UNO

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Natasha Romanoff estaba entrenando encima de una colchoneta en la sala destinada para ese uso. Hacer abdominales no era su actividad física favorita, pero le encantaban los resultados. Se tomó unos minutos para descansar de su última ronda. Apenas comenzaba a sudar, su pecho subía y bajaba mientras intentaba recuperar el aliento. Estaba vestida con ropa deportiva oscura que se amoldaba a su cuerpo tonificado, calza corta y un top con tiras cruzadas. Sus cabellos los tenía sujetos en un rodete que amenazaba con desaparecer con cualquier movimiento.

―Agente Romanoff ―llamaron su atención.

Ella reconoció la voz del hombre, así que de inmediato se impulsó con sus manos para ponerse en pie, parándose con la espalda recta.

Ivan Volkov sonrió con malicia al observarla. La rodeó con pasos lentos. Él siempre olía a puros y whisky barato. Era un hombre que aparentaba los cincuenta años. Ex militar de la antigua Unión Soviética, actualmente era el líder de esa pequeña división que aún luchaba por conseguir objetivos que el mundo consideraba ya extintos.

―Tienes una misión muy interesante ―informó haciendo que un escalofrío recorriera su columna―. Trabajarás unos meses con HYDRA. Uniremos fuerzas para apresurar el nuevo orden mundial. Prepárate, en veinte minutos saldremos.

Natasha asintió, tomó la pequeña toalla, su botella de agua y fue rumbo a su habitación. Una ducha rápida y preparar sus cosas le tomaron quince minutos. Se miró frente al espejo, sus rizos ahora estaban libres. Acomodó un mechón que estaba sobre sus ojos e intentó sonreír. Su misión en la vida era seguir órdenes de la organización a la cual servía, pero últimamente sentía un vacío emocional que no podía ignorar. Bueno, sí podía hacerlo, pero le tomaba más energía mental de lo habitual. Un abrigo grueso y largo completó su atuendo.

Romanoff siguió a Volkov, dos agentes más los acompañaron hasta el helicóptero que los esperaba afuera de la base. El frío tiempo meteorológico hizo que la pelirroja cerrara un poco más su abrigo. Caminaron con la cabeza baja hasta abordar el transporte.

Cada uno recibió unos cascos negros para la comunicación dentro del helicóptero. La rusa acomodó bien el suyo, deseando no tener que utilizarlo, pero necesitaba más detalles sobre la misión.

―¿Tengo alguna orden en particular? ―En algunas misiones, solo ella conocía los motivos secretos y reales que movían al grupo que ella lideraba.

―Necesitamos afianzar el lazo con HYDRA, sería conveniente que enredaras en tu telaraña al capitán Rogers.

Natasha asintió. Había escuchado las impresionantes habilidades del portador del suero del supersoldado. HYDRA casi no tenía rival entre las sombras. El derivado que la hacía alguien peligrosa era una pequeña muestra de lo que la ciencia había podido lograr en la mejora de los cuerpos convencionales.

Si se le permitiera opinar, la agente les diría lo mucho que le desagradaban las misiones donde tenía que seducir sujetos. No había tenido experiencias satisfactorias. Por eso casi siempre se sentía afortunada si solo tenía que quitarle algo al objetivo. No así, cuando debía permanecer semanas en compañía de la víctima, esperando órdenes superiores.

No tienes cabida en el mundo, recordó las palabras que varias veces le habían repetido durante su entrenamiento.

~<>~

Las gotas de sudor se deslizaban por los musculosos brazos y pecho de Steve Rogers. No llevaba nada puesto en la parte superior de su cuerpo, se había quitado la remera cuando esta quedó empapada. Con un agarre firme en la barra de la cual colgaba, llevó todo su peso hacia arriba.

―Quinientos ocho ―siseó algo cansado.

Terminó dos más y luego sus pies tocaron el suelo. Las gotas de sudor siguieron acumulándose alrededor de él. El capitán dio por terminado su entrenamiento matutino, observando que los demás soldados apenas comenzaban a llegar para ejercitarse.

Fue hasta las duchas para asearse. En la cafetería se encontró con algunos soldados. Se sentó en una mesa apartada, no tuvo que decir algo para que, de inmediato, le sirvieran el desayuno.

―Capitán Rogers, Pierce lo necesita en su oficina ―le informó uno de los soldados.

Steve asintió. La noche anterior había llegado de una misión de una semana. No había querido ir a descansar. Los fantasmas de su pasado lo atormentaban en cada ocasión que tenía. A veces deseaba haber muerto en el hielo, pero la realidad era que gracias al suero, su cuerpo había resistido. Lo habían despertado en un mundo sumido en el caos. Con gobiernos que solo se preocupaban de su propia riqueza, permitiendo que muchedumbres enteras perecieran debido al hambre. La desigualdad social estaba demasiado marcada, sin que nadie tomara partido. Le había costado entender que la intervención de HYDRA era lo que el mundo actual necesitaba. Sus ideales ahora estaban con la organización que había intentado destruir antes de que permaneciera durmiendo en el hielo.

―Señor, solicitó mi presencia y aquí estoy ―Rogers se paró detrás de la silla frente al escritorio del líder de HYDRA.

Esa Base no era tan moderna como el Triskelion, aun así, se había logrado que fuera lo suficientemente cómoda y moderna. Pierce acostumbraba ir de un lugar a otro, manteniendo su papel de máximo representante de SHIELD.

―Descanse, capitán ―dijo al ver la expresión rígida del rubio.

Rogers separó un poco las piernas y juntó sus manos detrás de la espalda.

Alexander cerró la laptop que estaba utilizando, acomodándose mejor en su silla.

―En unas horas llegarán miembros de la KGB. Hemos formado una asociación con ellos para conseguir los elementos faltantes de nuestro gran proyecto. Trabajarás con la letal Black Widow.

―No necesito compañera ―aseguró. ¿Acaso HYDRA no estaba conforme con su rendimiento?

Pierce sonrió.

―Lo sé, pero ellos necesitan sentirse un poco más inmiscuidos. Los rumores dicen que Black Widow es una mujer bastante fría, pero he estado pensando que necesitaremos un poco más de esfuerzo de tu parte en un aspecto diferente al usual. Después de todo, es una mujer. Ellas se caracterizan por dejarse llevar por lo sentimental.

―¿Qué necesita? ―se mostró algo impaciente.

―Asegura la alianza. Quiero que hagas que ella se enamore de ti. De esa forma, será más leal a ti que a la KGB.

Steve Rogers asintió con una sonrisa enigmática. Al parecer, los siguientes meses serían mucho más interesantes.

 Al parecer, los siguientes meses serían mucho más interesantes

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Nueva historia, recomendada solo para mayores de edad🥰. Les traigo otra de mis ocurrencias.

¿Qué creen que sucederá en la historia ?

Sr. y Sra. Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora