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Caminaba lento, como si no quisiera llegar a su destino, habían pasado un par de días, una semana para ser exactos desde el incidente en la casa de Shaka, no tenia ánimos de nada, se le veía en el rostro, esos ojos iban perdidos en las interminables grietas de la calle que ahora era testigo de sus suspiros, de un momento a otro se abrazo a si mismo, le aire que corría en ese momento tenia tintes gélidos, de pronto atravezó por una calle solitaria, veía a todos lados, algo le daba mala espina asi que apresuro su paso.

Iba más rápido que de costumbre, sus pasos le llevaban por donde no conocía, se había perdido entre calles y no sabía qué hacer, intento correr de vuelta pero no pudo hacerlo, un hombre lo atrapo entre sus brazos provocando un grito, se giró y se dio cuenta que no solo era uno de ellos si no 3.

—Miren que tenemos aquí.

Uno de ellos estaba posando su horrible mirada en el cuerpo de Milo, el otro lo sujetaba de los brazos mientras el tercero se acercaba con una clara intención, romper la ropa del rubio y deleitarse con su suavidad y su sabor.

•~•~•~•

Otra semana más sin poder terminar con el encargo de su hermano, pero no le había dicho nada con respecto a ese tema, ignoro por completo esa parte, ahora buscaba algo para distraerse y no pensar más en el destino del pobre muchacho que literalmente estaba en sus manos; pasaba por las mismas calles de siempre, en dirección al estacionamiento donde había dejado su auto, con un cigarrillo en la boca, pensando en tonterías, se dio cuenta que casi al final de la calle estaban 3 hombres acorralando a alguien.

"Otro asalto" pensó, por un momento le surgió la idea de dar media vuelta e irse por donde había venido pero algo en su interior le dijo que esa no era buena idea, sus pies se movían solos en dirección a las tres figuras que se encontraban en la calle, sus ojos no daban crédito a lo que veía, los tres hombres se estaban aprovechando del muchacho que se supone debía matar, sus ojos llenos de terror y de lágrimas por las manos que recorrían su desnudo torso le dijo todo lo que necesitaba en ese momento.

Lo tomo de la camisa y lo lanzo lejos, un puñetazo fue a parar a la cara de otro de ellos y finalmente una patada en las costillas al tercero, Milo callo de rodillas, su vista estaba nublada a causa de su llanto pero quien quiera que haya sido se lo agradecía desde el fondo de su corazón.

—¿Quién diablos eres tu?— pregunto uno de los hombres.

—No tengo porque deirte.

Un golpe certero en su rostro, con fuerza, con rabia, con todo el odio que cargaba hacia ese tipo de personas, un golpe que dejo inconciente al hombre que le había preguntado su identidad y luego hizo lo mismo con los otros dos; se acerco al joven que aun tenia lagrimas en los ojos y un miedo recorriendo cada una de las células de su cuerpo.

— ¿Te hicieron daño?— Pregunto tendiéndole una mano al chico que permanecía sobre sus rodillas intentando calmarse.

—No, gracias por ayudarme — Milo se limpiaba las lágrimas con una mano y con la otra tomaba la que el chico le había tendido, lo miró con los ojos bien abiertos, era su imaginación o era real. — Tu eres el primo de Shaka ¿no es así?

Solamente asintió, se quitó el saco del traje y lo puso sobre los hombros del rubio, no lo pensó, simplemente fue un acto reflejo, suspiro pesadamente, ahora sí que estaba en un completo lio, había salvado a su presa y encima le había puesto su saco para evitarle un posible resfriado.

—Ven, te llevare a casa. — las palabras salieron de su boca sin previo aviso, aunque prácticamente ya se conocían, seguían siendo un par de extraños.

—No me has dicho tu nombre, el mío es Milo. — sus ojos se desviaron por un momento, si mal no rcordaba esos ojos de un azul mas profundo que los suyos lo habaian intimidado la primera vez

¿Debía o no decirle a ese muchacho su nombre?, podría desencadenar lo que Radamanthys le había dicho aquella noche, que su nombre apareciera en su lista, estaba poniendo en riesgo su identidad, su trabajo, a su hermano, a sus amigos, a él mismo.

—Kanon. — dijo sin dirigir su mirada al rubio que caminaba a su lado.

Milo sonrió de lado, sin detenerse le siguió el paso al mayor, luego de algunos minutos llegaron al estacionamiento, le entregaron el auto a Kanon y este invito a Milo a subir en el, no muy convencido el menor accedió, un rato en silencio, uno muy incómodo para ambos, Milo tenia ganas de hacerle un montón de preguntas a ese chico pero se estaba aguantando demasiado, en primera no sabia como podría reaccionar y en segunda esa seriedad con a que estaba en ese momento no era una buena señal.

El coche se detuvo justo frente a la casa de Milo, el menor iba a agradecerle de nuevo pero se detuvo por un momento, ¿Cómo sabia donde vivía si no le conocía?, ahí había algo sumamente extraño, trago saliva, ¿Quién era en realidad ese joven?.

—¿Cómo sabias mi dirección?

¡Con un carajo!, lo había olvidado, ese pequeño detalle se le había ido de las manos, hubiese sido mejor si le hubiese preguntado a Milo donde estaba su casa aunque lo supiera, pero ahora estaba ahí, frente a la construcción sin una respuesta a la pregunta de ese muchacho.

—No puedo decírtelo, pero si aprecias tu vida, sal de la ciudad Milo, vete de aquí antes de que sea demasiado tarde.

— ¿Por qué lo haría?, este es mi hogar, la ciudad donde nací, no podría abandonar todo esto, no tengo miedo. —Respondió tomando la perilla del auto dispuesto a salir, pero una mano en su hombro lo detuvo.

—Milo, tómalo como una advertencia, sal de la ciudad o del país.

—Kanon, no le tengo miedo a tu advertencia, de nuevo muchas gracias y hasta pronto.

Salió del auto e ingreso a su casa, con la clara intención de dormir, se retiro el saco, ya después lo devolvería, se puso ropa cómoda y salto a su cama no sin antes dejar la dotación adecuada para su compañero peludo.

•~•~•~•

Maldecía la hora en la que se involucro de mas en ese asunto, solo tenia que haberlo matado y ya, pero no, ahora hasta le había dado la posibilidad de seguir viviendo, le había dicho su nombre y para sumarle mas peso a sus hombros lo había salvado de unos tipos que seguramente abusarían de él y le había dado su saco como abrigo, cerro sus ojos pero los abrió de inmediato pues la imagen de Milo Sargas aparecía en su mente como una alucinación y eso no debía de pasarle, a los demás podría pasarles, pero a él no, a Kanon Geminorum no podía pasarle ese tipo de cosas, la compasión y el cariño no debían de tener espacio en su corazón.

Ahogo un grito en la almohada, simplemente tenia que apretar el gatillo en la cabeza de ese chico, solo eso, ¿qué tan difícil era?, demasiado, eso era, demasiado difícil para él, para él que se había metido de lleno en ese asunto, pero no quería atormentar s mente mas de lo que ya estaba, de un momento a otro sus ojos pesaban y sus sentidos lo iban abandonado de a poco, cayo dormido en su cama, ignorando todo a su alrededor. 

Dan R

Entre tu amor y tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora