VII El rey

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Sentada frente a un espejo, Ríona juega con una cadena de plata, le da vueltas entre las manos. Esta tan concentrada que, pese a que Tina lleva un rato peinando sus ondas rubias, se sorprende al escucharla hablar. 

-No suele desordenarse tanto el cabello. -murmura al desenredar un nudo. 

-No suelo tener días tan... agitados.

-¿Y eso qué significa?

-No lo sé. Pero las cosas están cambiando en el castillo y tal vez sea algo bueno.

Tina le guiña un ojo con picardía y termina de acomodarle una tiara plateada entre el cabello. Luego le ofrece un vestido bordo con detalles rojos y, cuando Ríona deja de lado su simple vestido de día y se lo pone, Tina ajusta y ata las cintas de la espalda con delicadeza. 

-Perfecto, suerte en la cena.

-Gracias, Tina.

Ríona abandona su habitación camino al salón y, antes de llegar, se encuentra con su madre y su hermano, más felices de lo normal.  

-¡Mamá! Tienes algo raro en la cara.

Idara se toca el rostro con preocupación hasta que ve la sonrisa maliciosa de su hija, que explica:

-Ah, disculpa, era solo una sonrisa pero es que nunca te la había visto.

La reina golpea a su hija en el hombro pero la sonrisa no se le borra.

-Escuchamos buenas noticias.

Ríona frunce el ceño por un momento hasta que se da cuenta de a qué se refiere Idara. 

-¿Cómo se enteraron?

-Hermanita, ya deberías saber que no se puede tener privacidad en un castillo -dice Laurent mostrando todos sus dientes al sonreír, de alguna manera logra que su sonrisa sea alegre, perversa y amenazante a la vez-. Nos alegra saber que al fin te llevas bien con el príncipe prometido.

-Y, en especial, que él se lleva bien contigo. Es importante que le gustes. -agrega Idara.
El rey llega junto a ellos, también sonriente, y todos se acomodan en sus asientos en la larga mesa de madera roja. Ríona ve a Priamos acercarse y, antes de reaccionar para cambiarlo, se encuentra sentada en frente del príncipe y al lado de Mikael, que le regala una ácida sonrisa. ¿Acaso todas las sonrisas en el castillo son falsas?

El rey Elrad se levanta para dar un breve discurso:

-Una cena junto a mi familia de sangre y mi nueva familia -dice señalando a Priamos-, junto a mis compatriotas y mis aliados -señala a Mikael y a Luana-, espero que haya muchas más cómo estás. A comer.

Se sienta y así inaugura la música de cubiertos y vasos mientras los sirvientes traen la entrada y luego el primer plato, comida que llena el salón de aroma del cerdo y manzanas y ciruelas asadas. 

-Príncipe Priamos -dice Mikael-, conocí a su padre hace años, son muy parecidos, el mismo perfil, la misma actitud... Aunque no recuerdo a su madre. 

Priamos le da un buen mordisco a una costillita que tiene en la mano, se lleva un pedazo de manzana a la boca y pasa la comida con un trago de cerveza, tomándose su tiempo antes de contestar. Pese a sus malos modales en la mesa, Ríona se siente satisfecha al ver que le presta más atención al cerdo que al rey Mikael. Al fin, contesta:

-Mi madre ya tenía esposo, un príncipe de Kalen, cuando estuvo con mi padre. No se quedó mucho tiempo en Ilrish. 

Priamos se concentra en la costillita y le pide a una sirvienta más cerveza. Mikael espera pero parece que ese es el fin de la historia. El rey le sonríe a Ríona burlonamente. Un príncipe bastardo, producto de una mujer casada. En Ilrish, Priamos solo podría ser un soldado, jamás parte de la realeza. 

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