CAP V

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El interior de aquel portal era algo que jamás había visto. Ni siquiera en sus peores pesadillas. Era oscuro y frío. Una sensación de vacío y desesperanza se escurría por todo el lugar como si de una marea invisible se tratase. Miró hacia el firmamento, pero no había nada. Tampoco había algo debajo de sus pies. Usó la fuerza para no perder la cordura y caerse de bruces.

Escuchó murmullos tras de ella y eso la hizo apresurar su paso. Odiaba admitir que estaba aterrada. Los murmullos se convirtieron en risas y eso la hizo correr. Corrió tan rápido como pudo, cerrando sus ojos al darse cuenta de que no tenía sentido correr pues no había nada allí. ¿De qué correría? ¿A dónde escaparía?

Se cayó de bruces y sintió sobre si la fuerza de cientos de figuras sobre ella, tratando de asfixiarla con su oscuridad. Gritó y pateó, intentó sacudirse de aquellas sensaciones violentas que acorralaban su cuerpo para que cayera una vez más en la oscuridad.

"Eres una Palpatine..."

"Eres oscuridad..."

"Este es tú destino..."

"No intentes escapar de tú destino..."

Rey gritó, desesperada. —¡No soy como ustedes! ¡No soy como ustedes!— gritó, recordando los rostros de sus maestros. La templanza de Leia Organa. La sabiduría de Luke Skywalker. Recordó la sonrisa amigable de Finn. La testarudez de Poe. La amabilidad de Rose. La sonrisa de Ben Solo. —¡No soy una de ustedes!— gritó, lanzando una ola expansiva en al fuerza.

Los murmullos le gritaron maldiciones, retrocediendo. Pero seguían allí. Ella podía sentirlos. Estaban siguiéndola en espera de que cayera en la desesperación e ira. —Concéntrate, Rey. Concéntrate,— murmuró para sí, aferrándose al hilo de esperanza de que pronto saldría de aquel horrible lugar. —¡Ben! ¡Ben! ¡Ben!— gritó, buscando algún indicio de él.

"Es muy tarde..."

"Él está consumido por la oscuridad..."

Los murmullos volvían a hacerse fuertes con cada burla. Corrió una vez más, esta vez encendiendo su sable de luz para iluminar su paso. Y en esos momentos comenzó a cambiar todo su alrededor. Ya no era una oscuridad vacía, sino que podía ver como se formaba ante ella una ciudad. Edificios gigantescos y un cielo naranja se apareció ante ella. No había personas, tampoco naves. No había droides. No había nada.

Los murmullos se desvanecieron con la oscuridad, dejándola sola. Apagó su sable y caminó por un largo rato. No sabía a donde ir, pero no por ello dejó de caminar. A pesar de que su raciocinio no sabía donde estaba, su corazón la guío.

Así se adentró a un edificio lujoso y magnánimo. Subió el elegante elevador desde donde podía ver toda la silenciosa ciudad. Imaginó que en otra ocasión lo habría encontrado todo hermoso, pero en ese momento no podía pensar en nada que no fuera tristeza. Una genuina y pesada tristeza. El elevador se detuvo ante un largo pasillo con varias puertas. Tragó seco y caminó hasta toparse con la última puerta.

Rey recostó su cabeza de la puerta, sintiendo su corazón dar un vuelco en su pecho. Lo sentía. Él estaba tras de aquella puerta. La abrió con delicadeza y se adentró a un hermoso apartamento. Era precioso, con una vista increíble a la ciudad. En aquel piso debía vivir gente muy importante y rica, pensó.

Recorrió cada cuarto, encontrando organización y pulcritud. Una de las habitaciones era la de un niño. Había juguetes de naves espaciales y blásters de mentira. Había hermosas memorias de un pasado olvidado. Cruzó la habitación contigua y lo encontró.

Ben estaba sentado en el suelo, su espalda pegada a la gigantesca cama matrimonial. Rey observó la habitación y se percató de que aquel lugar le pertenecía a Leia y Han. A sus padres. Se acercó lentamente a él, arrodillándose a su lado. —Ben.—

The Last HopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora