Capítulo 3

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A partir de aquí, todo será en primera persona


Sin despedidas, por favor

     No hay nada como una agradable charla con mi directora favorita: de eso ya hace dos semanas. La arpía quería saber si había aceptado ir a estudiar en un colegio religioso de alta calidad que me enseñaría como debe ser la vida de los cristianos. 

     Eso tenía más sentido. Si ella supiera que en realidad voy a aprende magia me quemaría en una hoguera como en la Edad Media. 

     Estoy esperando, aquí como idiota que lo que diga aquel anciano se haga realidad y deseando no haberlo soñado todo. No podía ser un sueño, no lo soportaría; necesitaba salir de ese sitio.

   <<Toc, toc, toc>> 

     La puerta del orfanato sonó. No había nadie en el pasillo excepto yo, por lo que con un suspiro resignado fui a abrir la puerta. 

     Lo primero que vi fue a una señora con el pelo castaño canoso y ojos azules, con un vestido azul claro que no dejaba ver nada de carne. Detrás de ella se encontraba un niño de más menos mi edad, con el cabello marrón claro al igual que sus ojos. A su lado un hombre y una mujer con aspectos similares al niño, seguramente sus padres. 

     -Bienvenidos al Orfanato Santa Maria de los Desamparados -empecé- ¿os puedo ayudar en algo?

     -Buenos días cielo -sonrió la mujer- soy Madame Pomfrey, vengo ha hablar con la la Madre Superiora. 

     -Por supuesto -abrí la puerta y dejé que entrara. La deje así durante un instante pero los otros tres parecían no querer entrar. 

     -Señores Finch-Fletchley -se giró Madame acordándose de su existencia- ¿podríais quedaros unos minutitos aquí fuera? Ahora en seguida salgo. 

     -Por supuesto Señora Pomfrey -no le dio importancia la mujer-, usted tranquila. 

     -Por aquí por favor -la guié en silencio hacia la sala.

     Toco la puerta y escucho un "Adelante"

     -Madre Consuelo -la llamé- la señora Pomfrey desea hablar con usted.

     Y las dejé allí mientras yo subía a encontrarme con el amor de mi vida, o eso hubiera querido si un lagarto rubio no se hubiera interpuesto en mi camino.  

  -Mira que mona -se asomaba Nancy por la puerta-, ¿Por fin te van a adoptar o es otra queja por mal comportamiento?

     -Vete a rezar, Nancy -le espeté.

     -Ya he acabado señorita amargada -pasó delante de mi con una sonrisa-, no voy a convertirme en una don nadie como tu.

     -Esta don nadie está en el mismo lugar que tu -razoné- por lo que muy lejos no has llegado con tus oraciones.

     -A mi me adoptaron ¿recuerdas? -puso sus manos en las rodillas para apoyarse y dejar su cara a la altura de la mía con demasiado poca distancia- Es extraño, los niños van y vienen de un lado para el otro, pero tu te quedarás aquí toda la vida hasta que te echen de una patada como perra sin nada que eres.

     -Si Nancy -rodé los ojos-, ya me has recordado un millón de veces lo asquerosa que soy. Por eso te recomiendo que no me hables o te pongas tan cerca de mi, lo malo también se apega. En este caso mi fracaso.

     Se enderezó y volvió a la puerta por donde apareció.

     -¿Te crees muy graciosa? No deberías darte tantos aires -se enderezó-, recuerda lo que les pasa a la gente como a ti. Se van al infierno demasiado pronto.

Lilianne y la Piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora