Corrí con la suerte de que: él era lo bastante maduro y un poco profesional. Mis actos no interfirieron en la relación subordinado-superior, que teníamos. Pareciese que nada había pasado y eso extrañamente me mantenía intranquilo.
Sin embargo de vez en cuando podía notar sus sonrojos justo cuando estaba un poco cerca de él.
Al no haber tenido ninguna orientación desde pequeño, él no entendía lo malo que era lo que le había hecho. Y estaba seguro que ni siquiera comprendía lo que había pasado. El era un niño después de todo. Tal vez lo veía todo normal.
Pero tampoco pude pasar por alto todo lo sucedido, pensaba constantemente en el niño, ¿Qué estará haciendo? ¿Ya habrá comido? ¿Estará en medio de algo peligroso?
De alguna u otra manera yo siempre me enteraba de lo que hacía, a dónde iba, incluso sus reportes eran más detallados que antes. Seguía siendo igual de grocero y altivo.
Comencé a prestar más atención a su persona, sus acciones y su alrededor. Si yo pude hacerlo con tanta facilidad. Cualquier otra persona podría aprovecharse de su inocencia en ese ámbito y hacerle algo mucho peor. Tenía que protegerlo, como un padre cuida a su hijo...
Lo llamé, estrictamente sin su hermano. Pensé que no vendría... Pero lo juzgué mal.
—¿Qué quiere? Si es sobre el reporte... Estoy escribiéndolo aún.—
Me dió una simple explicación, me indicaba con su actitud que nuestra convivencia no había cambiado en nada, debería estar feliz por eso. Antes y con otras personas no me hubiera importado.
—No es sobre el reporte. Siempre tienes tres días para entregarlo, solo han pasado dos.—
—¿Entonces?—
Tragué saliva, estaba mucho más nervioso que antes.
—Es sobre la ocasión pasada...—
Rasqué mi cabeza con vergüenza, de inmediato el se sonrojó por completo, el momento había llegado.
—Bueno... Solo quería decir... Que jamás permitas que alguien más te haga eso ¿Entendido? Nunca. Si alguien lo intenta no dudes en decirme.—
Proteger a esos niños era una de mis metas personales, el asintió de inmediato, no lo pensó. Tal vez no comprendía lo grave que había sido, pero yo, como adulto. Si.
—Pero... Coronel ¿Usted lo hará por mi? Cómo la vez pasada... Me acaba de decir que nadie más lo haga ¿Salvo usted?—
Agachó su cabecita rubia con extrema dulzura inusual, se cubrió la entrepierna jalando con inistensia su chaqueta negra.
Yo no supe que contestar después de eso. Debí haber negado rotundamente, nadie, absolutamente nadie debe tocarlo así. Ni siquiera yo. Pero en lugar de eso... Me levanté. Cayendo una vez más en tentación de su joven cuerpo.
Anhelando poder llegar a más.
Mi mente sufría bloqueos que separaban la moralidad y la inmortalidad.
Como una especie de trance, una nueva personalidad que me hacía disfrutarlo en el momento, gozar de sus gemidos cerca de mi oído.
Sentado por completo en mis piernas lo volví a tocar, su cabeza estaba bien recargada en uno de mis hombros sus piernas estaban abiertas y recargadas en cada lado el sillón. Con una mano abrazaba mi cuello y con la otra se aferraba a mi brazo, retorciendo el cuerpo a cada segundo.
Estando a punto de correrse comenzó a mover las caderas de manera peligrosa, éste niño no sabe lo que me provoca.
Acompañado con los dulces gemidos que daba, contribuyó a mi excitación.
Regresé en mi cuando dejó de moverse, bastante agitado, se había corrido nuevamente. Pero su tracero estaba bien pegado a mi erección, reaccioné de inmediato apartándolo a un lado, él solo se recostó, aún agitado, sonrosado y acalorado, pareció comprender lo que estaba pasando y se levantó con mucha vergüenza impidiendo que me pusiera de pie. Abrazó mi cuerpo. Y sólo su pregunta me hizo bajar la guardia. Volviendo el bloqueo a mi mente.
—¿Tambíen necesita ayuda?—
—Si...—
Comenzó a tocarme de la misma manera que yo había hecho con el, aunque un poco más torpe, muy dentro de mi conciencia, quería pararlo, detener lo que desataría una relación que llevaría a nada bueno.
Más no pude, en cuanto su mano tibia y suave me tocó, comenzando a mover lentamente como yo lo había hecho antes, el estaba sentado a derecha haciéndolo con poca velocidad, pero dirigiendome una mirada con una tierna sonrisa. Coloqué mi mano encima de la de él, pero en lugar de haberla quitado, tan solo lo guié con mi mano derecha, con la otra, lo abracé.
Él estaba concentrado en darme placer, mi mano recorrió su espalda, anhelando poder bajar más. Sin embargo me detuve ahí, la poca cordura que me quedaba me indicó no tocarlo más. Sus movimientos se tornaban más confiados y rápidos, había encontrado ella forma. Apretaba un poco, jalaba y seguía con el brusco movimiento, sin duda él estaba aprendiendo muy bien, me lo demostró. Mi cabeza estaba por completo recargada en el sillón, iba a correrme pronto.
Y lo hice, en su mano. El con impresión la retiró de inmediato, pareció entrar en pánico, antes de que se separara logré atraparlo en un abrazo. El calor del momento me impulsó a besar sus labios, mismos que había anhelado tocar desde hacía días, me imaginaba haciéndolo, tomando sus manos, besando su cuello, haciéndole el amor. Pero a diferencia de eso, él no pareció agradarle el beso, se separó con un gesto de confusión nuevamente.
Ahí supe que realmente estoy haciendo mal, lo estaba haciendo mal todo y me había convertido en un pedófilo.
Nuevamente me di a la tarea de limpiarlo, limpiarme y arreglar sus ropas, ésta ves había quitado sus pantalones por completo.
El bloqueo desapareció de nuevo, me inundó nuevamente la culpa ahora al verlo tan confundido. Se despidió normalmente y se marchó de nuevo.
Esa noche decidí olvidarlo, acostarme con una mujer para asegurarme de no volver a tener pensamientos insanos con un niño. Pero no fué así, el resultado fué aún peor, tuve que cerrar los ojos y recordar sus gestos para terminar esa noche...