Corazón y alma (1/3)

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El sonido de mi móvil me despertó.
Me retorcí bajo las sábanas, froté mis ojos y alcancé el ruidoso aparato.

-¿Diga...? -contesté sin mirar el nombre que aparecía en la pantalla.

-¿Estabas dormida? ¿Aún? ¡En media hora llego a la estación idiota! -me gritó una irritada Danielle.

Era cierto, debía ir a buscarla a la estación de metro de Boston.

Sí, vivía en Boston desde hacía ya dos años. Me mudé aquí el día 19 de diciembre de 2019, con la intención de darle la enorme sorpresa a Billie aunque viviéramos a veinte minutos de distancia.
Dejé las carreras en Filadelfia, recibiendo la gran queja por parte de Dani. Me mudé aquí por amor, por no aguantar cuatro años enteros a cinco horas de distancia del amor de mi vida, por no soportar tenerla cuatro días conmigo y luego que volviera a irse dos meses más. Dejé la vida que tenía en Filadelfia, a mis amigos, a mis padres... porque aunque estubiesen muertos, sus tumbas estaban en el cementerio de Filadelfia y de una manera u otra los sentía cerca de mi.
Pero lo que me encontré cuando fuí al apartamento de Billie, con una cajita envuelta en papel de regalo con sus llaves de mi nuevo apartamento para que viniera cuando quisiera, fué el mayor un tortazo en la cara que me habían dado jamás, gritos y lágrimas y frases inentendibles.

Dos años y unos meses han pasado desde ese día, y hoy, 22 de marzo de 2021, soy la persona más vacía que habita en la ciudad de Boston.

Ese día, el 19 de diciembre de 2019, después de pasar horas llorando entre las cajas de mi apartamento, Billie me llamó para encontrarnos en la cafeteria de su universidad.
Me dejó, rompió lo que teníamos mientras lloraba y me mostraba una foto... esa maldita foto.
Si creíais que el nombre de Iceburn no volvería a aparecer, os equivocais.
Ese hombre, encerrado en una celda y pudriéndose en la cárcel, hundió mi vida para siempre.

Me levanté de la cama, me di una ducha rápida y me puse mi típico chandal negro con un beanie del mismo color. Me miré al espejo, odiándome a mi misma como hacía todos y cada uno de los días de mi vida. Sin quererlo volví a llorar frente al espejo, me di un tortazo en la cara y me sequé bruscamente las lágrimas.
Bajé a la calle y entré en mi Ford Focus 2014 de color negro. Me lo compré el año pasado en el concesionario de coches de segunda mano que hay cerca de mi piso, por un muy buen precio.
Con el alquiler del apartamento y el coche mis ahorros se esfumaron, y conseguí un trabajo en una cafeteria del centro de la ciudad donde pagaban bien y tenía buen horario. De lunes a viernes desde las 15h hasta las 22h.
¿Dónde está mi querida Wolf? Por supuesto en un garage que alquilé para dejar allí mis trastos, aunque ahora tenía un coche esa moto me traía demasiados recuerdos y no pude venderla.

Llegué a la estación en menos de 15 minutos.

-¡Amor mío! -gritó Danielle subiendo al coche y estrujándome entre sus brazos. -Te he extrañado.

-Yo también. -intenté sonreir. -¿Cómo esta todo por allí?

-Tengo que contarte muchas cosas, querida... ¡Diego se casa! -chilló.

-¿Qué? ¿Cómo...cuándo? -mi boca se abrió por la sorpresa. Diego se casaba... repito, ¿qué?

-¿Recuerdas la chica que conoció en un concierto de Diplo? -asentí. -¿Y que al cabo de un tiempo comenzaron a salir? -asentí. -Ya llevan un año y dicen que aunque con veinte sean demasiado jóvenes, que se aman y que se quieren casar y bla bla.

-Pero... ¿por qué todo tan rápido? -pregunté extrañada.

-El amor, Woods. Tienen claro que quieren permanecer juntos siempre y ya sabes, están los dos muy locos. -sonrió, pero su sonrisa se esfumó en cuanto me miró a la cara.

In the deep ocean | Billie Eilish Donde viven las historias. Descúbrelo ahora