XI Agua

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Ríona recuerda el agua. Agua turbulenta, confusa y marrón. Agua que limpia, relaja, olvida. La princesa sale del sueño como si saliera del océano después de un largo tiempo sin respirar. Abre los ojos e inhala profundo.

Ve un mundo de reflejos neblinosos; una sala blanca rodeada de puntos de colores y de chispas de luz. Parpadea para despejar sus ojos pero el mundo aún parece una mancha borrosa. Siente la garganta inflamada y tose en un intento de liberarse de las cosquillas. Entonces una masa de cuerpos, olas en movimiento, se acerca a ella. Vuelve a parpadear y al fin su vista se aclara.

Observa confundida la enfermería. ¿No estaba en la cena? ¿O bajo el agua? No logra recordarlo.

-¿Qué pasa? -dice Ríona, y de inmediato se calla al escuchar su rasposa voz.

El doctor Isaach se acerca a ella y le sonríe. Le pide a Ríona que abra la boca, a lo que ella obedece, y le apoya una mano en la frente después de apartar un paño húmedo que huele a plantas. Isaach hace todo esto sin dejar de sonreír. Ríona había visto pocas veces en su vida al doctor y en todas ellas lo había encontrado con un semblante serio o, a lo sumo, pensativo.

-Princesa, tiene usted la garganta roja y sigue un poco caliente por la fiebre pero aparte de eso se encuentra perfectamente, el antídoto funcionó.

-¿Antídoto?

-Es mejor que no hable mucho y ahora descanse, ya habrá tiempo para explicar todo.

Una suave mano, demasiado pequeña y frágil para ser la del doctor, se apoya en el hombro de Ríona, que asiente en un movimiento leve. Vuelve a caer en el agua.

Se despierta con el sonido de pasos y algunas palabras de tinta mezcladas en el agua que desaparecen y aparecen en su mente entre revoltijos de colores.

-La reina Luana acaba de partir hacia Cegal con una buena comitiva, solo nos queda esperar a que sea sensata y no nos declaré la guerra sin pensar en nuestra propuesta.

Ríona vuelve a abrir los ojos y, esta vez, encuentra ante sí el rostro de su madre, tan sonriente como el de Isaach. La reina Idara habla y, poco a poco, sus palabras empiezan a cobrar sentido en la mente entumecida de Ríona.

-Cariño, ¿cómo te sientes?

-Algo cansada y... confundida, creo. No entiendo... ¿Qué pasó?

Ríona sacude la cabeza con la esperanza de despertarse y lograr armar una frase entera pero solo se genera pinchazos de dolor en la nuca.

Otro rostro aparece en su campo visual; Laurent, y más allá alcanza a ver a Tina, que le sonríe desde lejos para no estropear el momento familiar.

-No sé si es conveniente explicártelo todo ahora, pasaron muchas cosas y todavía no estás en condiciones...

Ríona aprieta la mano de su madre.

-Por favor, estoy cansada pero... puedo entenderlo.

Mientras Idara habla, su voz tranquila y pausada, Ríona centra su mirada en las flores. La enfermería está llena de ellas, ramos de rosas, girasoles, tulipanes, violetas y fresias que ocultan el blanco natural de esa sala.

-El rey Mikael te envenenó, parece que sus amenazas eran serias. Pensamos que... te perderíamos, pero conseguimos el nombre del veneno y el doctor pudo preparar un antídoto. Vas a estar bien.

Ríona entrecierra los ojos, aún más perdida que antes. Recuerda algo de la cena, una charla con Mikael y Priamos, agarrar el cerdo con las manos, probar la cerveza... y después de eso, solo un mar infinito en el que flotar y hundirse de a ratos.

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