OCHO

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Dejó su mente en blanco a medida que el agua tibia del jacuzzi comenzaba a mojar sus pies, subiendo por sus piernas a medida que descendía los escalones. Se sentó al lado del hombre, aceptando la copa que él le ofreció. Brindaron, con la mirada de Murphy fija en el pecho de la mujer. La bebida fría había ayudado a que los pezones de la agente se marcaran contra la tela del traje de baño.

Odiaba tener que mostrarse interesada en un hombre que ni siquiera le resultaba atractivo. Bebió el contenido de su copa para luego dejarla al lado de la botella. Sonrío seductoramente, levantándose un poco para acomodarse encima de Joseph.

―Nadie nos interrumpirá, ¿cierto? Detesto que lo hagan cuando me estoy divirtiendo ―habló imitando el comportamiento de una niña rica y mimada.

―Por el momento no, tendremos casi cuarenta minutos para nosotros...

―¿Tan poco tiempo? ―hizo una mueca de decepción.

―Luego podremos continuar, si gustas, pero es necesario que me reporte cada cierto tiempo.

Él sonrió complacido, acariciando su espalda y besándola en el cuello. Natasha había sido entrenada para mostrarse interesada, soportar que la besaran y tocaran incluso los hombres más repulsivos. Lo rodeó con sus brazos. Ignorando al hombre mientras que con sus manos abría el pequeño compartimiento que había en la piedra de uno de sus anillos, dejando ver una aguja.

―Buenas noches, querido ―le susurró al clavar el veneno en el cuello de Joseph.

Murphy se quedó estático. Natasha se levantó para salir del agua, sin importarle dejar el cuerpo sin vida flotando allí.

Fue hasta donde había dejado su vestido. Había logrado introducir una pistola hecha con una mezcla de materiales que no poseía una pizca de metal.

Alguien llamó a la puerta de la habitación, haciendo que se pusiera alerta. Se acercó con cuidado.

―Rose ―la nombraron desde el otro lado.

Abrió la puerta para dejar pasar al sujeto. Steve examinó la habitación en un recorrido rápido. No le agradó nada el ambiente allí adentro. Todos los detalles gritaban que aquel era un lugar para el sexo.

―Tenemos casi treinta minutos antes de que se active una alarma ―informó la mujer demasiado seria―. ¿Cómo lograste llegar aquí?

―Me encargué de los guardaespaldas que estaban conmigo. Fue difícil esperar sin hacer nada.

El hombre se veía demasiado serio. El solo pensar en que la rusa estaría a solas con un hombre tan interesado en llevarla a la cama hacía que su sangre se calentara. Confiaba plenamente en ella, pero no podía evitar estar celoso.

―Bien, ¿crees que podemos salir por dónde entramos? ―Natasha lo regresó a la realidad.

―Lo dudo. Vendrán en menos tiempo, no tardarán en notar que le faltan hombres ―el capitán comenzó a disparar a las cámaras escondidas del lugar. Incluso había cámaras en el vestidor.

La zona del jacuzzi era la única libre de vigilancia. Los ojos azules se detuvieron en el cuerpo que flotaba en el agua.

―Entonces, busquemos otra salida.

Salieron por el pasillo, caminando con prisa en una dirección aleatoria. Conseguir la totalidad de los planos del edificio había sido algo imposible de realizar en tan poco tiempo.

Varios pasos se escucharon de un momento a otro, seguido de disparos. Tenían que salir de los pasillos para evitar ser un blanco fácil. Steve acabó con la primera fila de enemigos para luego correr y quedarse detrás de la espía, quien se encargaba de buscar un camino.

Sr. y Sra. Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora