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La apacible tarde solo era cómplice de los movimientos sigilosos que una mujer, seguía muy de cerca a tres jóvenes que caminaban tranquilamente por las calles, su objetivo: un muchacho rubio de ojos azules; para desgracia de aquella chica los otros dos hombres no se despegaban de su lado, si su vista no le fallaba el otro que caminaba a la derecha del objetivo era Kanon y el de la izquierda Radamanthys; bufo por su mala suerte pero no los dejaría ir tan fácil, ese día era su ultima oportunidad.

El ajetreo de la gente era una cosa que ponía de mal humor a todos, a todos menos a las tres personas que caminaban tranquilamente, un día lleno de paz a diferencia de los anteriores llenos de emociones encontradas y planes para poner a salvo a un mocoso, no tenían intenciones de que aquellas horas que tenían por delante pasaran rápido.

De un momento a otro el bullicio aumento y el número de gente también había crecido, por unos instantes se separaron, Kanon tomó camino hacia la derecha de esa amplia avenida llena de personas mientras Radamanthys caminaba con ligera inclinación a la izquierda, por su parte, Milo siguió su camino en línea recta; se detuvieron y miraron a sus lados, no había nadie, los mayores se giraron para verse a lo lejos solo ellos dos pero hacia falta uno, ¿Dónde carajo se había metido Milo?, se apresuraron a acercarse con la misma pregunta ¿No se supone que Milo estaba contigo?, un error garrafal, el joven de cabellos dorados había desaparecido de la faz de ese pequeño espacio y ninguno de los dos se había dado cuenta.

Regresaron al departamento después de buscar a Milo y desistir al no obtener resultados positivos, ambos estaban preocupados, Kanon daba vueltas por toda la sala bajo la mirada preocupada de Radamanthys, podía no quererlo y culparlo de su ahora corazón roto, sin embargo y aunque o aceptara con mucho dolor ese muchacho era el motivo de las sonrisas de su amor platónico.

El sonido de su teléfono sonando lo saco de su trance, tomo el objeto entre sus manos y apretó aquel botón verde, una voz masculina del otro lado de la línea le dijo todo lo que en ese momento quería saber, empalideció al escuchar la última petición de aquel que le hablaba; colgó e hizo una nueva llamada, los planes se habían adelantado, solamente era un adelanto pues todo lo que habían dicho quedaría igual.

•~•~•~• 

No reconocía el lugar, jamás en su vida lo había visto, era una habitación oscura con solo una tenue luz alumbrando su espacio, la duda lo invadía, ¿qué había pasado?, tallo sus ojos por un momento y recordó, iba en compañía de aquellos dos chicos mayores que él pero de repente se separaron y luego esa mujer volvió a aparecer, le volvió a apuntar con el arma sin darle oportunidad de gritar lo golpeo con ella dejándolo inconsciente, y ahora estaba solo en ese espacio que le daba desconfianza.

La puerta de aquella habitación se abrió dándole paso a dos hombres, uno de ellos aparentaba no mas de 35 años, de cabello verdoso claro y de piel pálida, el otro un poco mas joven; los ojos de Milo se detuvieron por un instante en el segundo hombre, se le parecía tanto a Kanon que por un momento pensó que era él no obstante esa idea se fue de su mente al notar un tono un poco más oscuro en su cabello.

El hombre de cabello verdoso se le acerco de manera lenta como si Milo fuese la presa y aquel hombre el depredador hambriento; lo tomo de la barbilla obligándolo a mirar atreves de sus ojos, ese indescriptible deseo de hacerlo pedazos, sonrió al notar el miedo en la mirada azulada de Milo Sargas, se separó por unos instantes.

—Las cucarachas son muy pequeñas pero no se mueren de un pisotón.

Le hizo un ademán a Saga y este actuó de inmediato tomando al muchacho con un poco de brusquedad y conduciéndolo a otra habitación, más específicamente a la oficina de ese hombre. Cuando llegaron a su destino solo se escuchó otra orden que Saga acató casi de manera mecánica e inmediata.

—Ahora solo nos queda esperar a que venga y creo que no tardara ¿verdad Saga?

—Estoy seguro que no, señor. — un suspiro salió de sus labios, su hermano llegaría en menos de lo que canta un gallo, eso lo sabía pero muy dentro de Saga no quería que eso pasara, ese lugar no era seguro pues Shaina estaba rondando por ahí y no quería que le pasara nada, su hermano tenia que perecer en sus manos y no en manos de una mujer como ella.

Se mantuvo en silencio pero su mente no podía estar tranquila, se sentía traicionado y desplazado, ya había experimentado ese sentimiento a sus 20 años cuando se enteró de la relación que Kanon llevaba con Radamanthys, aunque solo eran amigos no dejaba de ver a aquel rubio como un enemigo, como basura, como si no valiera nada; y ahora se sentía igual, ese muchacho que estaba frente a él era el causante de que ese sentimiento se apoderara de su mente una vez más pero en |cuestión de un par de horas o quizá minutos volvería a tener la atención de su hermanito y esta vez no lo dejaría escapar.

•~•~•~• 

"Entendido, te espero en el café, llámame si necesitas algo más", la voz del otro lado de la bocina ya estaba enterado.

—No te preocupes Sorrento, todo va a salir bien.

Kanon encendió su auto y se dirigió hacia donde le habían indicado en la compañía de Radamanthys, la aguja que indicaba la velocidad del auto se encontraba más allá de los 100 kilómetros por hora pero a ninguno de los dos les importo ese detalle, tenían un objetivo que alcanzar y aunque sería difícil, estaban seguros que el plan "Save the queen" se llevaría a cabo al pie de la letra.

El auto aparco frente a un edificio color marrón con adornos de la época clásica, soltó un suspiro, ambos jóvenes salieron de aquel vehículo y a paso rápido se dirigieron hasta la oficina de ese hombre; Kanon estaba nervioso, sabía que su hermano estaría ahí y de ser necesario debería acabar con su vida sin embargo tenia la ligera esperanza de que eso solo sería la última opción.

Subían las escaleras como si alguien los persiguiera, pasaron por todos los que ahí estaban incluyendo a Shaka y Shaina, sin necesidad de armar una pelea, después de todo Kanon aún seguía dentro de los negocios de ese hombre; se detuvieron frente a una puerta color caoba, los nervios invadieron sus cuerpos pero ninguno lo demostró, la perilla de aquella puerta giró dándoles espacio para entrar.

—Al fin llegas Kanon, estábamos esperándote.

No respondió simplemente se quedó viendo a Milo quien le devolvió la mirada con algo de miedo, él también se sentía atrapado, sin escape, sin opciones; en sus ojos azul profundo se podía notar la angustia que sentía en ese momento pero al parecer solo el rubio menor lo había notado.

—Hermano, termina de una vez por todas con esto.

Una mirada cruzada entre los dos hermanos, una llena de angustia y nerviosismo, y la otra con una mezcla de rabia y ansia; volvió su mirada hacía Milo quien trago saliva, se acercó un poco más a él bajo tres miradas: una ansiosa, la otra preocupada y la ultima furiosa; tomo de su saco una Glock semiautomática y la alzo justo a la altura de Milo.

Dan R.

Entre tu amor y tu vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora