TRECE

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Los pasos apresurados del capitán y la pelirroja resonaron en los pasillos de la base de HYDRA. Lo primero que debían hacer era asegurarse que el traje del capitán no tuviera algún transmisor escondido, para ello, fueron hasta el laboratorio.

―Tenemos una misión de infiltración de último minuto ―habló el americano al científico de turno―, el lugar es sensible a señales externas. Necesito que aseguren que mi traje y mi escudo son irrastreables.

El científico titubeó antes de asentir. A continuación, le indicó que se acercara a la cámara de cristal y que ingresara allí. Steve sintió una especie de chispa cerca de su bolsillo trasero del lado izquierdo, también vio que algo caía de la agarradera de su escudo.

Mientras tanto, Natasha decidió acercarse a la zona de armas. Tomó un bolso y cargó varios explosivos junto con sus pistolas favoritas. Una vez que ella salió de la sala de abastecimiento de armas, el hombre encargado de la vigilancia de esa zona cayó al suelo sin vida, con una bala entre los ojos. La pelirroja tenía dos pistolas con silenciador en su cinturón. Se puso la mochila y caminó por los pasillos como si no sucediera nada.

De regreso a la oficina donde había estado trabajando, se encargó de habilitar el protocolo que iniciaba la destrucción de la base. Extrajo toda la información disponible en un disco externo, antes de cargar un virus que eliminara el último día de trabajo.

El algoritmo de Zola no estaba corriendo en esa base, sino en otro lugar del cual solo Pierce tenía conocimiento. Lo único que pudo hacer desde su computadora fue congelar el programa por un tiempo demasiado corto.

―Es hora ―Rogers llegó hasta la puerta de la oficina para apurarla.

―Que empiece la función ―sonrió al escribir las últimas líneas en su pantalla.

Inmediatamente, un sonido ensordecedor alarmó a todos los presentes. Como Pierce no estaba allí, los soldados buscaron al capitán, quién al verlos, les dijo:

―Quiero que todos vayan al nivel inferior, se infiltraron en el cuarto de armas ―ordenó con voz clara y alta.

Los soldados no dudaron en correr a cumplir con las órdenes.

―Tres minutos, cariño ―Black Widow lo tomó del brazo para que caminaran hacia la salida.

Después de que salieron por la puerta principal, una puerta de acero comenzó a subir para encerrar a los demás que no tenían idea de lo que sucedía. La base se convirtió en un búnker que acabaría con cualquier persona u objeto dentro suyo. Los guardas del cerco de la entrada trotaron hasta ellos.

La espía los asesinó con rápidos disparos en la cabeza. Tomaron una motocicleta que estaba afuera y se alejaron. Mientras que Steve conducía, la mujer activó las bombas que había puesto para reforzar la explosión.

Un estruendo, acompañado de un temblor anunciaron primera gran explosión. La base principal estaba cayendo, faltaban otras más. Pero ellos no harían ese trabajo, se lo dejarían a otras organizaciones.

Llegaron al pequeño mercado más cercano, comprando allí abrigos largos, junto con gorros que escondieran sus rostros. Un hombre llegó gritando que había visto fuego en el camino, lo que hizo que los vendedores y compradores se distrajeran, situación aprovechada por la pareja para tomar una vieja camioneta que no tenía forma de ser rastreada.

Debían alejarse por tierra la máxima distancia posible antes de abordar un avión. Rogers condujo hasta la estación del tren más cercana. Dejaron la camioneta robada en el estacionamiento de una plaza, Natasha compró los boletos y subieron al primer tren que se alejaba de allí.

Sr. y Sra. Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora