Capítulo 10. Decidir

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Aún faltaban horas para que el sol lanzara los primeros destellos dorados en el firmamento, la brisa nocturna envolvía el palacio en un halo gélido.

No obstante, una pareja de amantes ardía en llamas. Ella estaba sobre él, con la respiración agitada, mientras él bebía el sudor de su pecho, robándole entrecortados gemidos.

Siempre que se encontraban, procuraban ser tan cautos como sus cuerpos lo permitían. Wiseman no podía saber de sus fugaces encuentros, aquella unión que tenían se consideraba inmoral.

Berjerite se dejó caer exhausta sobre el pecho de Achiral y él acarició con sus yemas la tersa piel de la espalda de su amada.

—Esta será la última vez —jadeó Berjerite.

—Siempre dices lo mismo y siempre terminas en mis brazos —rebatió sardónico el platinado.

La chica se incorporó y lo miró ceñuda, sus alborotados cabellos platinados se deslizaron a través de su cuerpo y hombros, cubriendo sus turgentes pechos.

Él se acercó a ella con galantería, después intentó besarla sin éxito.

—De acuerdo. Lo reconozco, soy yo él que no se puede resistir a tus encantos —admitió finalmente, cerca de su rostro.

—Sabes que no me refiero a eso —le replicó ella cancina. Buscó entre la ropa desperdigada sobre el suelo y se puso su camisón—. Lo más probable es que el Rey ya tenga para ti un matrimonio conveniente —soltó con un dejo de tristeza que no pudo ocultar.

—Tú eres mi único matrimonio conveniente —replicó el joven con firmeza y la estrechó con fuerza contra su cuerpo, no queriendo nunca dejarla ir. Después de recordar lo que Wiseman y su Rey le comunicaron, su rostro se entristeció.

Berjerite posó su mano en la mejilla de Achiral, haciendo que él la viera.

—¿Ya me vas a decir? —le confrontó.

El joven hundió su rostro en el hombro de Berjerite, el olor de su perfume le pegó en la nariz. Después dijo con voz queda:

—El Rey pretende casarme con su favorita. Aunque a decir verdad todo fue idea de Wiseman —se sentó nuevamente en el borde de la cama, halando a Berjerite a su lado—. Me parece que el Rey está obsesionado con esa chica. Francamente pensé que la pondría al servicio de la reina, como lo hizo con las demás, pero él quiere casarla con un noble, quiere protegerla. Inicialmente se pensó en desposarla con algún conde, sin embargo, Wiseman dijo...

—Que tú serías la mejor opción —completó la platinada. Bajó la mirada y asió con fuerza las mantas—. Naturalmente, no puedes desobedecer un mandado real.

En ese momento, Achiral se sintió como la peor escoria de todas. Aunque no distaba mucho de la realidad, nunca fue un hombre correcto y siempre buscó servirse de otros, hasta que conoció a Wiseman, gracias a él aprendió que siempre se puede ser más ruin e infame.

No le importaba nada ni nadie, sus padres eran de bajo estrato social, alcohólicos y abusivos; nunca mostraron interesarse por Achiral o por cualquiera de sus numerosos hermanos, su mellizo había muerto de inanición en la calle, entre la inmundicia y el abandono, tenía solo nueve años. Sus padres nunca se percataron de su ausencia, era simplemente como si no hubiera existido.

La imagen de su hermano gemelo lo atormentó por años, a veces tenía pesadillas tan vívidas, que le parecía percibir el aroma del cadáver en plena putrefacción. Tuvo miedo, si él moría, seguramente nadie lo notaría. Así que se propuso ser alguien y probar que no solo existía, sino que era valioso.

Lo lograría a cualquier costo, juró no dejarse distraer por nimiedades como el amor, esa insulsa palabra carecía de todo significado para él. Cuando conoció a Berjerite no sintió amor a primera vista, pero si tuvo la certeza de que la llevaría a su cama, le pareció una mujer muy hermosa y captó su atención rápido. Sin embargo, cuando la vio con el príncipe Zafiro, supo que quería algo más. Y esta vez no se prestaría al juego de Wiseman, ni de nadie.

La Reina infielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora