente quedaban algunos de los restos encima de la tierra desigual y agrietada; no había llovido en todo el verano, y al parecer los dueños no se habían preocupado por regar el único árbol que hacía sombra. En ese momento ya daba igual, el árbol también había muerto y solo quedaba el tronco.

     Se detuvo un poco antes de llegar a la puerta de edificio cuadrado y sombrío, cercado por una alta reja. Las paredes por fuera mostraban la clara falta de pintura que ensuciaba la vista. Las ventanas, todas alineadas y sin un solo balcón. Subió la mirada poco a poco, estudiando exactamente como debía estar el edificio que arecía que antes de caería por su propia solidez que a que un huracán se lo llevara.

     Pudo ver a través de una de las ventanas del primer piso una sala grande llena de bancos que solamente miraban en una dirección. En frente del todo, un altar con un par de estatuas, una cruz, y un piano al lado. Siguió subiendo la mirada, en el segundo piso podía solamente apreciar el reflejo de lo que supuso que era una olla, y no alcanzo a ver nada más inusual hasta el último piso. La ventana más a la derecha era la única que tenía barrotes. 

     Dumbledore sabía a que se enfrentaba. Un orfanato que, so lo había estudiado bien en uno de los folletos informativos muggles, enseñaban a los niños desamparados a conectarse con dios y a conectarse con la naturaleza. Ellos mismos cuidaban gallinas para eso último, y eso era justamente lo que debía de estar en aquella habitación de barrotes en la ventana.

     Retomó el camino, subió los escalones de la puerta principal y llamó una vez. Pasados unos instantes, una muchacha rubia y de ojos verdes lo recibió deslumbrante. Era bonita, no lo podía negar nadie, y las facciones amables la harían pasar por un angelito.

     -Buenas tardes. Tengo una cita con la señorita Bitter, que, si no me equivoco, es la directora de esta institución. 

     -¡Oh! -dijo la chica, perpleja ante el extravagante atuendo del hombre-. Hum... un momento... ¡Señorita Bitter! -llamó volviendo la cabeza. 

     Algo se oyó desde el interior. 

     -Pase, ahora viene -pidió amablemente.

     Dumbledore entró en un vestíbulo de tablones de madera desiguales; era un lugar viejo y desgastado y por lo que parecía, no limpiaban tanto como muchos desearía. No estaba sucio, ni desordenado, solamente polvoriento. Como si nadie se atreviera a tocar nada por miedo a estropear algo y que le obligaran a limpiar el desastre después.

     La chica, seguramente baja para su edad, se apresuró hacia el vestíbulo por un pasillo. Dumbledore se preguntó si esa era la muchacha por la que había ido a un lugar tan deprimente. La niña volvió, esta vez detrás de quien debería ser la directora.

Lilianne y la Piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora