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Los días, las semanas y los meses han pasado ante mis ojos como rayo, a la velocidad de la luz que apenas son palpables en el aire. Se sintió como una ola que te vuelca en la arena, te moja y te deja más fresca.

El invierno había terminado hace mucho, incluso la primavera estaba a punto de concluir en un par de semanas y el verano se sentía tan cerca como las largas tardes durante el día y las cálidas noches al finalizar la jornada.

El primer semestre en la Escuela de Enfermería ya había cerrado hace un par de días, seis meses que volaron en un chispazo y a la vez pasaron lento como un caracol. Había aprobado todas mis materias con honores, Sandy se había vuelto una amiga para mí y Thomas… él y yo intentábamos mantener un lazo de amistad sencillo después de haber declarado su enamoramiento por mí hace tiempo, un amor al que no podía corresponder porque yo estaba con alguien más.

Sí, efectivamente él mismo: Ashton.

Las tardes en el parque pasaron a citas en el cine, mini conciertos en plazas comerciales de bandas que escuchábamos e incluso, llegó a formar parte de una cena familiar en casa. Mi padre lo recibió bien, a mi parecer, aunque sabía que por dentro le dolía ver a una de sus hijas crecer. Mi mamá no sabía mucho de él, desde hace meses que no la veo pero escuché a mi padre hablar por teléfono con ella y contarle al respecto. Y mis hermanas mantenían una conexión agradable con él.

Para ser sincera, todo iba muy bien. Era como si, desde el momento en que él llegó a mi vida, todos los problemas se esfumaron, desaparecieron como el vapor en la atmósfera; y se encendió la luz.

No más dolores de cabeza. No más migrañas. No más episodios de convulsiones. No más fiebre. No más visitas con el doctor. No más internamiento en el hospital. No más pastillas. No más dolor. No más miedo.

Estar a su lado, sosteniendo su mano y escuchando el ritmo de nuestra respiración durante la noche era una de las cosas más maravillosas que disfrutaba hacer, y lo extraño es que sólo provoca tanta paz cuando es con él.

Después de aquella vez, aquella vez que explotó todas mis emociones, la historia cambió. No sé cómo sucedió ni lo vi llegar, tampoco fue algo que planeamos o que estuviera escrito en una profecía; no, no lo sabía, solo sabía que quería estar con él.

Mi mente cambió, mi estilo de vida cambió, incluso el aire que respiraba se sentía diferente y es que, no sé con certeza qué cosa en él podía convertirme en todo lo que soy ahora. Sería su sonrisa, sus ojos o la forma en que me miraba al anochecer diciendo ‘adiós’, pero de todas las cosas que más me gustaban hacer, era sentir esa aura de protección cuando me sostenía entre sus brazos.

La conexión seguía vigente, parecía que no caducaba con el paso de los días, sino que perduraba; se volvía más fuerte, más poderosa, más especial. Especial porque mi cuerpo experimentaba cosas que nunca había sentido; poderosa porque cada vez que decía que le quería, se sentía mejor; y fuerte porque, cada vez que lo hacía, sentía que iba mucho más allá de un simple querer.

No sabría decir si mi relación con él se basaba en risas, buenos momentos y besos; o en lágrimas, secretos revelados y palabras de aliento. Era una mezcla de todo aquello y nada, volviéndose en una masa de un material inédito para el espectador y algo tan extraño como para ser comprendido.

Conocía el inicio, pero no el final. No veía un final. No quería un final. No un final con él. Quería que esto fuera para siempre. Para siempre.

Y como un enfermedad, se metió debajo de mi piel, rompió las barreras, destruyó a las defensas de mi sistema inmunológico y entró como una objeto desconocido que podía manejarlo todo, pero que a la vez me hacía tan bien.

El sonido de la campana rompió con todos mis pensamientos y me devolvió a la realidad, siendo testigo de todo lo que estaba pasando. Mi hermana agitó la campana una vez más, atrayendo la atención de alguno de los meseros para cumplir con el servicio que le solicitaría, pero ni el más incómodo ruido me podría hacer estar de mal humor.

Ahora estaba aquí, en un restaurante con buena comida y un buen ambiente al aire libre, con bebidas frescas en la mesa y música cálida para la tardeada. En el asiento principal de la mesa se encontraba mi papá, del lado derecho mis dos hermanas y del lado izquierdo Ashton y yo.

Habíamos decidido festejar sus cumpleaños juntos este día. Bueno, realmente yo no decidí nada, fueron ellos dos quienes lo planearon en una cena hace un par de semanas en mi casa, mientras festejábamos mi triunfo en el primer semestre de la escuela. Y bueno, ahora nos encontrábamos aquí.

El sol volvía el ambiente cálido, las sombrillas nos cubrían de sus rayos, pero no había mejor remedio que agua de limón para calmar mi sed. El menú ya había sido ordenado, así que esperábamos por él.

Miré a mí alrededor. El establecimiento era un verdadero paraíso: árboles, plantas y flores por doquier, tan verde y lleno de vida que podía hacerte sentir en la pradera o en un campo de margaritas.

Ashton estaba hablando con mi papá de algo que no comprendía, como en un idioma que no conocía; y las voces a los alrededores solo sonaban como zumbidos lejanos, permitiéndome detener todo por un segundo y apreciar este momento, justo lo que estaba viviendo: mi familia y el chico al que quería, juntos, en un mismo lugar, el mismo momento y al mismo tiempo. Nada podía ser mejor, no para mí.

Instintivamente tomé su mano por debajo de la mesa y él la apretó en una señal que interpretaba como ‘sé que estás aquí’ y entonces me sentía bien. Él me dirigió la mirada con una sonrisa y besó mi mejilla.

─ ¿Pasa algo, cariño?

─ Nada, todo está bien ahora. –le sonreí y mi padre continuó hablando después de detener sus palabras por un par de segundos, al notar que algo estaba sucediendo entre los dos.

No sabía cómo se sentía él al verme a su lado, al ver que era feliz con él y él conmigo. No sé si le causaba repugnancia o qué tipo de emociones reaccionaba su cuerpo, pero el que aceptara nuestra relación era suficiente para mí.

~

Mientras disfrutábamos del postre, entre helado de vainilla, frutas con crema y flan de chocolate, recordé que aún faltaba algo para este día: el regalo. No había tardado mucho en saber qué elegir, era sencillo conociéndolo tan bien.

Hice una señal con la mano para pedirles permiso de retirarme unos segundos, fui a la esquina de aquel lugar donde resguardaba su regalo, entre un par de plantas altas y tomé la caja entre las manos. Cuando regresé, Ashton deslumbró la mirada y se levantó para coger la caja con un cordón rojo atado a ella con un globo con la leyenda ‘Feliz Cumpleaños’.

─ ¿Esto es para mí? –preguntó con esa voz de sorpresa que emitía cada vez que algo bueno pasaba y no lo creía a primera impresión.

─ Por supuesto que sí. A mi padre ya le di su regalo en la mañana, así que esto es tuyo –animé tan contenta como él, como la gran sonrisa en su cara–. ¿Qué esperas? ¡Ábrelo!

Depositó la caja sobre la mesa, mis hermanas ayudando a despejar el área para no tirar nada. Encontró un pequeño lazo de donde se jalaba para abrir la tapa y encontrar su contenido. La caja la había llenado con papelitos y serpentinas de colores, ocultando lo que había debajo, pero su emoción cual niño de siete años podía con todo aquello y vació la caja casi de inmediato. Al fondo se encontraba un cd que quería desde hace años de una banda llamada Coldplay en compañía de una camisa blanca, con la frase impresa: “Somos personas simples en un mundo tan complejo”. Él me había contado de la música que le gustaba y a los artistas que escuchaba, en una ocasión mencionó de un álbum que no pudo conseguir de esta banda y aunque tardé un mes para encontrarlo, lo conseguí y supe que era el regalo perfecto para él.

Supe que había hecho un buen trabajo cuando sin decir nada más que ‘GRACIAS, GRACIAS’ se lanzó a abrazarme y llenó mi cara de besos. Momentos como estos, solo pasan una vez en la vida; momentos como estos, hay que aprender a vivir.

Una vez en enero. [fanfic w/Ashton Irwin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora