La realidad pareció haberse distorsionado o por lo menos, así lo percibía Serena. Pese a que en esa habitación había más personas de lo que le hubiese gustado, la joven reina solo podía escuchar los frenéticos latidos de su corazón y por un breve instante le pareció estar sola. Sin embargo, los murmullos de algunos nobles alejaron esa dulce fantasía de Serena con rapidez. Se asió de las sábanas con fuerza y recordó las palabras que le había dicho su madre antes de partir.
«Hija mía, recuerda que serás reina consorte, por lo que tendrás que afianzar tu posición en la corte y no hay nada mejor que proveer de herederos a la corona. Cuando sea momento de consumar tu matrimonio, solo te aconsejo que: te dejes hacer. Pasará más pronto de lo que crees»
—A-Amy —dijo con voz temblorosa, buscando su mano con desesperación.
—Aquí estoy, Serena. Te prometo que no te dejaré sola —repuso Amy sintiendo la terrible angustia que le transmitió Serena cuando tomó su mano.
Amy muy pocas veces se había sentido tan frustrada como en ese momento, le aterraba la idea de lo que iba a acontecer y sin embargo, no podía hacer nada para evitarlo.
Serena lucia tan indefensa, ahí en medio del lecho, con un fondo transparentoso como único atuendo, como un ciervo en medio del coto de caza. Lo único que la separaba de los miembros de la corte que estaban reunidos a escasos pasos de ella, eran unas cortinas translúcidas en el dosel del lecho, Serena pudo sentir sus miradas inquisitivas y expectantes sobre ella.
Pronto el Rey hizo su aparición, los nobles le hicieron una reverencia y con pasos ágiles y estilizados se dirigió al lecho de Serena, parecía un depredador a punto de devorar a su presa. Diamante iba vestido únicamente por una bata entreabierta de seda fina e hilos de oro, Serena pudo distinguir el tonificado abdomen del Rey que se asomaba por entre la tela, como un sendero de porcelana, pero no le provocó atracción o excitación. Aunque si que le provocó aprensión, la joven reina rezó para que el rey fuera dulce con ella y que no le tomara mucho tiempo cumplir con su cometido. Desafortunadamente solo un ruego de Serena fue escuchado.
Amy le regaló una última mirada a Serena antes de apartarse y ella le sonrió de vuelta resignada.
Cuando el Rey atravesó el delicado velo que lo separaba de Serena, pudo percibir el desasosiego en los ojos de su esposa, la idea de poseerla lo extasió y se despojó de su única prenda dejando a la vista su desnudez y su virilidad.
Serena tuvo que ahogar un grito de asombro, pues para ella era algo desconocido, repulsivo incluso.
Diamante sonrió de lado satisfecho, no había duda de que la reina era virgen e hizo las sábanas a un lado, Serena al sentirse descubierta encogió las piernas temerosa y sin más, el Rey le arrancó el frágil camisón.
Una vez que el desnudo cuerpo de Serena quedó expuesto, Diamante la recostó en el lecho, sus delicadas curvas lucían apetecibles y los pequeños y turgentes senos se tensaron al momento, la prominente erección del Rey no se hizo esperar, no había nada que provocara más su excitación que profanar un cuerpo casto e impoluto.
Sin ninguna sutileza, Diamante abrió las piernas de Serena y se adentró en ella, la estrechez de la rubia lo enloqueció, aunque le costó dos embestidas adentrarse en ella por completo. Jadeante y excitado el Rey comenzó con un vaivén que resultaba casi en delicioso frenesí.
Para Serena fue todo menos placentero, sintió ganas de llorar, nunca pensó que aquel acto resultara ser tan doloroso, los celestes ojos poco a poco se empezaron a anegar en lágrimas, pero se contuvo y apretó los puños; porque pudo escuchar la estridente risa de Esmeralda y no le daría el gusto de verla débil.
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La Reina infiel
FanfictionPara Serena no existía ilusión más grande que su boda . Su matrimonio con el príncipe Diamante, traía la promesa de paz para los reinos del "Milenio de Plata" y "Black Moon" sin embargo, su querido esposo no resultó en nada como lo imaginó. ¿Qué hac...