Capítulo 4 Los Hombres Congregados parte 2

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Mes de Fuego Bajo (9no Mes), Día 3, 10:31

Sebas caminaba mientras pensaba en cómo encargarse de las cinco personas que lo estaban siguiendo desde que dejó la residencia. No tenía un destino particular en mente. Sólo creía que mover su cuerpo y el cambio de paisaje lo ayudarían a pensar en una buena idea.

Eventualmente, encontró que una multitud se había reunido frente a él.

En el lugar, resonó una voz en la que se oía tanto furia como risa, junto con el sonido de algo siendo golpeado. Entre la muchedumbre, la gente comentaba sobre como alguien iba a ser asesinado, y que alguien debería llamar a los guardias.

Aunque no podía ver a través de la multitud, con seguridad algún tipo de acto violento debía de estar ocurriendo.

Sebas pensó en tomar un camino diferente, pero justo cuando estaba a punto de cambiar de dirección, vaciló… y continuó de frente.

Estaba dirigiéndose hacia el centro de la multitud.

“Perdón.”

Con esa sola frase, Sebas se deslizó con facilidad entre la multitud y atravesó al interior.

Como si estuvieran impresionados por los extraños movimientos que el hombre mayor hacía mientras se abría paso, cualquiera que estuviera en el camino de Sebas se alejaba de él mientras pasaba.

Otra persona además de Sebas parecía estar tratando de abrirse paso dentro de la multitud. Por lo que se oía de su voz pidiendo que lo dejaran pasar, sonaba nervioso al ser incapaz de avanzar.

Habiendo llegado sin mucha dificultad al centro de la muchedumbre, Sebas confirmó lo que estaba pasando con sus propios ojos.

Varios hombres en ropas andrajosas estaban pateando algo todos juntos.

Sebas continuó sin decir palabras. Se aproximó a los hombres hasta estar lo suficientemente cerca como para estirar la mano y tocarlos.

“¿Qué pasa viejo?”

Uno de los cinco en el lugar se percató de Sebas y preguntó bruscamente.

“Pensé que estaban haciendo mucho ruido.”

“¿Quieres que también te demos una lección?”

Los hombres se movieron para rodear a Sebas, revelando lo que habían estado pateando. Era un joven. Ya sea que fuese de la boca o de la nariz, había sangre fluyendo de su cara mientras el chico permanecía tendido en el suelo. Estaba inconsciente por las patadas pero aún respiraba.

Sebas observó a los hombres. El olor a alcohol flotaba en el aire alrededor de ellos, así como también de sus alientos. Sus rostros estaban teñidos de rojo y no era por el ejercicio. Tal vez no podían controlar su violencia porque estaban borrachos.

Sebas les habló con una expresión en blanco.

“Aunque no conozco sus razones, creo que ya han hecho suficiente.”

“¿Ah? Él ensució mi ropa con su comida. ¿Se supone que debería ignorarlo?”

En efecto, había una ligera mancha en el lugar al que el hombre apuntaba. Sin embargo, su ropa había estado sucia desde el comienzo. Viéndolo de ese modo, la mancha casi no se notaba.

Sebas volvió su mirada hacia el que parecía ser el líder del grupo. Aunque la diferencia era indistinguible, casi imposible de apreciar para un humano, Sebas pudo percibirla con sus sobresalientes sentidos como guerrero.

“Verdaderamente…esta ciudad tiene un orden público terrible.”

“¿Ah?”

Del comentario de Sebas, que parecía estar confirmando algo lejano en la distancia, uno de los hombres sintió que los estaba ignorando y dejó oír su voz cargada de ira.

“…Desaparezcan.”

“¿Qué? Abuelo, ¿qué acabas de decir?”

“Se los diré una vez más. Desaparezcan.”

“¡Bastardo!”

El rostro del hombre que parecía ser el líder enrojeció. El hombre levantó el puño para atacar y— colapsó.

Voces de sorpresa resonaron en todas direcciones, y por supuesto, también de los cuatro hombres restantes.

Lo que Sebas había hecho era simple. Había usado su puño para golpear la barbilla del hombre con precisión milimétrica —a la velocidad del rayo, casi invisible al ojo humano— y había sacudido el cerebro del hombre dentro de su cráneo. Aunque podría haberlo enviado volando a una velocidad imperceptible al ojo humano, eso no le hubiera permitido infundir miedo en los otros. Fue por eso que contuvo su fuerza.

“¿Continuarán?”

Sebas preguntó en voz baja.

Como si su calma y fuerza los hubiera dejado sobrios, los hombres retrocedieron unos cuantos pasos mientras se disculpaban en conjunto. Sebas pensó que deberían estar disculpándose con alguien más pero no lo expresó.

Sebas apartó los ojos de los hombres mientras ayudaban su amigo a levantarse del suelo, y luego intentó acercarse al joven pero se detuvo a medio camino.

¿Qué estaba haciendo?

Justo ahora, tenía un problema propio que necesitaba una solución inmediata. Pero estaba intentando cargar con otra carga más. Qué insensato. A fin de cuentas, ¿no eran precisamente este tipo de acciones y amabilidades tontas las razones por las que estaba en semejante problema en primer lugar?

Había salvado al joven; tenía que conformarse con sólo eso.

A pesar de tales pensamientos, Sebas se acercó al muchacho tendido sobre el suelo. Tocó ligeramente la espalda del chico y le inyectó su Ki. Sería simple que se recuperara por completo si usaba toda su fuerza, pero eso llamaría demasiado la atención.

Habiendo decidido que debería detenerse luego de hacer lo mínimo posible, Sebas se dirigió hacia la persona que tenía a la vista.

“…Por favor lleve a este joven al templo. Es posible que sus costillas estén rotas. Tenga cuidado con esto y por favor cárguelo con cuidado en una tabla para que no se mueva demasiado.”

Viendo que el hombre al que le había dado las instrucciones asentía con la cabeza, Sebas siguió adelante. No hubo necesidad de deslizarse entre la gente. Cada vez que daba un paso la gente se apartaba ante él.

Cuando Sebas estaba a punto de ponerse en marcha, sintió que el número de personas que lo seguían se había incrementado.

Sin embargo, había un problema. Se trataba de las identidades de sus nuevos perseguidores.

Los cinco que lo habían estado siguiendo desde la residencia eran sin ninguna duda los hombres de Succulent. Entonces ¿quiénes eran los dos que habían comenzado a seguirlo luego del incidente con el muchacho?

Por la forma en que caminaban y por el sonido de sus pasos, parecían ser hombres adultos, pero no podía adivinar de quienes se trataba.

“Pensar sobre ello no me dará la respuesta. Entonces, primero debería… capturarlos.”

Sebas dobló en el camino y se adentró más y más en la oscuridad. De todas formas, seguían siguiéndolo.

“…Hace que me pregunte si realmente tienen alguna intención de ocultarse.”

No mostraban signos de estar ocultando el sonido de sus pasos. Sebas se preguntó si se debía a que no eran lo suficientemente hábiles para hacerlo, o si había alguna otra razón. De cualquier forma, podría comprobarlo por sí mismo. Alrededor del momento en que la presencia de los transeúntes se debilitaba, Sebas estaba a punto de pasar a la acción cuando —como si estuviera haciendo coincidir sus acciones— la voz ronca de un hombre joven fluyó desde uno de sus perseguidores.

“—Disculpe.”

Overlord 5 : Los hombres del ReinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora