Capítulo VIII

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Capítulo VIII

    Una sonrisa cínica se dibujaba lentamente en su rostro, cuando finalmente se encontraba en la soledad de su estudio. Ese día había logrado ver los frutos de su objetivo. Lady Alondra empezaba a confiar en él, mostrándose abiertamente, sin saber el peligro que se avecinaba a su vida.



    Él era un peligro para su vida.



    Él sólo pretendía acaba con ella y su familia.



    Se sirvió una copa de whisky, contempló el sol que empezaba a ocultarse. El tiempo se encontraba a su favor y él ciertamente encontraría cómo llegar en poco tiempo a conseguir su presa.



    A Alondra Cavendish.



—Te tengo en mi poder... Sólo he de mover un par de piezas para hacer posible la culminación de mi plan...—y terminó de beberse su copa de un trago, mientras empezaba a observar la oscuridad en su ventana. Cerrando las cortinas antes de dirigirse a su habitación.



   El día del cual había intentado escapar, Alondra, finalmente había llegado, por lo que después de desayunar decidió salir al jardín, teniendo en sus manos un libro. El que su padre le había regalado antes de dejarla en Italia, junto a una doncella que había contratado en Florencia para ella. Se encontraba un poco incómoda al saber que ya no había vuelta atrás. De todas maneras, ella sabía lo que quería. Y no era un amor por conveniencia. Sino un amor verdadero como el que había observado en sus padres. Se sentó en un banquito junto al jardín donde se encontraba las rosas blancas que ella tanto amaba. Posiblemente ese gusto lo había heredado de su madre, quien era la responsable de que ese jardín fuese tan hermoso desde que ella era una pequeña niña.



—¿Preparándote de esa forma en tu gran día? ­—le preguntó sorprendido su hermano.

—No he encontrado otra forma... ¡Y sabes cuánto lo odio! —le miró seriamente, haciéndole ver que no quería ningún sermón de hermano menor.

—Estaré contigo... Te lo prometo. Y bailaré todos los bailes, si me prometes que sonreirás esta noche.

—Le debes un par de bailes a Isabella...—le acusó—. Y mi mayor deseo es que se lo concedas esta noche a ella. Y solo a ella.

—Intuyo que le concederás a nuestro padre verte bailar con varios de sus invitados.

—Posiblemente...—y sin querer seguir hablando del mismo tema, cambió a otro que si le interesaba—. ¿Le has hecho entrega de su obsequio a Isabella?

—Sí, lo he hecho... después de nuestra conversación, decidí que no debía demorar tanto algo que deseaba hacer. Me dirigí a su propiedad, le pedí a su padre que me otorgara permiso para hablar con ella. No fue fácil... Y supongo que entenderás a qué me refiero... Yo...

—¿Te has percatado de lo que sientes por ella? —le interrumpió, pensando que así había sucedido.

—¡Alondra!, ¡Por Dios, déjame terminar! —se sentía más incómodo al ver que había sentimientos que le confundían esa mañana.

—No demores y dimes que le has dicho...

—Que lo compré pensando que había sido descortés por no haberle hecho un presente por motivo de su presentación. Hemos sido amigos desde niños...

—¿No me digas que lo has arruinado con esa expresión de que "la ves como una amiga de la infancia"? ¿Eso es lo que has aprendido todo este tiempo en Eton y en St. John? —le acusó enojada.

—Me temo que no lo vi oportuno en ese momento, teniendo que pedirle permiso a su padre de que me permita cortejarla. —se excusó, viéndose como un idiota en frente de su hermana. Al mismo tiempo que se sorprendía a sí mismo, al darse cuenta, que había expresado la palabra "cortejarla", cuando  no había pensado en ello. Había salido de su boca, sin que él lo pensará realmente. ¿O le había traicionado el subconsciente?

—Deberías moverte... O se te adelantaran. —expresó secamente su hermana, decepcionada al saber que su hermano solo se había limitado a regalarle un simple obsequio a Isabella.

—¿Por qué lo dices?

—Porque de una fuente fidedigna sé que Isabella tiene otro pretendiente, al cual ella no le ha mostrado interés. Pero si es más rápido que tú, no perderá tiempo... Posiblemente esta noche lo veas intentado acercarse a ella.

—¿A quién te refieres? —exigió saberlo en un tono firme. ¿Acaso eran celos lo que de pronto sentía al saber aquello?

—Al hermano de mi amiga Audrey. A Christopher Wilson.

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Hasta aquí el maratón.... ¿Qué les ha parecido?

Ecos del Corazón (7ma novela de Todo lo que soy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora