Capítulo 1 Los sentimientos de un Chico Parte 2

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Estaba lloviendo, y la lluvia era acompañada por un ruidoso sonido retumbando en los oídos.

El Reino construía sus caminos sin prestarle ninguna atención a la importancia de los drenajes, sobre todo cuando se trataba de hacer simples callejones. El resultado era que todo el camino podía cubrirse de agua y quedar transformado en un lago.

La lluvia que caía sobre la superficie de los callejones repletos de agua salpicaba por todos lados y el viento llevaba el olor del agua y la esparcía por el aire. Ésta era razón suficiente para decir que el Reino emanaba la atmósfera de estar sumergido bajo el agua.

En medio de esta horrible atmósfera con un cielo teñido de gris por las salpicaduras de agua, se encontraba un niño.

Vivía en una casa abandonada. No, incluso llamarla así sería una exageración. La columna era tan gruesa como el brazo de un hombre. Harapos habían sido usados como techo y las únicas paredes de las cuales se podía hablar no eran más que simples trapos colocados a los lados.

Dentro de esta residencia que no era muy diferente a dormir en la intemperie, se encontraba un niño de seis años de edad. Al igual que basura arrojada descuidadamente a un lado, estaba acurrucado formando un ovillo, tendido sobre una delgada tela.

Con la madera actuando como columna y los trapos que servían tanto de techo como de paredes, parecía el tipo de cosa que un niño de su edad construiría como base secreta.

El único mérito que tenía esta casa, que no era diferente de estar a la intemperie, era la protección que proveía contra la lluvia. El brusco descenso de temperatura provocado por la lluvia incesante envolvió al niño en un escalofrío que hizo que su cuerpo temblara incontrolablemente. El calor de su aliento, que confirmaba su existencia, disminuía inmediatamente y se desvanecía en el aire.

Antes de poder llegar a la casa, la lluvia lo había empapado y ahora estaba perdiendo su calor corporal rápidamente.

No había forma de detener el constante temblor de su cuerpo.

El frío filtrándose en su cuerpo calmaba los moretones de la golpiza que había recibido anteriormente. Tal vez ésta era la única poca de felicidad que podría sentir en éste, el peor de los casos.

El muchacho yacía de costado y observaba el callejón vacío, al mundo.

Los únicos sonidos que podía escuchar eran los de la lluvia y los de su propia respiración. Era una tranquilidad tal que hacía parecer como si él fuese el único en el mundo.

Aunque apenas era un niño, el muchacho sabía que probablemente iba a morir.

Aún no tenía la edad suficiente como para poder comprender completamente el significado de la muerte y por tanto no estaba demasiado asustado. Tampoco sentía que hubiese algo por lo que valiese la pena vivir. La única razón por la que se había aferrado a la vida hasta ese momento era porque no le gustaba el dolor, casi como un escape.

Aunque hacía frío, si pudiese morir de esta manera, de forma indolora, entonces la muerte no era tan mala.

Mientras su empapado cuerpo se entumecía, su conciencia comenzó a desvanecerse.

Debería de haber encontrado un lugar para protegerse de las fuertes ráfagas de viento. Pero fue atrapado por una banda de matones y este lugar fue lo mejor que pudo encontrar con su cuerpo golpeado.

Apenas tenía recuerdos de pequeños momento felices. ¿Entonces todo lo demás eran desgracias?

Su boca no había tocado comida en dos días, pero algo como eso era lo normal así que no era una desgracia. Sus padres lo habían abandonado y se había quedado solo, sin nadie que lo cuidara. Pero había estado viviendo así durante mucho tiempo, así que tampoco lo consideraba una desgracia. El olor desagradable a su alrededor tampoco era una desgracia. Después de todo, era debido a los harapos así que no había remedio. La vida que consistía en llenar su estomago de agua sucia y comida podrida tampoco era una desgracia ya que eso era todo lo que conocía.

Overlord 5 : Los hombres del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora