El día de hoy concretamos una cita... O mejor dicho, le he obligado a hacer una, con algunas cosas con las que pude sobornarlo, nunca le había dado uso útil a la cocina integral de mi casa, en si, siempre comía en la oficinas y tenía la mala costumbre de no cenar por las noches, ingerir alimentos con biomoléculas no era tan importante por la noche.
Llegó casi puntual... Elegantemente tarde, con un retraso de pocos minutos, que a mí paciencia hacían parecer que el ese niño no iba a acudir a mi, como siempre.
Llegó, pasó. Al cerrar la puerta miré hacia la calle, ambos lados y avenidas cerca, nadie le había visto entrar, y era mi trabajo que tampoco nadie le viera salir.
Porque, ¡Es raro! Un niño, en la casa de un adulto, en plena noche. ¡Uf! Ésto era una bomba de tiempo, lo comprendí desde el instante en que comenzamos a actuar con cautela ante la gente. Hasta ahora sólo lo había tocado, no había hecho ningún otro intento desde ése día. Parcialmente no estaba nervioso. Él sabe a lo que viene, si sabe lo que le conviene.
La culpabilidad iba y venía de manera fluctuante, pero desaparecía completamente cuando estaba a solas con ese niño, ése mismo niño que me hacía sentir cosas tanto sexuales como emocionales. Totalmente raro.
"¡Es un niño!"
“¡Oh! Claro que lo es... Uno que te satisface más que una mujer.”
Su mirada se cruza con la mía... Es hasta entonces que me doy cuenta lo mucho que había estado deseando tenerle así, conmigo; sentado a horcajadas encima mío. Era maravilloso, excitante. Él apenas reaccionaba a los besos, pero yo tan sólo quería tomarlo, en ese instante, en esa cama MI cama.
No me importa, no nos importa, nada ahora.
Nadie aquí lo vería, nadie más tocaría ni pondría los ojos encima del niño, que tan celosamente resguardo. Podía reclamarlo como mío, en ese instante.
Giré para dejarlo recostado en el medio de la cama, comenzó a temblar despacio con los besos cortos y húmedos que recibía en su breve cuello. Lamí, mordí, besé, succioné cada parte de su piel hasta dejarlo completamente sin ropa, nada lo cubría, salvo mi cuerpo. Su comportamiento hosco me hizo excitar más.
Sus ojos me miraban suplicante, como si yo tuviese que decirle algo, a parte de guarradas relacionadas a él, su cuerpo y su desnudez. Y aún no comenzaba.
Sus manos nerviosas me empujaban cada que podía, pero mi fuerza es más. Termina bien sometido contra el colchón. Ahora su mirada me transmite su temor. El calor aumenta y me sofoca, sus brazos al rededor de mi cuello no ayudan mucho.
Logré quitar mi camisa, poniendo al niño aún más rojo; su manos ahora están en su rostro, cubriendo su vergüenza, siento la cara ardiendo de igual manera.
Su pequeño miembro me ruega por atención especial, pero; carezco de paciencia para poder atenderlo como de debe. Levanto sus caderas hasta mi, probando eficientemente su gran flexibilidad. Hincado frente a el, sus ojos vuelven a mirarme al sentir como el primer intento por penetrarlo falla.
Elevo de nuevo sus caderas, sosteniendole con una mano, tomando mi propio miembro con la otra, sirve de gran ayuda, pues he logrado entrar, lentamente. Sus fuertes gritos no son suficientes para mitigar el gran placer que siento, combinado con un dolor aplastante, realmente estrecho.
Una vez mi pelvis se junta por completo a su tracero, lo sujeto fuerte de los brazos, para evitar un posible rechazo. A estas alturas no iba a detenerme. Evité mirarlo a la cara, para no tener ese sentimiento de culpa una vez más.
¡Esto es la gloria!
“Claro que lo es.”
Su erección había bajado, sus quejidos se volvían más lastimeros, poco después me di cuenta que tan sólo yo lo estaba disfrutando. No lo miraba, pero estaba seguro que tenía un gesto de terrible dolor, incluso lágrimas.
Le miré por pocos segundos, la realidad no era muy diferente a mi fantasía. Sus ojos estaban bien cerrados, su cara completamente roja, su boca emitiendo sonidos a cada segundo.
—Ven aquí...
Apoyé parte de mi peso en él, tan sólo para abrazarlo fuertemente y que dejase de llorar. Besé sus mejillas varias veces, mientras lo embestía con fuerza. Sus uñas se enterraron en mi espalda.
Y sus gestos no eran de mucha ayuda para mi auto control. Muchas veces los imaginé perversamente, pero no creí que fueran realmente deliciosos.
Cuando sus lágrimas cesaron abrió los ojos un poco, suspiré aliviado y lamí sus rastros de lágrimas hasta dejarlo casi limpio. Hubo un momento en que me detuve, su respuesta a eso fué completamente diferente a lo imaginado.
—¿Por qué se detiene?
Gimió fuerte después de eso, refirmé los movimientos y mi agarre en su cintura. Sus jadeos ahora eran fuertes, dejaron de emitir dolor. Ahora sabía que lo estaba disfrutando de la misma manera que yo.
Besé sus labios con frenesí, dandome la libertad de morderlos constantemente, hasta dejarlos hinchados y rojizos.
—¿Te duele?
Negó con la cabeza.
Pude tomarme mi tiempo, hacerle lo que había querido desde esa vez, todas esas sucias fantasías que había deseado desde hace tiempo.
Su cuerpo tembló y cerró los ojos después de la tercera vez. Quiero seguir, pero su rostro cansado me indica que no. Empujé fuerte hasta terminar de nuevo, en su interior, sintiéndose maravillosamente bien. Jadeando bajo salí del niño, observando con fascinación lo que ya había reclamado como mío.
Se recostó de lado e inmediatamente quedó profundamente dormido. Tuve la libertad de acariciar sus suaves mejillas, su respiración ahora era lenta y apacible. Cubrí su cuerpo desnudo para evitar más tentaciones
Rememorando con orgullo mis actos de momentos atrás. Mientras bebía de un vaso con whiskey que previamente ya había servido.
A pesar de tener unos cuantos hielos, sentí el ardor en la garganta, que deshacía el nudo que tenía. Comencé a pensar cosas.
¿Qué demonios le hice a un niño?
Ahora que lo pienso... Que lo veo, en mi cama... Esto es grave.
El bloqueo desapareció dejándome ese demoledor sentimiento de culpa, que me impide dormir a su lado esa noche.