CATORCE

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Steve dejó un beso en el hombro de la mujer antes de moverla un poco. No estaba seguro si lo que sucedía era urgente, pero debido a que eran fugitivos, no debían dejar nada sin analizar.

La pelirroja abrió los ojos, se sentó en la cama, aferrando la sábana a su pecho.

―¿Qué sucede? ―inquirió mirando alrededor.

La habitación seguía a oscuras como cuando se había quedado dormida.

―Siento despertarte, pero escuché un sonido proveniente del maletín abierto en la sala ―informó el rubio―. La verdad es que no sé cómo se usa...

Natasha pasó sus manos por sus cabellos.

―Tranquilo... ―sonrió en la oscuridad―, aunque quizá deberías compensarme un poco... ―volvió a su posición donde lo estaba abrazando―, estaba teniendo un sueño muy... erótico contigo ―susurró lo último.

Emitió un gemido cuando el rubio la tomó de la cintura, juntando sus labios. No perdió el tiempo, llevó una de sus manos bajo las sábanas, allí comprobó lo que la pelirroja le había dicho. Ella ya estaba lubricada. De inmediato, Natasha se colocó a horcajadas sobre su esposo.

Con la espalda recta, lo rozó un poco antes de llevar su mano al miembro del capitán y acelerar el proceso de despertarlo. Cuando él estuvo listo, ella se levantó un poco, recargando su peso en sus rodillas, volviendo a descender ya con su parte favorita del americano dentro suyo.

Cerró los ojos, llevando la cabeza hacia atrás mientras ella guiaba la rapidez de los movimientos. Steve se encargó de hacer a un lado la sábana en la que se había envuelto la mujer, logrando obtener una maravillosa vista de la rusa encima suyo. Con el objetivo de enloquecerla, llevó una mano entre ellos para buscar el clítoris de la espía y acelerar su orgasmo. Cuando él ya estaba llegando, utilizó sus dedos para hacer que ella lo acompañara. 

Romanoff gritó su nombre, para luego dejar caer su peso encima del rubio. Con la respiración jadeante, le dio unos cuantos besos a la altura de la manzana de Adán. Esa zona le parecía tan masculina y excitante. 

―Definitivamente, eres mejor que el Steve de mis sueños ―se recostó en su pecho para recuperarse. 

El supersoldado le acarició el cabello. 

―¿Acaso había duda de que yo pudiera ganar? ―preguntó bastante satisfecho con su forma de hacerla gozar cuando intimaban. 

Natasha soltó una carcajada lánguida contra la piel del pecho del hombre. 

―El Steve de mis sueños estaba cubierto de chocolate ―se justificó divertida.

―Eso podría arreglarse ―Él siguió acariciándola. 

―Tentador, pero debemos levantarnos. Ven conmigo que voy a mostrarte para qué sirve el maletín.

―Iré por tazas de café ―El rubio le dio un beso en la punta de la nariz antes de levantarse.

Natasha buscó con la mirada el piyama que se había puesto la noche anterior antes de comenzar a seducir a su esposo. No lo encontró hasta que miró debajo de la cama. Se paró con los pies descalzos, se estiró un poco, tomó la prenda y se la puso encima.

Caminó hasta la sala, acercándose primero hasta la ventana para apartar un poco las cortinas y mirar el movimiento de afuera. Su reloj indicaba las tres de la mañana.

Después se acercó al maletín abierto que había mencionado su esposo, esperó a que él se uniera a su lado, con la taza de café que había prometido, para explicarle el funcionamiento de esa forma de comunicación que los espías utilizaban para no ser rastreados. Natasha tomó un auricular bastante primitivo para escuchar mejor los sonidos. Escribió en una libreta que tenía entre las cosas del maletín.

Sr. y Sra. Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora