Capítulo 5

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Expreso Hogwarts

     -Vamos, vamos que llegamos tarde -esta mujer vivía estresada- la segunda a la derecha. 

     Esa mañana nos levantamos pronto para ir a la estación King's Cross. Por lo visto la enfermera se durmió y ahora llegábamos tarde. Miré otra vez mi billete de tren. 

     -Aquí pone que el tren no saldrá hasta de aquí dos horas y cuarto - dije más para mi misma que alguien en concreto. 

     -Más vale pronto -replicó- por si acaso. 

     La muy bruja nos engañó y no nos dejó desayunar. Teníamos tiempo de sobra y yo no había comido nada desde que me largué del orfanato, aunque los otros si habían cenado en la posada. 

     Fue una suerte que encontráramos sitio par aparcar tan cerca de la estación, supongo que es una de las ventajas de llegar antes de todos. Bajamos con nuestras cosas y seguimos a la bruja. 

     -Tomad vuestros billetes -nos extendió a Justin y a mi dos papeles dorados y rojos con grabados negros. 

     -¿Estación 9¾? -frunció el ceño el niño.

     -Exacto -respondió- debe ser un sitio fuera de la vista de los muggles, ¿Te imaginas lo desastroso que sería que entraran por error en el tren y acabaran en Hosmade? sin ofender. 

     Hanna y Edward le restaron importancia. 

     -Bien, es aquí -se paró delante de un muro de ladrillos enorme entre la estación nueve y diez- yo iré con los padres, pero vosotros seguro que podréis pasar sin mucha dificultad.

     -Perdone señora -me alegra de que Justin lo cuestione todo, así yo no hablo- ¿pasar a donde?

     -Por el muro por supuesto, debéis ir con decisión hacia el, sin vacilar. Si queréis podéis coger carrerilla. 

     Como parecía ser la primera cosa que mi compañero no se fiaba de hacer primero.

     -¿Las damas primero? -preguntó un poco nervioso y avergonzado.

     Agarré bien mi carrito y con paso firme y casi corriendo me dirigí al miro de ladrillos. En dos segundo me encontraba en una estación casi completamente vacía si no fiera por varios chicos mayores que yo con sus respectivos tutores hablando tranquilamente y a un niño regordete con quien claramente era su abuela con un gran bolso rojo y un extravagante sombrero de plumas con un sapo encima. 

     Poco después vino Justin y por último los tres restantes. Nos ayudaron a subir nuestras cosas en los vagones y todos bajaron menos yo, no me apetecía esperar las dos horas restantes de plantón y arriesgarme a quedarme sin sitio. Justin, por otra parte, quería conocer a nuevas personas y fue a hablar con el chico de antes junto a sus padres. 

     -Ten querida -Madame Pomfrey me extendió una pequeña bolsa con algunas monedas-. No es mucho, pero es lo que ha sobrado de la compra. Normalmente el ministerio lo calcula todo para que no sobre nada, pero supongo que no se esperaron que te regalaran la lechuza y que las túnicas de segunda mano estuvieran de rebajas. Hubieras tenido más, pero si no querías cambiar los libros por unos de segunda mano...

     -Esta bien. Gracias, Madame Pomfrey.

      -De nada cielo -sonrió de lado y se encamino hacia la puerta-. Las doradas son galeones, las plateadas sickles y las bronceadas knuts, te acostumbrarás rápido. Espero que me visites en la enfermería por gusto, no para que te cure algo. 

     Cuando se marchó cerré el compartimento con cerrojo para que no entrara nadie más. Corrí las cortinas aunque igualmente entraba muchísima luz y por último abrí la jaula de la lechuza. 

Lilianne y la Piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora