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Aquella noticia le cayó de sorpresa, como un balde de agua fría en la espalda, no, eso no podía estar pasándole, no despues de lo que habían hecho, quizá ese era su castigo por su pasado, quizá el destino quiso devolverle todo lo que alguna vez causo solo con apretar el gatillo; después que el médico le dijera el número de habitación de Milo, simplemente salió disparado hacia ella, paso por la sala de espera y ahí los vio tal y como los había dejado: nerviosos y preocupados.

—Habitación 386. — dijo y siguió su camino seguido de los demás.

Abrió la puerta y su expresión cambió por completo, en la cama con suero y una maquina midiendo los latidos de su corazón, estaba Milo, con un rostro tranquilo como si solo estuviese dormido, como si en cualquier momento fuese a levantarse y lanzarse a sus brazos no obstante sabia que eso no seria posible, el medico le había dicho que posiblemente y solo con el estímulo necesario podría abrir los ojos, verlo e incluso hablarle pero que caería dormido otra vez.

Se acercó lentamente bajo la mirada de sus compañeros, acaricio su rostro con suma delicadeza, deposito un dulce beso en su frente y tomo entre sus manos la de Milo, esperando a que todo eso fuera un sueño, una terrible pesadilla y que pronto despertaría con Milo a su lado con la cabeza en su pecho y él rodeando esa cintura que le hacía perder la cordura; dio un beso en el dorso de la mano de aquel muchacho rubio, en reacción a sus caricias abrió los ojos y le busco con la mirada pero después de unos segundos sus gemas azules volvieron a cerrarse.

Una mano se posó en su hombro, Sorrento quería darle en ese momento todo el apoyo moral que estuviese a su alcanza, después de todo también podía sentir el dolor y la impotencia de no poder hacer absolutamente nada por aquel chico que yacía en la blanca cama.

No podía quedarse ahí, tenía que volver a Grecia, el papeleo y las indicaciones del hospital fueron demasiado claras, luego de un par de días pudieron trasladar a Milo al departamento de Kanon para que pudiese cuidarlo con sumo cuidado; además de recibir la ayuda de Sorrento y Tethis a quienes agradecía su amabilidad.

•~•~•~•

Había pasado una semana desde que volvieron a Grecia y estaban a unas cuantas horas de comenzar el juicio que marcaría el futuro de Shion y sus aliados, tenían todo lo necesario, los testimonios, los testigos y por si fuera poco, algunas fotografías que Io había tomado en sus intentos por atraparlos.

El tribunal de justicia estaba lleno, unos queriendo defender a los acusados y otros más pidiendo justicia, Loa agentes entraron acompañados de los tres hombres y la mujer; después llegaron los abogados y Julián junto a todos excepto Tethis pues ella se había quedado en casa cuidando de Milo. El juicio comenzó luego de algunos minutos y la lectura correspondiente del caso, uno de los más buscados en Grecia, los testigos pasaron uno a uno al estrado, declarando todo cuanto habían visto y experimentado en manos de ese hombre.

El juez anotaba en una libreta aquellos puntos importantes de cada uno de los testigos, tanto de los afectados como de aquellos que estaban ahí para defenderlos, no obstante aún quedaba un testigo por pasar, uno que vivió en carne propia algo de todos los relatos ahí contados, alguien a quien su reflejo de carne había considerado un traidor, uno que estaba dispuesto a aceptar también una condena por sus actos, su nombre: Kanon Geminorum.

Cuatro horas pasaron y por fin había una sentencia adecuada para todo lo que Shion y sus aliados habían hecho, una que les vendría demasiado bien a todos: cadena perpetua; cuando Kanon escucho la sentencia su corazón se encogió, su amado hermano iba a estar ahí todo lo que le restara de su vida y él estaría libre pero sufriendo por ver a su amor dormido por quien sabe cuánto tiempo más; los agentes tomaron a cada uno de los condenados y comenzaron a salir del tribunal.

—Espere. —dijo Kanon y se acercó hasta estar frente a frente con su hermano.

— ¿qué quieres Kanon?

—Iré a verte Saga, no te dejare solo en ese lugar, aunque ellos no te perdonen. — dijo señalando a todas las personas y al juez. — quiero que sepas que yo sí, te perdono no solo por esto sino por todo lo que hiciste en el pasado, te quiero Saga.

No respondió, le dio la espalda como tantas veces lo hacía y salió de ahí, serian días muy largos y esperaba acostumbrarse pronto a su nuevo hogar, iba con la mirada baja, aquellas palabras le hicieron volver a su realidad y darse cuenta que no había vivido más allá de su oficina y de los trabajos de ese hombre y ahora no saldría de ese lugar que había escuchado era peor que el mismo infierno, quizá después podría hacer algo para ganar una libertad condicional sin embargo ahora solo le quedaba aceptar su destino.

Regresaron a casa, cada uno por su lado, ahora les tocaba un poco de tranquilidad después de todo lo que habían pasado, el "imperial sea" estaba en pie y con una victoria sumada a las anteriores.

•~•~•~•

Todos los días después de ese eran igual, pasaba gran parte del día a lado de la cama de su amado rubio, esperando a que despertara de aquel coma, esperando a que sus ojos se abrieran y nunca más se cerraran por mucho tiempo, no perdía la paciencia ni mucho menos la esperanza, rara vez Milo pronunciaba su nombre y eso le hacía feliz, aunque sabía que eso sería todo, ¿Cuánto tiempo más? No lo sabía pero si de algo estaba seguro es que no se separaría de su amado ni aunque se llevara la vida en ello.

Cuando Tethis o Sorrento ofrecían voluntariamente su ayuda, Kanon iba a visitar a su hermano, le llevaba su postre favorito y algunos libros, le dolía verlo de un monocromático naranja, pero a pesar de ello le sonreía como cuando eran niños, le sonreía con todo el amor que le tenía y que aunque pasaran mil años no se acabaría, los unía más que la sangre, se habían convertido en mejores amigos aunque ninguno lo aceptase, Saga estaba luchando demasiado por mantenerse en pie y poder salir aunque fuese solo por unos instantes y conocer a su cuñado.

Habían pasado ya 8 meses de esa manera pero aquel día llego casi corriendo, se le había hecho tarde y Sorrento le había llamado diciendo que tenía que verse con alguien y por supuesto no podía quedarse con Milo por más tiempo, entro a casa donde el chico de cabellos lilas le esperaba, luego de despedirse y desearle suerte, Kanon entró a la habitación de Milo, sus ojos se abrieron de par en par, los orbes azules de Milo estaban abiertos, rogaba por que estos no volvieran a cerrarse, se apresuró a tomar su mano y a besarla como lo hacía todos los días, Milo le sonrió, otra de sus reacciones que no duraban mucho.

—Kan... — su voz era muy tenue, sus ojos poco a poco se cerraban de nuevo.

—Milo. — dijo y de nuevo beso su mano.

Se quedó ahí un poco más, pasando sus dedos por el rostro de Milo, quien había vuelo a dormir, luego de algunos minutos volvió a abrir los ojos y se sentó en la cama, los labios de Kanon se estamparon en los de Milo, esta vez ya no volvería a dormir esta vez estarían juntos hasta convertirse en polvo.

Un debate entre la vida y el amor, entre dos cosas que pueden tenerse a la par, un dilema lleno de tragedia y dolor que puede pasarle a cualquiera, aunque se niegue, aunque se traten de apartar aquellos sentimientos, a Kanon Geminorum pudo pasarle lo que se suponía no debía, le pasó gracias al dilema que surgió tras conocer a Milo Sargas y... si a él pudo pasarle, a ti también puede... ¿no?

Fin 

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Gracias a todos por leer. si no les gusto el final me da igual... no es cierto, espero que les haya gustado leerla tanto como a mi me gusto escribirla, cualquier duda respecto a la historia o la destino de los personajes no duden en preguntarme, aré una sección de datos de esta historia por si quieren que les resuelva alguna duda.

Mas tarde estaré subiendo el Epilogo de esta cosita bella  y el prologo de una nueva historia titulada "Flamenco en Griego" por si quieren darse una vuelta.

Dan R. 

Entre tu amor y tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora