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Habían pasado exactamente dos años desde ese día, sus cabellos se movían al compás del viento que chocaba amablemente con su rostro, estaba apoyado en el balcón de aquella hermosa casa en Austria, con la mirada perdida en un punto del inmenso horizonte que se apreciaba desde esa altura, pensando en que al menos había tenido un poco de paz después de tantas cosas, siguió con sus estudios y resulto ser muy bueno en ello, después de todo le agradaba.

— ¿Sigues pensando en él, no es así?

—No puedo evitarlo, Sorrento, no puedo dejar de pensar en él. — Respondió el Muchacho a la pregunta que salía de vez en cuando de los labios del joven de cabellos teñidos de lila.

Sorrento no dijo nada más, lo dejo una vez más solo en aquel balcón, en el fondo se preguntaba cundo se dignaría a aparecer, en el tiempo que llevaba conviviendo con Milo se dio cuenta de aquello que llamo la atención de Kanon, más allá de su físico era su espíritu, decidido y un poco rebelde, inocente pero a la vez atrevido, supo entonces que su forma de ser y de actuar eran el complemento perfecto para Kanon.

Había hablado con el dueño de los pensamientos de Milo hace algunos días pero como siempre solo le dio la información necesaria de los avances que tenía, Kanon aún permanecía en Grecia con algunos de los muchachos, mientras Io y Bian estaban en la nación vecina buscando una pista que les indicara donde estaba Shion y sus aliados; "el lado oscuro" se había disuelto y eso les daba ventaja pues los miembros de esta se entregaron por su propia voluntad y se les fue perdonada la mitad de la condena que les correspondía.

Estaba un poco inquieto, no lo iba a negar, tenía un mal presentimiento aunque una parte de su conciencia le decía que no era más que una regresión al pasado, mientras que la otra se empeñaba en mantenerlo alerta, no se perdonaría si algo le llegase a pasar a Milo, sobre todo porque le había hecho a Kanon la promesa de mantenerlo a salvo hasta que Shion recibiera su castigo o hasta que él pusiera un pie en su casa, lo que pasara primero daría como resultado la misma cosa.

•~•~•~•

Estaba absorto de todo lo que lo rodeaba, estaba sentado en uno de los sillones del recibidor de aquella mansión pensando en el dueño de su corazón, en todo lo que podrían hacer juntos, todo aquello que alguna vez leyó en la biblioteca de su colegio, esas líneas pertenecientes a los cuentos de hadas parecían volverse realidad cuando encuentras a la persona correcta, ahora lo sabía, esa repentina y alocada decisión que tomo le había dado los mejores momentos de su vida aunque estos hayan sido apenas unos cuantos días.

A él que creía haber roto todos los lazos con los sentimientos "caritativos", a él que le decían que era frió y sin sentimientos, a él le había pasado lo que se supone no debía, a Kanon Geminorum pudo pasarle aquello que en un pasado no tan lejano creía no tenía lugar en su mente y en su corazón; ahora la imagen de Milo Sargas pasaba una y otra vez en su mente, lo mantenía gran parte del día en las nubes y ¿Cómo no? Si seguía siendo su presa.

— ¿otra vez pensando en la presa, Kanon? — Tethis se sentía hastiada de la actitud de su compañero, sobre todo porque llevaba así dos mugres años.

No dijo nada, simplemente se limitó a asentir, no quería discutir con ella pues sabía de lo molesta que estaba en ese momento pues su tono de voz no era el usual, ni siquiera se dignaba en mirarla, estaba perdido, enamorado, y de hecho esa era la palabra correcta, se había enamorado y ni tiempo le dio de darse cuenta, llevo una de sus manos a sus labios pasando las yemas de sus dedos con delicadeza recordando la suavidad de los labios de Milo.

Tethis tampoco dijo nada, había pasado a ser ignorada por Kanon y no era la primera vez; Sorrento no respondía a sus llamadas y rara vez se dignaba a mandarle un mensaje; a Io y a Bian parecía no importarles en absoluto y ni se diga de Julián, estaba metido en sus asuntos con la policía griega que ni siquiera le dirigía la palabra; en pocas palabras, la pobre Tethis no tenía con que distraerse y lo poco que podía hacer era salir a las calles, solo quería un poco de atención, pero como ella decía "si las cosas resultan complicadas, lo único que nos queda es descomplicarlas y seguir adelante", se marchó dejando a Kanon solo otra vez.

El sonido de una llamada entrante lo saco de sus pensamientos, sacudió un poco la cabeza, tomo su teléfono, vio la pantalla con el nombre de uno de sus compañeros y presionó el botón correcto.

"Buenas noticias Kan" esa voz la reconocería aunque pasaran mil años

— ¿qué esperas para decírmelas, Io?

"impaciente como siempre ¿no Kan?, ya tenemos la información necesaria, podemos darle fin de una vez por todas"

—Excelente noticia Io, llegaremos en un par de días. — no pudo contener su emoción, por fin, el fin y el comienzo en lugares cercanos.

"Bian y yo los estaremos esperando, pero no te apresures, puedes desviarte un poco y visitar a Milo." Después de esas palabras Io soltó una pequeña risa.

—Lo aré.

Colgó como era costumbre en él, sin dar tiempo a su interlocutor de responder, dio aviso a todos los que se encontraban en aquella mansión y salió de ahí lo más rápido que pudo, como si su vida dependiera de ello, como si hubiese esperado siglos para poder volver a ver esos ojos de un azul un poco más claro que los suyos; encendió el auto y piso el acelerador como si no hubiese mañana, de la misma manera en la que había salido de la mansión, ingreso al aeropuerto y pidió un vuelo con dirección a Austria, no podía esperar ni un minuto más.

Abordó su vuelo, estaba nervioso, incluso mucho más que la primera vez que su hermano lo regaño, ahora comprendía lo que decían acerca del amor, puede ser un juego una espada de doble filo, puro, violento, puede matarte pero resulta ser la cura y la respuesta y aunque no todo es para siempre hay que aprovechar cada día.

Lo que en el cercano pasado resultaba ser un dilema entre la vida y el amor de Milo, ahora le parecía un simple error de un pasado lleno de ellos, ahora podía tener ambas cosas, podía escuchar los latidos de su corazón y su respiración chocando con la suya, además de poder sentir sus labios acoplados con los suyos y porque no, su cuerpo. Se sentía ansioso de poder volver a estar a su lado, esta vez para siempre y hasta que las estrellas en el cielo nocturno perdieran su brillo.

Dan R 

Entre tu amor y tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora