- Capítulo 7 -

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Calor

       A través de la tela me urge sentir tu calor, el simple roce de tu mano me llena hasta lo más profundo. Dime, ¿Qué es lo que me haz hecho? Déjame tocarte, aunque sea uno de los hermosos cabellos de tu cabeza. Aún cuando estas lejos de mi lado, tu calor permanece en mi cuerpo, se arraiga en mi corazón con fuerza, me envuelve con tu recuerdo. No sé que es este veneno que recorre cada parte de mi ser, me asusta, me siento asustado de mi mismo. No sé que es este mal que asedia mi alma, no puedo amarte. No sé que es este veneno, se desborda, ya no puedo retenerlo, mi corazón se desborda de este sentimiento. Sólo no quiero soltar tu frágil mano, déjame estar a tu lado.

♦♦♦

       La noche era perfecta. Los grillos distraían a las mentes jóvenes con música y los búhos hipnotizaban con su canto. Tomar un poco de aire fresco y deambular por el kiosco caminando por las silenciosas calles alumbradas por lámparas de aceite, manteniendo a raya la oscuridad. Salir bajo esa Luna con alguien amado ha de ser el sueño de cualquier chica; Seguir el sendero presenciando el rostro de su confidente. Verdaderamente un ambiente romántico bañaba los cielos y la tierra, perfecto para una cita; muy a su pesar, estos planes apasionados serían pospuestos y el fantástico romanticismo del aire al parecer desperdiciado.

       La imaginación de Cloé tal vez voló demasiado, sintiéndose insegura y avergonzada por sus ideas erróneas llegó junto con el resto a la habitación de la tan callada Maya. No entendía el por que Shiba sugirió invitarla, quizá en su buen corazón se disponía a integrarla a la clase o sentía lástima, ó incluso curiosidad por su aparente desagrado hacia sí.

       Eso quería creer ella, realmente no eran malos incentivos, al contrario, dejaban en claro lo amable y atento que era, sin embargo no se podía pedir a sí misma tener una buena actitud, por más que lo intentará le seguía irritando, como una pequeña astilla incrustada en su dedo o una piedra en su zapato.

       Aún estaban frente a su puerta cuando sintió la presencia de alguien más. Era la misma sensación que tenía con Nagi al él desaparecer. Se preguntaba que hacia él en la habitación de una chica, de un momento a otro la angustia se hizo peor, ¿Qué era lo que sus amigos no le estaban contando? Si, tal vez no fue Nagi, después de todo, nada le aseguraba que se trataba de él. Creyendo en esa posibilidad decidió desistir de su mala actitud y concentrarse en la persona frente a ella.

       Su pequeña figura cubierta de vendas se asomaba por la puerta, sus pestañas espesas se batían como las alas de una mariposa con cada pestañeo y su débil mano desnuda sujetaba su pecho con fuerza, asegurando la camiseta. Su cabello algo desordenado y su rostro lleno de confusión y sorpresa dejaron en claro su desconcierto. De alguna manera verla así sólo le añadía un nuevo encanto, a diferencia de su aire conservador de todos los días, esta dejaba una sensación refrescante en quién la viera.

       Con rapidez cambio su semblante por uno feliz y sereno, no tenía ni la menor idea del por qué de la visita repentina, pero gratamente los recibió a todos con una sonrisa, aunque en sus ojos parecía solo existir la rubia.

一¿Salir? 一. Ciertamente la idea sonaba tentadora a primera instancia. Enseguida arribó la ciudad se propuso a encontrar la tan llamada institución, no había tenido la oportunidad de explorar más allá de eso, y la curiosidad le cantaba al oído. Aunque no se reconocía a sí misma como alguien que se dejará llevar por sus impulsos o palabras, echar un vistazo no vendría mal, no había nada que perder, y los pro eran excesivamente más que los contra. Por lo que, después de meditarlo durante unos segundos decidió aceptar la oferta del grupo: 一Me parece bien, denme unos minutos para alistarme... 一. Respondió intentando escucharse calmada, ocultando el destello de emoción que luchaba por salir de su voz.

Ephemeral: Crueldad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora