1.

91 5 0
                                    

Hoy era jueves por la tarde, hacía un tremendo frío a pesar de que se asomaban los rayos del sol. Mis hermanas ya estaban en casa, estaban haciendo sus deberes de la escuela mientras yo terminaba de leer un libro, recostada en el sofá de la sala.

Mi papá no estaba, él estaba trabajando hasta ahora. Se supone que él llega a casa más o menos a las cuatro de la tarde, pero desde que no está con mamá, sale con sus amigos a comer o a tomar, aunque nunca ha llegado en estado de ebriedad; sé que él nos quiere mucho y a pesar de todo nos protege.

Ya eran casi las cinco y yo ya había terminado de devorar trescientos setenta y cuatro páginas en menos de una semana. Para las fechas en las que nos encontrábamos, yo debería estar estudiando, pero la escuela en la que me inscribí empezaba clases hasta febrero y aún tenía un par de semanas de vacaciones para hacerme cargo de la casa por las mañanas mientras mis hermanas estaban en la escuela y mi papá iba al trabajo. Y, para ser sincera, a veces me aburría mucho estar en casa por tanto tiempo. Pensé que podría cambiar eso por al menos un día, así que me ajusté mi par de botas, me puse un suéter calientito, tomé mi celular y las llaves de la casa, y salí.

Mis hermanas ni siquiera se molestaron en preguntar a dónde iba, ya tenía varios días que hacía esto, y como siempre regresaba a salvo, no se preocupaban en lo absoluto. Además, son más pequeñas que yo, no se supone que deberían protegerme ellas a mí, sino yo a ellas.

Afuera hacía un frío espantoso, peor del que tenía que soportar dentro de casa en mi habitación –mi habitación era la más fría de todas en casa, por una extraña razón–, pero ni eso me quitaría las ganas de salir a dar un paseo para despejar mi mente.

Crucé la avenida sobre la que estaba mi casa, luego doble a la derecha, atravesando otra avenida que cruzaba con la de mi hogar y caminé un par de cuadras hacía arriba, luego me introduje entre una de esas calles y caminé hasta llegar a otra gran avenida, atravesé un pequeño parquecito del otro lado y caminé una cuadra hasta llegar a las orillas de la iglesia más cercana a mi casa. Enfrente de la iglesia, estaba la plaza.

Hoy no se celebraba misa, así que estaba deshabitada la iglesia, pero la plaza siempre estaba llena de personas. Era muy grande, tenía canchas de futbol y basquetbol, área de juegos, banquitas para descansar y un caminito para andar alrededor.

Di una vuelta a toda la plaza y luego me senté en una banca, enfrente de un quiosco, que estaba detrás de la cancha de futbol. Alrededor había árboles y esa zona estaba cubierta de césped, césped que estaba recién cortado. Mis manos estaban dentro de los bolsillos de mi suéter, corría un aire que quemaba y no quise arriesgarme a las consecuencias. El quiosco estaba solo, hasta que se acercó un chico.

Él subió las escaleras hasta llegar arriba, se dejó caer de frente en los barrotes para no caer, con los brazos hacía afuera del techo que cubría la pequeña morada y encendió un cigarrillo. No estaba de frente a mí, casi me daba la espalda, pero lo veía tan bien como para describir cada movimiento que hacía. Además, desde abajo, se podía ver casi todo lo de ahí arriba, no era como intencional que lo quisiera ver.

Cuando terminó de fumar, tiró la colilla a uno de sus costados, muy cerca de su pie izquierdo y la pisó con el filo de su calzado. Se metió las manos a los bolsillos de su chaqueta y se dio la media vuelta para bajar del otro lado.

Creí que iba a seguir su camino y se iba a ir, pero se detuvo en mi banca y se sentó junto a mí, si acaso a un metro de distancia. Yo lo miré, confundida, pero no le dije nada.

─ Pude sentir tu mirada desde allá arriba. –emitió sin detenerse a mirarme, miraba hacía enfrente, pero no a un lugar en específico. Su mirada parecía perdida en el espacio.

Una vez en enero. [fanfic w/Ashton Irwin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora