Menospreciada

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Lady Tobirama invitó a Izuna, a conversar y tomar té, mientras su hermano se la pasaba con la greñuda arrogante por ahí haciendo quién sabe qué.

—Lamento la demora, me cambié de ropa —se disculpó la albina, a medida se sentaba enfrente del Uchiha por el suelo de madera. Estaba nerviosa, mas no lo demostraba por fuera. Se había cambiado a algo más cómodo: un kimono simple color azul cielo.

—¿Segura que tu hermano no llegará pronto? —Izuna se arrepentía un poco por haberse confesado, pues de un momento a otro su autoestima bajo. No sabia a qué se debía, pero al ver a la Loba Blanca esperando que siguiera con su confesión, supuso que esperaba el momento para rechazarlo.

—Él llegará por la madrugada. Entonces... ¿en qué nos quedamos? —directo al grano, esperaba su turno para confesar cuán enamorada estaba de él y disculparse por lo que pasó años atrás. Solo veinte centímetros los distancia.

—Me gustas... —más palabras no pudieron salir de sus labios por pena.

La albina escuchó ello como melodía a sus oídos. Un pequeña sonrisa se formó en su rostro.

—Yo también siento lo mismo. Pero tú forma de actuar hacia mí decía lo contrario, es por ello que no mostraba interés.

—Ya veo... —las palabras no salían por más que quisiera ser aventado. Por otro lado, ella notaba que algo pasaba con él, así que prosiguió a decir:

—Lamento lo de aquella vez. Pero ambos sabemos que fue en defensa propia. Si yo no hubiese hecho ello, yo...

—Basta —interrumpió —, no hablaremos de eso. Ya pasó, ya estamos aquí. Hablemos del ahora como: ¿Qué gustas hacer cuando estás sola?

—Me gusta estudiar para crear nuevos Jutsus. —Excluyó, molestar a Madara y picarle las costillas a Hashirama —. ¿A ti qué te gusta a hacer?

—Casi lo mimos que a ti, pero mi otro pasatiempo es pintar solo en mi habitación. Ahí me la pasó la mayoría del tiempo.

—¿Y qué pintas?

—Lo que sueño. No me gusta pintar paisajes o recuerdos.

La albina no se esperaba que un Ninja como Izuna, fuera tan pacifico a la hora de sus pasatiempos. Esperaba que le contestará cosas rudas de hombres, no encerrarse en su habitación a pintar. Ahora entendía porque se desaparecía mucho cuando no se encontraba en misión o entrenando niños de la academia.

—Suena interesante. ¿Cuándo me pintas a mí?

—Cuando sueñe contigo.

—Oh, ya veo, ojalá sea pronto.

Él no contestó más, porque cuando soñaba a la albina veía cómo le quitaba la vida. Ella atormentaba sus sueños de vez en cuando. Por otro lado, ella notó cómo cortaba la conversación con su silencio. No puso presión y mejor sirvió el té en dos tazas de porcelana.

—¿Te gustó el té? —preguntó ella, colocando la taza enfrente de sí misma.

—Está dulce, prefiero tomar el té sin azúcar —No lograba relajarse tenía que salir de ahí lo más rápido posible. En la forma que lo trataba, era extraño, pues le hablaba como si fuera un niño —. Terminando con el té, me voy.

—¿Así de pronto? Si no tenemos ni una hora.

—Mañana tengo cosas que hacer.

Supuso ella que hizo algo mal, pero ¿qué?, se preguntó a sí misma.

—Gracias por el té. —Izuna se puso de pie tras dejar la taza vacía.

La albina hizo lo mismo percatándose de la altura de ambos, medían lo mismo.

Caprichos de Lady Madara  [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora