|𝐎𝟒| ➟ 𝐈𝐧𝐞𝐬𝐩𝐞𝐫𝐚𝐝𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝟐/𝟐。

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—Das toda tu alma por una lasaña.

—Toda mi alma por un almuerzo decente.

—Tú siempre puedes venir a mi casa. Mi mamá te adora. La clase es arriba, por cierto —dice viendo que nos estamos alejando de las escaleras.

—Ve tú, quiero descansar cinco minutos.

Mi siguiente clase era historia. Consulté el horario y supe que sería impartida por la misma profesora del año pasado. Era una anciana que siempre entraba tarde y los primeros días no decía nada de importancia así que tenía tiempo para ir al patio.

Afuera del edificio unos cuantos chicos correteaban una pelota, nunca le había encontrado el chiste al soccer, me parecía un deporte estúpido.

Reconocí a uno de los jugadores, era un año mayor e intentó ser novio de mi amiga. Él alzó el brazo para saludar y yo me limité a sonreírle y apartarme. Lo que menos quería era ser acribillada con sus preguntas sobre Sana, sobre sus gustos con los hombres, sobre sus flores preferidas y esas tonterías para las que Mark siempre me buscaba.

Mi parte favorita de la escuela era un lugar apartado del bullicio habitual, donde estaban unos cuantos troncos actuando de bancas bajo la sombra de un árbol gigantesco. Ese lugar era usado por los estudiantes que fumaban a escondidas en el turno vespertino, pero durante la mañana no había nadie rondando cerca.

Me acosté en un tronco alargado, era el lugar perfecto para que nadie me viera. Busqué en mi móvil la lista de reproducción y deje que la música superara el volumen de seguridad a través de los auriculares.

Respiré profundo disfrutando mis cinco minutos de libertad y dejando que las canciones de Halsey suprimieran el sonido de mis pensamientos.

(...)

Cuando abrí los ojos supe dos cosas.

1) Me había quedado dormida.
2) Me habían descubierto.

Una mujer pelinegra me miraba fijamente. Me levanté de un salto y guardé el móvil.

—Profesora lo lamento yo...

¿Qué le digo? ¿Qué le digo?

Ella arqueó las cejas y me estremecí ante su mirada que tenía una mezcla de desaprobación y burla.

—Me sentía mal —dije lo primero que se me vino a la mente.

—¿Enserio? ¿Necesitas ayuda? —lo dijo en un tonito que más bien daba a entender, "que pretexto más estúpido".

Sentí el calor subir por mis mejillas seguido de un ligero mareo.

—Tengo que ir a clases —murmuré tomando mi mochila que había caído a un lado.

— ¿Estudias también por la tarde?

— ¿Qué?

Ella miró el elegante reloj que llevaba en la muñeca.

—Son las dos, señorita Myoui.

—No puede ser —dije llevándome las manos a la cabeza— no pude haber dormido tanto.

Saqué el teléfono del bolsillo trasero de mis jeans y consulté la hora.

—No puede ser.

Nuestras miradas se encontraron. En sus ojos estaba el borde el mundo, y yo me encontraba mirando hacia abajo. A tan solo un suspiro de caer dentro de su mirada. Inesperadamente todo comenzó a girar muy rápido. Quise interrumpir el contacto visual, pero me sentí atrapada, en sus ojos había más infierno que cielo esta vez, la parte del brillo había desaparecido convirtiéndolos en dos farolas de enfermiza oscuridad.

Finalmente ella parpadeo liberándome del suplicio, rápido baje la vista.

Me costaba formular un pensamiento coherente, tenía el corazón acelerado, al igual que la respiración, como si hubiese estado corriendo un maratón, y poco a poco todo mí alrededor comenzó a girar, primero despacio pero luego la velocidad aumento convirtiendo las cosas en una mancha borrosa.

— ¿Te encuentras bien? —escuché que preguntó una voz lejana.

Di un paso atrás y mis piernas temblaron amenazando con no poder sostener mi peso durante mucho tiempo más. Finalmente algo me sostuvo, y de alguna manera mi cuerpo dejo de ser una carga para mí.

(...)

Por segunda vez en un día desperté sin la puta idea de cómo me había quedado dormida. Pero una jaqueca terrible me hizo recordar la sensación de vértigo y el hecho de que cierta pelinegra me estuviera mirando con preocupación me confirmó que lo que alcanzaba a recordar realmente había pasado.

Hice un ademán de levantarme pero ella me lo impidió poniendo su mano sobre mi pecho, su inocente gesto paralizó mi respiración.

—No tan rápido —murmuró.

—Estoy bien...

—Espera aquí, iré a traer a la enfermera, no te quise dejar sola...

—Estoy bien —repetí e intente ponerme de pie nuevamente.

Esta vez me ayudo en lugar de detenerme y atravesó su brazo detrás de mis hombros, temerosa de que volviera a desmayarme.

—Te tiene que ver una enfermera.

—Le juro que estoy bien.

—Uno no se desmaya así porque sí. Si te has estado sintiendo mal lo mejor es que alguien te revise.

—Es la primera vez que me pasa —susurré, mi voz sonaba muy débil.

Ella suspira.

Esta tan cerca de mí que el suave aroma de su perfume se mezcla en el oxígeno que inhalo. Muero de ganas por recargar mi cabeza en su hombro, después de todo estoy enferma, eso se vale.

—No seas necia y ven conmigo.

Pero no me muevo y lo mejor es que ella no me suelta.

—No puedo ir, le avisaran a mis padres y...

— ¿Y? —Me cuestiona y se pone muy seria de pronto— ¿Estas embarazada?

Lejos de ofenderme o confundirme su conclusión me causa gracia.

—Claro que no —le digo sonriendo y entonces acomodo mi cabeza en su hombro— no quiero que se preocupen.

Me doy cuenta muy tarde de lo que hice y me quedo de piedra pensando en cómo dar marcha atrás, pero ella suspira e inclina ligeramente su cabeza hacia la mía. Cierro los ojos por un par de segundos. Aquello me gusta de una manera que de momento no quiero analizar.

— ¿Qué tan segura estas de ello?

—No estoy embarazada —le digo con firmeza— Estoy totalmente segura de ello.

La siento sonreír.

—Tal vez sólo necesitas comer algo —sentenció al mismo tiempo que me soltaba y entendí que era momento de bajar de mi nube.

Nos separamos.

—Iré a casa —digo desanimada.

— ¿Almuerzas conmigo?

La invitación fue tan sorpresiva que creí que volvería a desmayarme.


𝗜𝗳 𝗬𝗼𝘂 𝗪𝗲𝗿𝗲 𝗠𝗶𝗻𝗲 ✧ 𝐉𝐞𝐨𝐧𝐠𝐌𝐢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora