8

964 88 53
                                    

—Edward ¿Has estado evitándome? Ya han pasado tres días.—

Me sonrió sin muchas ganas mientras tomaba los libros entre sus manos, no respondió nada y fué directo a una mesa para comenzar a estudiar, había pasado de evitarme a ignorarme en poco tiempo, ésto era una de las cosas por las cuales temía.

Tal vez no lo comprendió y ahora soy el malo en su corta historia. Suspiré mirando de pie como pasaba las hojas leyendo con rapidez y haciendo notas en una hoja de papel.

—Ve a mi oficina en cuanto termines.—

Susurré en su oído y enseguida partí de la biblioteca esperanzado en que vendría. Sin embargo no llega, al preguntar por él en la recepción me informan que se ha ido hace varias horas, que no ha dejado ningún recado.

No comprendo, éso debería de estar bien para mí, se va, regresa. Se va, regresa. Es perfecto para guardar las apariencias, o tal vez ya es algo mucho más personal.

"¡Claro que es algo personal! ¡Mira lo que le has hecho a un niño completamente sano!"

No le había hecho nada, mis criterios están divididos y ya ni siquiera se qué demonios estoy haciendo, le estoy haciendo. Mi razón y juicio se esfuman cuando está cerca de mi, la adrenalina de ser descubiertos me impulsa a más y su rostro me provoca a niveles astronómicos.

Nuevamente, siete días habían pasado desde verlo por última vez, como es costumbre y como código militar regresa para rendir su reporte escrito, pero éste parece hecho rápido y sin dedicación, como siempre suele hacerlo. Suspiré tomando las hojas y guardandolas.

—¡Edward! ¿Dónde te habías metido? Sabes bien que tienes que rendir cuentas.

—Y ahí están.

Señaló el reporte y dió media vuelta para irse.

—Sabes bien que a eso no es a lo que me refiero.

Parece pensarlo un segundo y mientras me da la espalda, puedo ver y sentir la tensión que creé en el.

—Eso no debería importarte, no eres quién para pedirme explicaciones de esa talla.

—¡Claro que si, soy tu jefe!

Me levanté de inmediato para enfrentarlo antes de que saliera de la oficina, lo miré con cierto enojo pero el no se inmutó, al parecer tomó aún más fuerza gracias eso. Su dorada mirada estaba sobre mi y después enarcó una de sus perfectas cejas y sonrió con saña.

—Mi jefe, no mi "novio". Usted me busca cuando tiene ganas... Haré lo mismo ¡No me molestes!

Y con justa razón y la boca llena de verdad lo dejé ir, ¿Era normal que ahora él causara estragos en mi mente? Aunque aún entiendo que he sido yo el que ha provocado todo esto y al no tener un punto de retorno tan sólo me queda aceptar lo que ha dicho y dejarlo ir, aceptarlo en el momento que lo decida.

Y sin embargo tarda mucho menos de lo esperado, me espera con poca paciencia sentado en el sillón de mi oficina, tamborileando los dedos en una de sus rodillas, en señal de no estar lo pasando muy bien mientras termino, pero ésa ha sido la condición; para tomarme un rato, Necesito terminar el último montón de papeles.

Si bien, todos somos diferentes personal y laboralmente, sus cambios con un abismo de diferencia me sorprenden, ahora está sentado a mi lado, con una actitud sumisa, buscando más contacto que el que ahora tenemos. Su rostro se perla de sudor cuando mi mano se mueve con rapidez para estimularlo, sus leves y discretos jadeos me hacen pegarme más a él. Cuando por fin termina, aprovecho para prepararle... Y volverlo a hacer... Pero ahora en la oficina.

Su rostro lleno de éxtasis me hace tener un sentimiento visceral, dividido, dentro del bloqueo, comprendo que él ya es conciente de lo que pasa, de lo que estamos haciendo. Aún así no deja de ser tan sólo un niño, atrasado en etapas.

He hecho cosas peores a ésta.

Sus labios me buscan con desesperación y su cuerpo se tensa cuando termino en su interior, con la humedad entre sus piernas se mueve con cuidado, de nuevo ésta vez siendo guiado por mis manos.

—N-no puedo... Me duele...

—Si puedes.

Le siento por completo encima mío, por inercia cubro su boca, oportunamente ahogó su grito. Se dobló hacia enfrente dejándose hacer.

Yo lo disfruto y lo hago mucho, pero tarde me doy cuenta que le he lastimado, de nuevo. Al terminar, su rostro asustado casi enojado me recrimina con la mirada. Suspiro con pesadez.

Comencé a acostumbrarme a ese sentimiento, que puedo ocultar el sufrimiento psicólogo que me causa. Su carita roja aún me mira vestirme.

Tan sólo puede verme con cierto desprecio.

—Lo siento.

Le eché sus ropas encima y abandoné la oficina, corría con la suerte de ser hora de comida, y ninguna persona ahí había, ni habría durante 30 minutos.

Ahora la culpa por esa estupidez, vuelve a quitarme el sueño como cada noche desde ése día.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Aquí otro capítulo, disculpen si hay errores, saben, son las dos de la mañana y no traigo lentes. xD
Gracias por esperar, ahora en la cuarentena si les acabo ésta historia.
♥️

B L O C K A D E S [HIATUS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora