La greñuda arrogante...

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  Hashirama moría en alma al no poder mostrar cuánto amaba a Lady Madara. Ella le prohibió mostrar afecto ante los demás, y mucho menos, revelar que salían desde hace una semana. Era obligado a seguir como antes de la confesión de amor, y de su aceptación como hombre de la Kunoichi más letal y sádica que había en la fas de la tierra. No podía si siquiera tener un poco de privacidad con ella, pues Izuna no se despegaba de su bella azabache, y mucho menos, lo hacía Tobirama. Era frustrante no obtener aquella plática que tanto anciaba. Quería saber más de sus gustos personales, planear la primera cita, pero más quería saber, qué sentía por él, aunque era seguro que no era el mismo amor obsesivo, puesto que Madara no demostraba interés.

—Creo que deberíamos hablar sobre ese tema, personalmente, Madara. —Ya no podía aguantar más de esa situación sensata. Habló con autoridad para que su hermana albina y cuñado, los dejaran solos. Solamente esperaba que Madara le siguiera el juego.

El Hokage se encontraba sentado detrás de su escritorio de madera, vistiendo el tradicional kimono del clan Senju, a su costado izquierdo, su hermana albina le hacía compañía. Lady Madara se encontraba sentada en una silla cercas del escritorio con las piernas cruzadas, y su hermano permanecía detrás suyo.

—Si ya hablamos sobre el permiso del clan Yamanaka para proseguir con su Festival de las flores —comentó Lady Tobirama.

—Sí pero necesito hablar sobre otra asunto en privado —dijo el moreno.

—¿Cómo qué? —cuestionó un Izuna celoso. Ya olía que el Hokage le gustaba Lady Madara. Era hombre para darse cuenta de cómo el moreno veía a su hermana mayor.

Hashirama estaba en aprietos. Qué podía contestar, sino había otro asunto serio que atender, que no fuera sobre ellos como novios.

—Ah... hablaremos sobre aquello, ¿no? —sonó monótona Madara —. Izuna, déjame a solas con el Senju. Nos vemos en la cena.

Izuna colocó su mano derecha sobre el hombro de su hermana, apretó, y con ello, le dio a entender que estaba bien. El azabache con coleta baja, no pregunto más y comenzó a caminar hacia la puerta. A medida avanzaba, oyó a Hashirama decir:

—Tobi, sería un buen momento para que ustedes hagan las pases. Una cita como amigo, no vendría mal —el moreno fue callado por la áspera aurora de la albina, quien poco le falto para darle un buen zape en la cabeza.

—¡Ya cállate, Hashirama! —Lady Tobirama se cruzó de brazos y comenzó a caminar tras Izuna, quien ya había abierto la puerta de la oficina para salir. —Tengo cosas que a hacer...

La puerta cerró, y ambos recién novios, quedaron solos. Hashirama rápidamente se levantó un poco de la silla, y la tomó de los costados para acercarse con Lady Madara. A pocos centímetros de distancia de la azabache, volvió a colocar la silla en el suelo, y se sentó. La azabache no lo miró a medida que se acercaba a ella. Se mantuvo quieta con su misma expresión de siempre: malhumorada.

—Hoy te ves más hermosa que los días pasados, Madara —habló enamorado, viéndola. Estaba tan cercas como para robarle uno besotes, y perderse en esos labios que tanto ha querida probar. Pero tenía que ser paciente.

Lady Madara solo hizo una mueca ante el comentario de Hashirama.

—Me gustaría llevarte a cenar Inarizushi, hoy por la noche. Solo dime a qué hora paso por ti.

Lady Madara volteó a verle molesta, pues habían quedado en algo, y dijo:

—No podemos. Habrá muchas personas.

—No pensarán que somos novios.

—Tú me estás poniendo presión.

—¿Cómo? Yo solo quiero llevarte a cenar —dijo deprimido, con cabeza agachada.

Caprichos de Lady Madara  [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora