XVII Desconfianza

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Ríona gira el collar entre sus manos, da vueltas la piedra y roza con los dedos esas marcas alargadas como zarpazos de garras. Se pregunta qué significarán porque bien sabe que en Ilrish todo significa algo y ese collar no es de Jaqum. Escucha el tintinear de la piedra y el colmillo y da vuelta en su cama una vez más hasta hundir el rostro entre los almohadones para soltar un chillido mudo.

—¿Qué sucede? —pregunta Tina mientras cierra la puerta de la habitación con el pie ya que tiene las manos ocupadas en cargar una bandeja con el desayuno favorito de Ríona. 

—Qué ya no estoy segura de nada, eso sucede.

Ríona se sienta y coloca la bandeja sobre sus muslos. Prueba el té, debora una tostada y se quita el cabello de la frente con un movimiento rápido. El bucle rubio vuelve a caer y esta vez se empapa de mermelada de frambuesa. Ríona apoya la cabeza en el respaldo y suelta un gruñido al techo. Luego ataca otra tostada y observa con las mejillas llenas a Tina, que se ríe.

—¿Y eso es culpa de las pobres tostadas y de tu cabello? 

—No, pero siento que quiero pegarle a algo… o mejor, a alguien. Desearía volver a entrenar pero estos tres días Priamos estuvo tan ocupado que no pudo y yo me voy a volver loca.

—La reina te invito a las tardes de té que organiza para las damas de la corte y no quisiste asistir. Tal vez deberías y así no te aburririas tanto.

—Lo dices porque nunca has asistido a una. Mirar el techo todo el día es menos aburrido que las conversaciones de esas mujeres.

Tina empieza a limpiar la habitación y abre las ventanas para ventilar. Normalmente las habitaciones del castillo se limpian al estar vacías pero Ríona y Tina cambiaban sus horarios convencionales para pasar tiempo juntas. Tina agarra un plumero y repasa todas las superficies y adornos mientras tararea una melodía suave.

El ruido del viento, el leve susurro del plumero y la clara voz de Tina llenan el aire pero Ríona solo escucha el tintinear. Recuerda haberlo escuchado dos veces aunque en ese momento no prestó atención y ahora no puede estar segura. Levanta el collar en el aire y mira a Tina a través del redondel de cuero.

—Tiene que ser de Raquen. No estoy segura, pero casi.

Tina deja de cantar y toma una escoba. Parece danzar por la habitación mientras junta una montaña de suciedad. 

—Aunque lo fuera, ¿eso que importa? Él y Thorsten se conocían, es probable que haya ido a visitarlo y seguramente se le cayó en ese momento.

Ríona se muerde el labio, luego muerde la última tostada y aparta la bandeja para levantarse y caminar por la habitación, que es lo suficientemente grande como para satisfacer su necesidad de movimiento sin molestar el trabajo de Tina. 

—Es verdad. Podría haber sucedido eso pero, ¿y si en realidad Raquen fue por la noche pero no a visitarlo sino a…? No puedo ni decirlo, es demasiado morboso.

—Y descabellado. ¿Por qué haría eso? 

—No lo sé pero escuché una conversación muy extraña que me hace dudar. —dice mientras aferra con sus manos la columna de madera que conforma el dosel de su cama, afirma los pies en el suelo y se deja caer hacía atrás con los bucles colgando y la mirada en una esquina adornada del techo.

—Tal vez deberías comentarle todo esto a alguien.

Ríona piensa en el momento en que agarró el collar y lo escondió en su bolsillo. ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no se lo dijo a Priamos? No estaba segura de cómo responder a esas preguntas pero en ese momento no había podido evitar hacerlo y luego había escapado para que nadie la viera así vestida y desde entonces el castillo era un desorden de preguntas y tensión y temía que nadie le prestará atención a su hallazgo. O, peor, que lo hicieran y todo se derrumbara.

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