3 - Cuidado con el I1

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—Hay ciertas cosas que no tienen horario, Athena.

Sus labios se veían simplemente deliciosos al decir esas palabras. Bajé la mirada hacia ellos, y Duncan entendió al momento la indirecta. Colocó una mano detrás de mi cabeza y en un instante eliminó el espacio que había entre nosotros.

Hacía tanto tiempo desde la ultima vez que había besado a alguien que ya empezaba a temer que hubiera olvidado todo, pero los sonidos de satisfacción que salieron de su garganta se encargaron de disipar mis dudas.

El calor de su boca trajo consigo los recuerdos de la noche anterior. El velo improvisado con las corbatas de todos los presentes, Edgar oficiando la ceremonia en lo que parecía ser chino porque nadie entendía nada, y a nosotros rompiéndonos la cabeza tratando de recordar nuestro nombre completo para ponerlo en el formulario de matrimonio.

Nuestro primer beso había sido rápido y no tan perfecto, pero el sabor a champán en los labios de Duncan había sido lo más intoxicante que jamás hubiera probado en mi vida.

Y también había recordado otro detalle más.

—No pasamos la noche juntos —exclamé, cuando finalmente me separé de él para tomar aire.

Él se pasó una mano por el cabello rubio, que al parecer se le había despeinado durante el beso sin darme cuenta.

—Estábamos muy borrachos —admitió con media sonrisa—. Y aunque me tentaba demasiado cerrar la noche de esa manera, quiero que mi esposa esté plenamente consciente de todo lo que le haga en la noche de bodas.

Maldita sea la estúpida  y sensual voz de Duncan Rosetti. La noche anterior había culpado al champán barato y pensé que eran imaginaciones mías, pero ahora podía confirmar que era tan grave y profunda como para lograr que la tabla del dos se oyera sexy, y con esa última frase acababa de mandar mi ropa interior a un viaje directo a la lavadora.

—Con razón estás tan impaciente por discutir mis obligaciones —susurré en su oído.

Antes de que pudiera escuchar su respuesta, algo comenzó a vibrar en mis regiones bajas, y esta vez no lo decía en doble sentido. Al parecer me había sentado accidentalmente en su celular.

I1 te está llamando —le eché un vistazo al aparato y se lo ofrecí.

Él tardó más en tomarlo de mis manos que en lanzarlo al mueble más cercano.

—Tengo prioridades más importantes en este momento.

Depositó sus labios suavemente sobre mi cuello, haciéndome cosquillas y al mismo tiempo acelerándome el corazón a mil.

Pero al parecer I1 no se iba a rendir tan fácilmente. El teléfono del departamento interrumpió nuestro momento, chillando con fuerza para atraer la atención de Duncan. Después de lo que se sintió como una eternidad finalmente se calló, para seguir dando lata a los cinco minutos.

—Deberías contestar —dije, a pesar que mi neurona loca se desgañitaba gritando lo contrario en el fondo de mi cabeza—. Si te están buscando tanto debe ser por algo importante.

—Ignóralo —me pidió soltando un suspiro de frustración, mientras recargaba su cabeza en mi cuello—. Es alguien del trabajo que no entiende que los sábados estoy fuera de servicio.

—¿Quién es I1? —dado que la persona al otro lado de la línea seguía insistiendo, esto ya se estaba volviendo personal.

—Es el idiota número uno de la oficina —respondió con un brillo divertido en los ojos—. En otras palabras, es...

Una sirena de policía resonó en la calle de abajo, como si se hubiera estacionado justo enfrente del edificio. Duncan puso los ojos en blanco y se asomó a la ventana.

—¡James! —gritó hacia abajo—. ¿No sabes cómo dejar de ser un idiota por un sólo día o no quieres?

Lo seguí con curiosidad y me encontré con una escena bastante surrealista frente a mis ojos. En la calle de su edificio había una enorme limusina negra, rodeada por al menos cuatro patrullas de policía. De la limusina salió un hombre en traje azul marino con un megáfono bajo el brazo.

En cuanto le dio el sol en la cara lo reconocí, y entendí el sobrenombre que Duncan le había puesto a su contacto.

—¡Esto es lo que provocas por no contestar tu teléfono! —respondió James, la cara al público de nuestra empresa, encargado del departamento de Relaciones Públicas e idiota profesional a tiempo completo—. Llevo toda la mañana intentando contactarte.

—Por favor dime que no hicimos nada ilegal anoche —dije mirando las patrullas, que comenzaban a ponerme nerviosa.

—El pastel de chocolate sabía extraño, pero no creo que sea eso —Duncan negó con la cabeza, y señaló la limusina—. Están ahí por él.

Voltee a verlo, sin terminar de entender.

—¿Quién está adentro?

James, sintiendo que acababa de perder el protagonismo, volvió a tomar su megáfono.

—El señor S. tiene que hablar contigo. Te esperamos abajo —ordenó.

Duncan cerró la ventana de golpe y me miró.

—Cámbiate. Ya lo oíste, nos esperan.

—Te esperan a ti —corregí meneando la cabeza—. Además, con señor S. no se referirán a...

—¿A Francis Specter? —Duncan se quitó de un gesto la camiseta que llevaba, dejándome con mis funciones cerebrales inhabilitadas por dos minutos completos—. ¿El dueño de media ciudad y también de la compañía donde trabajamos? El mismo.

—¿Y por qué es tan urgente que hable contigo ahora mismo? —pregunté cuando mi cerebro volvió a funcionar.

—Supongo que lo averiguaremos pronto —respondió sacando de un closet dos toallas—. ¿Quieres bañarte primero? ¿O prefieres que lo hagamos al mismo tiempo?

Su sonrisa indecorosa me estaba derritiendo por dentro, pero tampoco le iba a dejar las cosas tan fáciles.

—Las damas primero —tomé la toalla y me dirigí hacia lo que parecía ser el baño.

Estaba en el marco de la puerta cuando sentí la presencia de Duncan detrás de mí.

—Eventualmente tendremos una noche de bodas increíble, te lo prometo —soltó mientras depositaba un beso sobre mi cuello, para después meterse a su cuarto, dejándome con el calor de sus labios sobre mi piel.

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2021 ⏰

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DUNCAN (Saga Rosetti I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora