V Palabras ocultas

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Un sirviente vestido con un pomposo traje azul y maíz presenta a la familia real. Los reyes, seguidos por los príncipes, avanzan por un largo pasillo de alfombra dorada ante las miradas atentas de aliados y enemigos por igual. Elrad e Idara se sientan en sus tronos, grandes asientos de madera tallada y acolchado de terciopelo. Laurent y Ríona se quedan parados junto a los tronos.
De inmediato se acerca a ellos el rey Mikael y su esposa Luana, vestidos de rojo y negro, sus coronas resplandecientes sobre sus cabezas, adornadas con rubíes. El sirviente de traje pomposo los anuncia:

-El rey Mikael y la reina Luana, de Cegal.

Mikael sonríe.

-Rey Elrad, cuanto tiempo. Fue un gran placer para nosotros recibir está invitación. Princesa -dice, dirigiéndose a Ríona, que inclina un poco la cabeza en respeto-, la felicitamos por su compromiso.

Ríona sonríe y siente como las uñas se le clavan en las palmas de las manos. El rey responde con otra hipocresía y, en medio de la conversación, Ríona desvía su mirada hacía el resto de invitados que miran atentos el intercambio. Solo uno la observa a ella. Su mirada choca con la de Priamos que mueve los labios formando una palabra que los dos conocen bien.

-Salvaje.

Ríona recibe el mensaje y aprieta aún más los puños. Ninguno de los dos quiere bajar la vista y ambos se mantienen la mirada hasta que el rey interrumpe la conexión.

-Mikael, Luana, les presento a Priamos, príncipe de Ilrish y futuro miembro de esta familia.

Priamos se mueve incómodo en un traje al estilo de Jaqum, un saco largo con hombreras sobre una camisa, pantalones y zapatos de vestir, todo negro con detalles en plateado haciendo honor a su propia bandera. Aún así se adelanta con la misma confianza de siempre para seguir con las reglas de etiqueta y Ríona capta el momento en que Mikael se tensa. El rey de Cegal acaba de comprobar que la alianza de Jaqum con Ilrish es verdadera y que Priamos está allí para quedarse. La mano de hierro que ha mantenido por años sobre el rey Elrad, haciéndolo pagar impuestos ridículos a cambio de la tregua en la guerra que Jaqum perdió, empieza a perder fuerza.

Luego de otros intercambios se da paso a la primer tanda de baile y la banda, un conjunto de violines y piano, empieza a tocar una suave melodía. Los bailarines se disponen en filas ordenadas para dar comienzo a la primera canción cuyos pasos todos sabén. Muy diferente al baile improvisado que empezó la gente de Priamos a su llegada.

-Hermana, ¿bailamos?

-Ya estoy en el infierno, no veo nada de malo en aceptar la tortura. -responde Ríona al tomar la mano de Laurent, que la guía a la pista de baile.

Al principio bailan en silencio pero Ríona no puede contener su curiosidad por mucho tiempo, lo que da inicio a una charla de susurros.

-Estuviste fuera seis meses. Te fuiste sin aviso y nuestro padre solo dijo que estabas de viaje, aprendiendo... ¿Cómo dijo? Ah, sí, aprendiendo como ser rey.

-Y tú odias quedarte afuera de esto. Eres igual de controladora que nuestra madre.

Se mueven en círculos, tomados de la mano derecha, al compás de la música.

-No es control, quiero saber qué está pasando en esta familia.

-Eso es lo que no entiendes. Este no es un tema familiar, es una cuestión del reino y va más allá de cualquiera de tus caprichos.

Laurent hace girar a Ríona, cuya falda azul gira en un remolino de tul.

-Conozco nuestros problemas y, si me dieran lugar, podría ayudar.

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