Roy.
Después de todo él seguía siendo un niño. Sin importar por todo lo que estaba pasando, todo lo que estaba obligado a cumplir y a hacer. No depender de nadie desde niño, le había causado estragos en la mente, a pesar de no notarse. Esa voraz sed de que algún adulto lo protegiera. Seguramente era eso.
Él no había tenido tiempo para si mismo, no le importaba lo que pasara con el con tal de cumplir su cometido, y así fué desde siempre, desde conocerlo. Desde conocer ese fuego especial en sus ojos color oro, pero aún más brillantes y hermosos.
En ese tiempo, no lo tomaba muy en serio. De algúna manera, me gustaba sentirme como su figura paterna y también me gustaba que en algunas ciertas ocasiones el me dijera indirectamente que; yo era algo así como un padre para él.
Como un buena figura paterna, aunque yo tampoco estaba muy seguro de cómo era eso. Le ayudaba indirectamente, lo reprendía en muchas ocasiones, por causar disturbios en cualquier ciudad a la que iba. Lo felicitaba cuando se lo merecía, lo apoyaba incondicionalmente a pesar de fingir que no.
Hasta ese día, Edward no era tonto, lectura sobre el tema no le faltaba. El sabía lo que estaba pasando en su cuerpo, pero nunca tomó atención a eso, por estar haciendo cosas que le correspondían a un adulto, saltándose su fase de adolescente.
Lo único que no tenía era experiencia.
Fué la primera vez, que acudió a mi con preocupación y sin su hermano, abiertamente habló conmigo, también sería la primera vez que había hecho eso. Cómo "padre" yo debía enseñarle sobre el tema ¿No? Decirle algunas cosas que bien podría hacer para solucionar sus problemas. Pero era un lenguaje que el no conocía en lo absoluto.
Su rostro era de duda, tal vez me creyera un loco por todo lo que le estaba diciendo y "aconsejando". Pero parcialmente, no había otra cosa más que pudiera hacer para ayudarlo.
El seguía con esa cara de confusión, casi hecho ovillo en el sillón. Yo jamás le había dado a él afecto físico. Y a casi nadie, abrazar no era lo mío y no me sentía cómodo haciéndolo con las personas. Sin embargo, ese niño necesitaba afecto, lo pedía a gritos silenciosos.
Me sentí obligado a reparar los sentimientos que yo le había causado con toda esa plática. Lo abracé con poca fuerza, él de inmediato correspondió. Entonces yo ya no sabía que decir después de eso, mi mente se puso en blanco. Su respiración y calor bastante cerca de mi, me hacían sentir confundido. ¿Qué estaba pasando?
Mas bien ¿En qué estaba pensado?
—Hazlo así, Edward.—
Comencé a guiar su mano por su entre pierna empalmada, logré dejarlo sentando entre las mías.
El de inmediato alzó la cabeza, mirándome con una especie de miedo y nervios, me sentía avergonzado de mis propios actos y egoísmo. No importaba qué: Estaba seguro de querer hacerlo. Pero no era culpa de él, si no mía.
Besé su frente por primera vez y quité sus manos, quité el cinturón que sostenía sus pantalones de igual manera. Bajé su pantalón negro hasta sus rodillas dejándolo solo en calzoncillos y recargué completamente su espalda en mi pecho.
Sentía vergüenza de mí, de comenzar a tocar a un niño de esa manera, de estimularlo, de hacerlo gemir y temblar entre mis brazos. Pero no podía detenerme.
El se retorcía y gemía con vergüenza, no sabía lo que pasaba con su cuerpo a esas alturas. Mi firme agarre en su miembro en desarrollo de hizo más brusco, mi mano de movía con rapidez de arriba había abajo. Mientras el se aferraba con extremas fuerzas a mi brazo, aún así, no dejé de hacerlo.
Mi mano se sintió húmeda, con el pre-semen y fué más fácil hacer los movimientos. El terminó en mi mano, el tibio líquido de su primera eyaculación estaba en mi mano. Eso me hizo sentir extremadamente culpable.
Sus espasmos los sentía perfectamente, sus dulces y delgados gemidos se hacían mas imperceptibles, aunque su calor había aumentado.
Necesitaba con urgencia salir de esa situación. ¿No sé suponía que solo lo debía de ayudar? Estaba siendo un maldito pervertido, yo también estaba excitado y caliente. ¡Pero el era tan solo un niño! Ni siquiera una niña, era un niño.
Besé su cabecita con ternura y tomé el papel higiénico que previamente ya había preparado, limpié con cuidado toda la zona, y mis manos.
Repitiendo internamente: Cálmate, cálmate, aguanta un poco. Cálmate.
El había estado callado todo el tiempo, el gesto de temor en su rostro se disipó, ahora estaba ligeramente sonrosado, era hermoso.
Cuando estuvo listo, su ropa bien puesta, no había ni una sola evidencia de lo que había pasado. El estaba más feliz y menos confundido, pero al contrario de el, yo me sentía culpable, más confundido que nunca, un pervertido.
Se marchó, prometiendo no decir nada, diciendo poner en práctica lo que hoy " había aprendido", sonrojado apenas notable y con una actitud menos agresiva y huraña.
Acudí de inmediato al baño, a atender el gran problema que había ocasionado el "enseñarle". Y me sentí más sucio que nunca, me había masturbado pensando en él. Ni siquiera en una mujer, si no en él. En el gesto que había puesto cuando se corrió, preguntadome internamente si sería igual de intenso y delicioso ese gesto, si yo terminara adentro de él.
—Ah... Soy un pervertido.—
Miré mis manos sucias teniendo ese severo pensamiento en mente. No permitiría que eso volviera a pasar, nunca.
Si Hughes estuviera aquí, estaría muy enojado, preguntando ¿Qué demonios le estoy haciendo a un niño?