XXIII El papel

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Elías. Luego de la escapada con Priamos, Ríona no hizo otra cosa que pensar en Elías. El beso ocupaba parte de su mente pero se veía opacado por sus ganas de descubrir que había detrás de las confesiones de los guardias.

El día del estanque, cuando le dijo a Priamos que podía confiar en ella, se sentía ya lejano. Las palabras no parecían dichas por los mismos labios que se callaron luego del entrenamiento y en los tejados del palacio. ¿Porque lo había hecho? Lo que más le preocupaba era no saber cuál de esas dos personas decía la verdad. ¿Podía Priamos confiar en ella? ¿O esa era una mentira? No estaba segura.

Pero, aún peor, le preocupaba que más importante fuera el nombre de Elías, encontrarlo. Quería saber la verdad sobre el escape de los guardias de Cegal más de lo que quería saber si ella misma era sincera. Y acompañando a esta preocupación estaba Tina, evasiva desde su discusión. ¿Tendría razón y ella estaba obsesionada con misterios imaginarios?

En el espejo, los ojos de Ríona se encuentran con los de Tina, que los aparta mientras termina el semirecogido con trenzas y pequeñas flores falsas que combinan con el vestido turquesa pastel y blanco.

La reina lleva una semana preparando un evento en los jardines, en vista de que la corte se empieza a impacientar ante la falta de noticias y de que no ha habido ningún ataque. El rey regente lo aprobó a regañadientes, solo con la condición de que el sector del jardín destinado al picnic esté rodeado por guardias y de que no se invite a ningún entretenimiento por precaución.

En otro momento, Ríona pensaría en el sol, el aire, el pasto y los árboles pero solo piensa en que, con semejante despliegue de guardias, va a ser sencillo localizar a Elías y es su mejor oportunidad, puesto que es un guardia de nivel elevado, no de los que custodian puertas internas del castillo y ella ve todos los días.

Tina termina el peinado y observa orgullosa su obra de arte.

-¿Quieres algún collar o tiara?

-No, gracias Tina, quiero disfrutar el sol, no andar con pesadas joyas encima.

Tina asiente y toma una elegante sombrilla blanca con bordados, deja pasar a Ríona y ambas se mueven juntas, Tina a dos pasos exactos de la princesa, como debe ser según el protocolo, que solo llevan a cabo en reuniones de este estilo.

Al llegar al patio Ríona entrecierra los ojos por el fuerte sol del verano pero enseguida la sombrilla que Tina sostiene le protege la piel y la ayuda a ver el almuerzo preparado en los jardines. Hay multitud de mesitas blancas con sillas junto a telas de colores claros extendidas sobre el pasto. Sobre las mesas hay jugos frutales y por doquier se ven canastas y bandejas con viandas de fruta, sándwiches y tartaletas preparadas. Las mujeres mayores de la corte y algunos de sus maridos estás sentados a las mesas pero la mayoría disfruta de estar sentados en el suelo, conversan y juegan a los juegos de mesa dispuestos por el jardín. Rodeando ese lugar hay varios árboles que proveen sombra y Ríona sonríe a Tina.

-Tina, la sombrilla no va a ser necesaria. Te doy el resto de la tarde libre, si quieres ir a otro sector del jardín o descansar, hazlo.

Tina asiente y le agradece con una sonrisa de cortesía en los labios para desaparecer de inmediato.

-¡Ríona!

La voz que la llama es inconfundible y Ríona se gira para encontrar a Priamos apoyado con relajación contra un árbol alto un poco apartado del picnic. Se acerca a él, que le sonríe.

-¿Vas a quedarte al picnic? -pregunta Ríona sorprendida.

Priamos suelta una carcajada y niega con la cabeza.

-¿Con estos estirados que no pueden ni siquiera disfrutar del sol? Por supuesto que no, parece una tortura.

-Lo es, en cierto modo, pero al menos es afuera. Pero no entiendo qué hace aquí el renegado de las fiestas poco divertidas de la reina Idara.

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